Estrenos de cine: en Belfast, Kenneth Branagh recuerda su infancia con canciones pegadizas, lirismo hollywoodense y grandes actuaciones
Nominada al Oscar como mejor película, este retrato autobiográfico protagonizado por los excelentes Caitriona Balfe y Jamie Dornan. prefiere embellecer en la mirada inocente de un niño los inicios de la violencia en Ulster
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Belfast (Reino Unido/2021). Guion y dirección: Kenneth Branagh. Fotografía: Haris Zambarloukos. Edición: Úna Ní Dhonghaíle. Elenco: Jude Hill, Caitriona Balfe, Jamie Dornan, Judi Dench, Ciarán Hinds, Lewis McAskie, Josie Walker, Nessa Eriksson. Distribuidora: UIP. Duración: 98 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
Hace unos años, Kenneth Branagh volvía a medirse con la figura de Laurence Olivier, quien desde sus inicios fue el faro de su carrera artística. Era 2016 y asomaba en el West End como Archie Rice, el artista en decadencia escrito por el dramaturgo John Osborne para Olivier en la obra The Entertainer (conocida aquí como Imprevisto pasional). La dramaturgia de Osborne insuflaba nuevas llamas al enojo de aquella generación de escritores airados al retratar la decadencia de un astro del music hall en paralelo con la derrota del Imperio Británico en el Canal de Suez. Según el crítico teatral Michael Billington de The Guardian, la interpretación de Branagh en esa reposición se mostraba “demasiado perfecta en las rutinas de baile y canto, incluso con un número de tap habilidoso al estilo de James Cagney”, infructuosa para capturar el espíritu desesperado de una cultura en decadencia. En tanto, el patetismo puesto en juego por Olivier en su interpretación de Archie Rice en la película de Tony Richardson de 1961 revelaba su ajustada comprensión de ese mundo que se extinguía.
Esa clave de “infructuosa perfección” es la que define a Belfast: el intento de recrear una memoria infantil sobre un tiempo convulso con la calculada pulcritud de la ilusión. Branagh no puede evitar mirarnos desde la pantalla con anhelo de emotiva complicidad cada vez que filma los grandes ojos del pequeño Buddy (Jude Hill), su alter ego infantil en aquella Irlanda del Norte de los tardíos 60. Es cierto que la película no disimula que el mundo se embellece en la mirada inocente, pero en ese gesto también suaviza las aristas más ásperas del relato, los matices que podrían haberle ofrecido imágenes más originales, más personales.
Los primeros minutos de la película recorren la Belfast actual, territorio sobre el cual el director reclama el derecho a contar su pasado. Y lo hace desde la presencia de Buddy en esa calle filmada en un limpio blanco y negro, signada por una intempestiva violencia entre quienes reclaman la expulsión de las familias católicas a fuerza de bombas caseras y piedrazos contra las casas, y las fuerzas del orden representadas en las formaciones policiales y los tanques desfilando por el centro de la ciudad. Ese conflicto es el telón de fondo de la infancia de Buddy, cuya vida se divide entre los amores en la escuela, las travesuras por el barrio y las horas en familia que le dan cobijo. Junto a Buddy también descubrimos a su madre (Caitriona Balfe), ama de casa que afirma con pasión su permanencia en Belfast, el padre (Jamie Dornan), quien trabaja en Inglaterra y solo pasa con su familia los fines de semana, y los abuelos, pilares de la tradición y el arraigo ante la posible emigración a algún rincón del extenso Commonwealth.
La vocación de Branagh nunca consiste en otorgar profundidad al conflicto, más allá de la lectura que puede hacer un niño de 9 años y algunos discursos que los adultos le ofrecen para explicarlo. Incluso los momentos más contundentes, como el emotivo alegato de la madre en el colectivo, funcionan en sintonía con esa memoria construida sobre un imaginario de duelos de western nunca problematizados. En ese sentido, basta ver Amarcord para entender cómo Fellini pudo convertir su infancia en Rímini en un retrato de la Italia criada bajo la égida del fascismo, sin perder el humor y con imágenes propias e inolvidables. Branagh condensa la vida de Buddy y su familia en escenas que despliegan una meticulosa producción: las visitas al cine como experiencia deslumbrante (y en colores), el uso simbólico de la cita a A la hora señalada, las explicaciones del abuelo sobre el amor y su huidizo aprendizaje. Y cada una de ellas remarca la inocente mirada de un chico cuya infancia fue bombardeada por el caos exterior.
Ese mismo ego que lo llevó a filmar el pasado de Hércules Poirot en la reciente Muerte en el Nilo para esconder tras su bigote traumas y cicatrices, aquí se morigera con calidez y nostalgia, que son las que engrandecen las mejores escenas: el baile de su padres entre recientes sinsabores –excelentes Catriona Balfe y Jamie Dorman-; la función de cine al son de ‘Chitty Chitty Bang Bang’, y algunas de las miradas de la abuela que interpreta Judi Dench tras el vidrio de la ventana de su casa, convertida en ese retazo de memoria que ha resistido la erosión del tiempo. Con Belfast, Branagh ha convertido los recuerdos dispersos de su infancia en una película con más ensueño que vigor, un relato infantil pintado de lágrimas grises y melodías perfectas.
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