Es hijo de un consagrado actor y decidió ir por la “herencia” familiar con su propio éxito: “Yo quería estar ahí y haciendo eso”
Joaquín Catarineu descubrió el escenario cuando tenía cuatro años y hoy, a los 25, tiene en claro lo que quiere para su vida; en una charla íntima con LA NACION, habló de lo que aprendió viviendo en una casa de artistas
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En 2003, un pequeño Joaquín de cuatro años se sentó en una butaca del Teatro Ópera y observó a su padre convertirse en ‘El Zorro’ en la versión teatral de El Principito. Solo segundos alcanzaron para que se le llenaran los ojos de lágrimas y el corazón le latiera de orgullo. Ese fue el instante en el que se dijo a sí mismo “quiero hacer eso”. Veintuún años después, la vida lo encontró arriba de un escenario.
Joaquín Catarineu es muchas cosas. En la vida, es hijo, amigo y novio, en la cancha “un cinco aguerrido y comprometido” y en el teatro, fue el protagonista de Derechos torcidos, una de las propuestas infantiles más exitosas de la avenida Corrientes. En una charla íntima con LA NACION, el actor de 25 años reflexionó sobre la responsabilidad de hacer una obra de Hugo Midón, la oportunidad de trabajar a cuatro cuadras de su padre, el gran Roberto Catarineu, y cómo en su carrera nada fue “casualidad”.
La vida de Joaquín es arte en todas sus formas y desde el primer momento su fuente de inspiración estuvo en casa. Su papá, Roberto Catarineu, es un consagrado actor y cantante y su madre, Camila Balassi es bailarina, profesora de danza y actriz. “Ellos se conocieron cuando hicieron el musical Yo y mi chica (1989). Desde muy chico tuve la posibilidad de ver a ambos trabajar. Los acompañaba al teatro, al set de grabación, a las clases y siempre miraba y sentía mucha curiosidad. Se ve que había algo que me despertaba ganas de hacerlo”, se sinceró el actor con LA NACION.
Sin embargo, hubo un momento y un lugar en específico en el que todo eso que pasaba por su pequeña cabecita hizo ‘clic’: “Hace 19 años se hizo el musical El Principito en el Teatro Ópera. Yo tenía 4 años y no podía creer lo que estaba viendo. No podía creer lo que estaba viendo en general y no podía creer lo que estaba haciendo mi papá. Siempre entendía perfectamente que era él, no un personaje. Pero me emocionaba muchísimo verlo, estaba tan feliz haciéndolo y dije: ‘Yo quiero estar ahí arriba haciendo eso’”.
Este 2024 y por esas vueltas de la vida, Roberto Catarineu interpretó nuevamente a ‘El Zorro’, el fiel amigo que guarda ese secreto tan importante, en la nueva adaptación de El Principito, una aventura musical, en el Teatro Ópera. “Realmente volví a tener cuatro años. Me senté en el Ópera, en la fila 4 y no lo podía creer. Dije ‘guau, gracias a ese señor y gracias a lo que me trasmite, yo me dedico a esto’”, expresó Joaquín con la emoción a flor de piel. Incluso contó que durante la temporada llegaban juntos a la Avenida Corrientes, cada uno iba a su teatro y se reencontraban a la salida.
El Principito, una aventura musical, dirigida por Eduardo Gondell, se presentó durante junio y julio en el Teatro Ópera y contó con un magistral elenco: Juan Carlos Baglietto, Luis Rodríguez Echeverría, Florencia Otero, Roberto Catarineu, Walas, Carlos March, Joaquín Baglietto, Zaina, Valentina Podio, Ayelén Cerqueiro, Sergio Cabrera, Nico Pink, Jitsu Díaz, Maca Palermo, Lina Sole, Quimey Franco y Tato Ortiz.
Un pequeño espectador con grandes sueños
Desde niño ‘Joaco’ tuvo en claro que su futuro iba a transcurrir arriba de un escenario. De su padre aprendió actuación y música y de su madre, danza. Incluso ella fue su primera profesora de clásico. Sin embargo, y a pesar de las influencias, él decidió trazar el camino a su manera.
Si bien de niño hizo castings y de hecho quedó seleccionado para varios proyectos, eligió terminar el secundario en tiempo y forma y disfrutar con sus amigos. “Sentía que no era el momento, pero que ya iba a llegar. Por supuesto que me formaba, iba a la escuela de Hugo [Midón], pero no sentía una necesidad de estar porque también iba todo el tiempo al teatro”, explicó. “Se los agradezco muchísimo a mis padres porque respetaron la decisión de ese chico que en ese momento tenía ganas de hacer otra cosa. Quizás si me hubiesen obligado, no me gustaba o la pasaba mal y anda a saber si después me terminaba dedicado a otra cosa”, dijo.
Una vez que terminó el secundario, Catarineu se inscribió en la Licenciatura en Artes Escénicas en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) y en su tercer año tuvo su primera experiencia profesional. En ese entonces, Francisco Martínez Castro, Director musical de La Desgracia, era su profesor y lo llamó para hacer una audición para la obra. Spoiler alert: quedó seleccionado.
“La Desgracia fue una escuela única, porque a la mañana estudiaba y aprendía y a la noche lo ponía en práctica. Fueron cuatro años de realmente mirar y aprender”, indicó Joaquín. El musical argentino de Juan Martín Delgado y Martínez Castro que se estrenó en 2017 y hoy va por su séptima temporada. Se presenta los martes a las 20:45 en el Teatro Paseo La Plaza.
