Estrenos de teatro. Lorca, el teatro bajo la arena, una poco convencional y muy creativa invocación al poeta
Es la décima propuesta del ciclo Invocaciones y está comandada por Laura Paredes, una creadora que tiene un recorrido personal singular
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Dramaturgia: Laura Paredes y Mariano Llinás. Dirección: Laura Paredes. Intérpretes: Manuel Attwell, Claudia Cantero, Agustín Gagliardi, Nicolás Levín y María Inés Sancerni. Escenografía: Rodrigo González Garillo. Luces: Matías Sendón. Vestuario: Julieta Harca. Música y sonido: Gabriel Chwojnik. Colaboración artística y coreográfica: Constanza Feldman. Producción: Mariana Mitre. Sala: Cultural San Martín, Sala 3, Sarmiento 1551. Funciones: sábados, a las 21, y domingos, a las 20. Duración: 60 minutos.
Hay que detenerse más en Laura Paredes. Conocida por su lugar fundacional en el colectivo Piel de Lava, tiene por otro lado un precioso recorrido en singular. Sólo por lo último, como actriz se destacó en Las cautivas, de Mariano Tenconi Blanco, y en Recital olímpico, de la dupla Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas. Y como directora, en Un hembro, de Rubén Sabbadini, una de las puestas más interesantes (si no la más) surgidas de la convocatoria Nuestro teatro, del Cervantes.
¿Qué abordaje realiza Paredes de Federico García Lorca, en principio tan lejanos, tan distintos, tan poéticamente diversos? De eso se trata el desafío de Invocaciones, el ciclo armado por Mercedes Halfon y Carolina Martín Ferro que cruza, desde 2014, autores paradigmáticos del siglo XX con directores argentinos contemporáneos. Paredes ya conocía el paño porque actuó en Jarry (Mariana Chaud) y en Brecht (Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu) pero ahora le toca otro rol, el de la dramaturgia (a cuatro manos con el cineasta Mariano Llinás) y la dirección. Y las decisiones tomadas para Lorca, El teatro bajo la arena funcionan porque no sólo dan otro aire al poeta granadino sino que abre puertas no transitadas.
En primer lugar, el espacio, una vieja plaza de toros recientemente cerrada en la ciudad de Almería, reutilizada como centro de conferencias. Dos monosabios (mozos de ayuda en las corridas) son reciclados en la insólita función de recitar de memoria el Romancero gitano y otras populares obras del autor que amaba la tauromaquia, personajes en manos de Agustín Gagliardi y Nicolás Levín que imponen de entrada un tono de comedia que apunta con humor al “andaluz profesional” del verde que te quiero verde.
Prohibida la tradicional práctica española, en esa arena medirán saberes dos investigadoras expertas en Lorca, competidoras y opuestas, con un pasado común que las une y las aleja. Una se llama Mariana Pineda y la otra, Elena, aunque podría haberse llamado Bernarda Alba: intertexualidad explícita. El momento más potente de la obra, el más hipnótico, es cuando estas dos mujeres se enfrentan, en rodeo, una a la otra con estocadas verbales pero sin llegar nunca a la tragedia. Ese sutil pasaje de la comicidad a la pasión lorquiana en vilo es posible por la maestría de dos actrices como María Inés Sancerni y Claudia Cantero.
Otra línea fundamental es el poner de relieve una obra poco conocida de Lorca, El público (escrita en 1929 pero estrenada en 1956), donde el escritor pone distancia del teatro popular, “al aire libre”, por un teatro más auténtico y experimental, un “teatro bajo la arena”, donde puede expresar temas como la homosexualidad y la libertad erótica. Uno de los personajes, Jaime (Manuel Attwell), asistente de Elena, es quien entra en trance y se transforma al tomar contacto con ese texto. Auténtica y no convencional es la invocación de Paredes a este autor tan amado y representado en la Argentina a quien elige darle otra luz desde un mundo hoy menos represor pero igualmente asfixiado por las convenciones.
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