Esculpir en el tiempo
Richard Linklater regresa con un emotivo film que registra el pasaje de la infancia a la madurez
"Lo que me fascina del cine es la posibilidad de capturar el paso del tiempo y mostrar sus efectos en los personajes", dice Richard Linklater, uno de los directores estadounidenses más lúcidos y brillantes del último cuarto de siglo.
Es que el tiempo ha sido siempre la principal obsesión de este realizador que, desde sus inicios con Slacker (1991) y Rebeldes y confundidos (1993), dos films clave del cine independiente norteamericano de los años 90, nunca dejó de pensar sus historias tanto desde el punto de vista del viaje personal de sus distintas criaturas como desde la percepción del espectador.
Si bien rodó desde comedias ligeras (Escuela de rock) hasta ambiciosas producciones animadas (Despertando a la vida), pasando por un western sobre ladrones de bancos (La pandilla Newton) o un film de denuncia como Fast Food Nation, el corazón de la filmografía de Linklater son la trilogía integrada por Antes del amanecer, Antes del atardecer y Antes de la medianoche, que retrató la relación entre el Jesse, de Ethan Hawke, y la Celine, de Julie Delpy, durante casi dos décadas, y la reciente Boyhood: Momentos de una vida, una "épica minimalista" que mañana llegará a las salas argentinas tras arrasar en todo tipo de festivales y convertirse en prematura candidata a los premios Oscar.
Boyhood fue una proeza de producción, ya que Linklater comenzó a rodarla en julio de 2002 y continuó filmándola durante 12 años a razón de una semana cada temporada ("A veces pasaban nueve meses; otras, 18, pero fueron 12 semanas en 12 años", explicó) con la idea de describir la infancia, la adolescencia y el paso a la adultez de Mason (Ellar Coltrane), hijo de padres divorciados (Ethan Hawke y Patricia Arquette) desde que ingresa en la escuela primaria hasta que accede a la universidad.
Más allá de la perseverancia de Linklater, sus actores y sus técnicos (trabajaron más de 450 personas durante toda su realización con un presupuesto mínimo de 200.000 dólares por año para concretar en total 146 escenas), lo que en verdad importa es el resultado en pantalla.
La experiencia de ver cómo los personajes van envejeciendo ante nuestros ojos (sin necesidad de maquillaje ni efectos visuales) es de una intensidad que el cine pocas veces ha conseguido.
A partir de viñetas aparentemente banales, pero plenas de significación (una salida de camping, una charla de educación sexual, la pasión del joven Mason por la fotografía), el espectador descubrirá durante las casi tres horas del film la transformación, el desarrollo físico y emocional de un niño/adolescente durante toda su etapa formativa, con una madre que lucha contra permanentes malas decisiones en el terreno afectivo (parejas abusivas), pero también para recibirse y convertirse en una elogiada docente de Psicología, y con un padre bastante ausente y músico frustrado que, de todas maneras, será una de sus ineludibles fuentes de referencia.
LA NACION estuvo en la presentación que el realizador texano de 54 años hizo ante la prensa internacional en el último Festival de Berlín (ganó allí el premio al mejor director), donde sostuvo: "Boyhood fue un acto de fe, una forma de creer en el futuro, un canto al optimismo para que pudiéramos estar aquí 13 años después. Técnicamente, hicimos algo ilegal, porque en los Estados Unidos no podés contratar a nadie por más de 7 años, pero esta película fue hecha casi sin dinero, con el corazón, por el compromiso inmenso de tanta gente que volvía año tras año a sumarse".
-¿Cuál fue la idea disparadora del proyecto de Boyhood?
-Quería ser como un arquitecto del tiempo. Empezó con la idea de hacer un film sobre la infancia, pero luego fue derivando hacia algo más ambicioso y complejo. Siempre tuve en claro que buscaba retratar pequeños momentos de esa familia, un álbum de fragmentos de vida. Los grandes acontecimientos no me importaban. Quería evitar tópicos como la pérdida de la virginidad o el primer beso, que han sido mostrados tantas veces en el cine. Me inspiré en mis experiencias, en mis recuerdos, en esos momentos que pueden ser divertidos o dolorosos para un preadolescente o un adolescente, esos que los adultos no alcanzan a entender y que te marcan de la manera que menos esperás cuando los estás atravesando.
-¿Cómo fue la forma de trabajo?
-Todo estaba guionado y ensayado, pero al mismo tiempo quería que la narración fluyera con ligereza y tuviera algo documentalista. Si Ellar se hubiese convertido en un luchador de 120 kilos, la historia habría tenido que ir por ese rumbo, pero por suerte no pasó (risas). Las elipsis y las transiciones entre segmentos también eran muy importantes. No tuve que enfatizar mucho el paso del tiempo porque los actores iban madurando en pantalla. Además, al final me di cuenta de que los cambios culturales no fueron tan fuertes y bastaba con unas pocas referencias o con poner la música que iba marcando a Mason. Si hubiese transcurrido entre 1969 y 1981 tendría que haber mostrado modificaciones en la moda, los peinados y la tecnología mucho más profundas.
-¿Qué ventajas y desventajas tuvo respecto de una película convencional?
-Me di el lujo de pasarme 12 años editándola. El problema es que tuvimos que hacer casting 12 veces, buscar locaciones 12 veces y eso es muy complicado. Fue algo épico, pero creo que si hubiésemos tenido más plata habría salido la misma película. La hicimos en 35 milímetros para mantener una uniformidad visual y porque para mí el fílmico proporciona una veracidad que el digital nunca puede alcanzar.
-¿Cómo fue el proceso de casting?
-La decisión más difícil fue elegir al protagonista, y por suerte los padres de Ellar son también artistas de Texas y siempre apoyaron mucho el proyecto. Estoy muy orgulloso de la persona en que se convirtió Ellar, de todo lo que trabajó con nosotros, de lo inteligente que es. Es como el hijo varón que nunca tuve. Ethan Hawke es un amigo y aceptó inmediatamente cuando se lo propuse durante una charla en Nueva York. A Patricia Arquette la conocía de los años 90 y sabía que había sido madre joven y una persona valiente, cualidad esencial que buscaba para el personaje. La película proponía una experiencia brutal, catártica, dolorosa por momentos, y les estoy muy agradecido a todos por haberse involucrado en un tour-de-force de semejante exigencia temporal, física y emocional.
-¿Qué sintió al ver Boyhood tras esos 12 años de trabajo?
-Esta película nos cambió la vida y además nuestras vidas cambiaron mucho tras 4200 días. En esos 12 años Ethan (Hawke) tuvo dos hijos, Patricia (Arquette), uno más, y yo, otras dos niñas. Pero ninguno de los acontecimientos que nos fueron marcando cambió el compromiso que todos teníamos con este proyecto, que para mí no es sólo sobre el lugar del hijo, sino también del de nosotros como padres. Creo que logramos hacer algo que nunca se había visto en cine.ß
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