Además de esta producción, Catarineu también hizo Tin Pan Alley, noches de Broadway, bajo la dirección de Pablo Gorlero; Lo quiero ya, donde puso en práctica sus dotes musicales y tocó 14 canciones en el piano; La tentación del viaje y el musical Avenida Q, donde tuvo el desafío de manipular un títere sobre el escenario.
Pero, el gran proyecto de su vida (hasta el momento) llegó este año y de la mano de una obra argentina que vio por primera vez cuando era solo un niño
Derechos torcidos y el legado de Hugo Midón
En 2005, Hugo Midón y Carlos Gianni estrenaron Derechos torcidos con memorables canciones y un profundo mensaje tanto para niños como para adultos. Este 2024 la obra se repuso en el Teatro Metropolitan bajo la dirección de Ariadna Faerstein y Nicolás Alan Medina y la dirección musical de Gianni. Esos niños que la vieron hace 19 años, llevaron a sus propios hijos a la sala y cantaron “¿A quién no le gustaría?” con lágrimas en los ojos. Y ese pequeño Joaquín que la vio como un espectador más, fue elegido para protagonizarla.
Catarineu interpreta a Pocho Machaca, el encargado del hogar de niños “El lugarcito”. “El proyecto llega en un momento muy justo para mí. Siento que vengo con una pequeña maduración de ya unos años transitados y me siento preparado para contar esta historia gracias a todo lo que fui haciendo y aprendiendo”, reflexionó el actor.
Derechos torcidos cuenta con dos elencos de 14 niños y adolescentes que alternan entre función y función. Ellos son: Guido Encinas y Erni Veiravé (Cable), Achu Mazzeo y Fiorella Cilento (Margerita), Nina Pérez Pradal y Clara Zabala (Maruca), Mateo Sciarreta y Benjamin Pintos Salgado (Gallito), Nina Ordeig y Manuela García Dudiuk (Pata Clara), Patricio Pérez Piñero y Santino Rios (Colibrí) y Emma García Torrecilla y Juana Silva (Chinchilla).
“Hugo siempre decía que no hay teatro para chicos o teatro para grandes, que hay teatro y me gusta un poco esa filosofía. La verdad que desde los ensayos traté de trabajar y conectar como con cualquier elenco adulto y se dio realmente una conexión muy natural. Es muy lindo trabajar con niños y que haya niños también de espectadores, porque ellos también trabajan para sus pares. Esa conexión es muy linda”, expresó el músico.
Joaquín tiene una historia muy especial con Derechos torcidos. No solo vio la obra de chico, sino que fue alumno de Midón y vio a su padre trabajar en proyectos del autor. Así como en ese momento lo interpeló desde el juego y la diversión, hoy entiende el mensaje de una manera más personal: “Siento una conexión desde la responsabilidad de la historia que estamos contando desde este contexto tan especial. Tenemos la responsabilidad de que hay una nueva generación de artistas y espectadores que van a crecer con esta obra, que van a ver esta versión y tiene que estar bien contada”.
Inspiración, legado y orgullo
Hay una cosa que Joaquín tiene claro: nada de lo que le sucedió fue casualidad, todo de alguna manera “tenía que pasar”. Aunque sabe bien cuál es su apellido, aseguró que nunca esperó que su padre le consiguiera un trabajo, sino que él solo decidió formarse y construir paso a paso -y con el apoyo incondicional de su familia- su propio camino: “Yo no puedo sentir tanto orgullo por mi papá. Se lo digo: ‘sos mi ídolo’. A mí me enorgullece mucho porque siento que es como mantenerlo vigente. Por más que él tenga su vigencia acá, que vengan y me digan ‘yo trabaje con tu papá y una vez me contó esto…’ es como seguir conociéndolo a través del relato de las personas”.
‘Joaco’ aprendió solo con observar desde la primera fila el trabajo de sus padres y aunque conoció en su casa las luces y sombras de la profesión, siguió eligiéndola. Y lo cierto es que su carrera marcha sobre ruedas. Tras finalizar la temporada de Derechos torcidos, viajó a Mendoza para presentar Pixar en Concierto. Asimismo, el 17, 18, 24 y 25 de agosto volvió a calzarse el vestuario de Pocho pero en el Teatro Astral.
Paralelamente, le esperan algunos estrenos audiovisuales. Recientemente, filmó una película con Rocío Igarzábal y también otra cinta dirigida por Nicolás Alan Medina. Y así como tiene ganas de “indagar” más en el cine y también darle más espacio a su faceta musical, reveló cuál es su mayor deseo laboral: trabajar en alguna plataforma de streaming y hacer un clásico en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín.
Ese pequeño espectador de cuatro años, que miraba obnubilado a su padre en El Principito, hoy, siendo adulto, tiene la responsabilidad de contar una creación de la memoraba dupla de Midón y Gianni. Si bien los años pasaron y hubo mucho camino transitado, la esencia sigue intacta.
“A ese nene le digo que siga por ahí, que siga tendiendo esa felicidad y esa curiosidad inmensa por sus padres y por todo lo que vea. Le digo que no afloje, que estudie un montón y siga siendo libre, porque fue impresionante la libertad que tuve en todo sentido”, sentenció el actor. Y lo cierto es que para Joaquín nada de todo lo que le pasó pudo haber sido una simple casualidad. Fue su camino transitado, con etapas, buenas y algunas no tanto, pero con la convicción y el anhelo de seguir por ese espacio que descubrió cuando era apenas un joven espectador sentado en la butaca de un teatro.
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