Después de un cuarto de siglo de ejercer la crítica cinematográfica, uno empieza a pensar que en el arte solo hay un tema: la vocación. La pregunta es por qué el cine existe –por qué el arte existe– y por qué existen los artistas, qué lleva a alguien a crear o interpretar algo que, en realidad, no es de este mundo. Por cierto, "vocación" viene de "vocare", llamar. Es un llamado, y quien haya ido a colegio de monjas o curas (levanto la mano) sabe que se vuelven religiosos aquellos que lo reciben. No tiene una explicación lógica, como no la tiene el hecho de sentirnos empujados a escribir, a actuar, a filmar o a tocar rock & roll. Todo esto surge después de ver Juansebastián, una película de Diego Levy que entrevista, sigue y dibuja a su manera –una muy particular– a Juanse, el líder de los Ratones Paranoicos que recibió los dos llamados. En los 80, en plena adolescencia, la locura por los Stones y por el rock. Hace más o menos una década, la de la religión católica.
Empecemos por Diego. Aviso que lo conozco porque trabajamos juntos y vi cómo pasó de ser uno de los fotógrafos del diario Crítica a uno de los cineastas más interesantes y con más humor que pueda encontrarse. Las películas de Diego son como Diego, dicho sea de paso. Hasta ahora había codirigido con su hermano Pablo Levy dos ficciones y dos documentales. Los segundos son Novias, madrinas, 15 años, una cálida y graciosa mirada sobre una sedería que es también un cuento sobre la propia familia; y Cosano: la vida secreta de un vestido, que bien puede funcionar como una secuela: la vida de un diseñador, su estudio y sus clientas. Las ficciones son dos comedias con todo el absurdo y la gracia que tal género requiere: Masterplan, que narra cómo una pequeña estafa sale pésima, y All Inclusive, comedia romántica sobre vacaciones e imposibilidades. En las cuatro también hay algo irreal, un "llamado" a hacer algo fuera de lo común, que es lo que causa la gracia desde una mirada que quiere a todos sus personajes. El humor es casi sacramental.
Y en Juansebastián, también. Desde el comienzo, cuando vemos a Juanse tocar "Enlace" en los últimos años 80, para después ver cómo participa de una misa, hasta el aparente contrasentido de ir a recitales y a celebraciones religiosas (no falta la visita al Vaticano, por cierto, ni la prueba del encuentro con el Papa), Levy –ahora rodando en solitario– toma distancia no para reírse del personaje, sino para entenderlo. Lo que no terminamos de saber es si Juanse se entiende a sí mismo. De cierto modo, en sus intervenciones frente a cámara, parece que tiene un secreto que es incomunicable, un misterio que le permite aunar al rocker con el devoto. Ya sé: van a decir que bueno, un poco lo mismo pasa con Bob Dylan. No, pero sí. Aunque la comparación entre Juanse y Dylan parezca demasiado (cualquier artista que se compare con Dylan queda empequeñecido, con escasas excepciones), hay algo, eso de que los secretos del alma y del arte son totalmente inasibles y, en última instancia, incomunicables.
Y ahí, amigos, vuelve el humor. Porque podemos reírnos un poco de los comportamientos absurdos de la misa ratonera y la misa tout court, por ejemplo. Levy hace algo notable: no subraya los parecidos, pero utiliza con mucha precisión el montaje para que aparezcan. Eso es comunicar con la imagen una idea, en última instancia la huella del verdadero cineasta. Y también sabe algo: que una cosa es el humor y otra, la burla.
Ahora bien, no hay celebración, sino retrato. Y las participaciones de la mamá de Juanse son un contrapeso, un cable a tierra, a la materia real imprescindible ante la música, la mística del rock y la devoción religiosa. La discusión sobre Iglesia y política, breve pero desopilante, o el comentario de cada foto de ese muchacho que ama a los Rolling, pero se llama como Bach –papá compositor y musicólogo mediante, nada menos–, le dan una carne absoluta a tanta alma desatada. Mirar todo eso, encontrar lo que vale y disponerlo para que disfrutemos no es poca cosa. Juansebastián es una película vocacional, una película feliz.
Más rock
Es probable que el rock nacional se haya convertido en lo que el tango fue para la generación de nuestros (mis) padres: algo tradicional y a revisar y revivir. Los documentales al respecto han comenzado a abundar. Repasando la plataforma cine.ar, aparecen varios recomendables: Imágenes paganas, sobre Federico Moura y Virus; Blues de los plomos, sobre los eternos asistentes del género; Relámpago en la oscuridad, sobre el primer cantante de heavy metal argentino; y Transformación, sobre Palo Pandolfo. Todo un mapa.
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