El violero se presentó en el Monumental a diez años de su último show en la Argentina; crónica y fotos de su regreso
La única frase que pronunció Eric Clapton ante un Monumental colmado con alrededor de 45.000 personas –además de los proverbiales "Thank you!" al final de cada tema, y la presentación de los músicos luego de algún solo-, fue "¡Diez años, es demasiado!", como reconociendo lo prolongado de su ausencia. Las visitas del guitarrista a Buenos Aires vienen realizándose con intervalos casi regulares de diez años (la primera fue en 1990, la segunda en 2001), siempre en el mismo escenario.
Pero la parquedad de Eric con las palabras fue compensada con creces con su expresividad en escena, cantando – y especialmente – tocando, al frente de una banda de músicos con credenciales que acreditan carreras tan ilustres como la suya: Chris Stainton en piano (puede vérselo acompañando a Joe Cocker, en el Woodstock original de 1969), Steve Gadd en batería, Willie Weeks en bajo, Tim Carmon en órgano y clavinet, y Michelle John y Sharon White en coros. Si bien Clapton se ha tornado con el correr de los años en un vocalista excepcional – que recuerda por momentos a su ídolo Ray Charles -, parecería que en cada tema, lo que está esperando realmente es el momento del solo. Es ahí, cuando desgrana sus líquidos fraseos en la Stratocaster, donde emerge su estatura artística inigualable, su profunda expresividad cargada de feeling, y la extraordinaria fluidez en su instrumento que le hizo ganarse hace muchos años -cuando su carrera recién comenzaba-, el apelativo de "Dios", pintado en graffittis por sus acólitos sobre las paredes de Londres.
Justamente, a los 66 años, Eric Clapton se ha vuelto uno de los "elder statesman" del blues que emulaba en sus comienzos, como Howlin’ Wolf, Muddy Waters o Freddie King. Con la diferencia que su repertorio abarca un rango musical mucho más amplio, que incluye rock, country, folk, r&b y hasta reggae, si bien todo lo que hace – lo que toca – está impregnado del sentimiento del blues.
Al igual que algunos de sus contemporáneos de los ’60 (Bob Dylan, Paul McCartney), las giras de Clapton están mucho más allá del concepto de "presentación" de un álbum. Si bien Eric tiene un nuevo disco de estudio – el, por otra parte, excelente Clapton -, sólo recurrió a éste para la inclusión de un tema, "When Somebody Thinks You’re Wonderful", que además es un standard de los años 30. Sus conciertos son más bien una celebración de sí mismo, de su magnífica y prolongada carrera. Así fue que el repertorio incluyó temas que remiten a su etapa con Derek And The Dominos ("Tell The Truth", "Layla"), con Cream ("Badge") y distintos momentos de su trayectoria solista, como la versión de "I Shot the Sheriff" que –muchos se olvidan – fue la que dio a conocer a Bob Marley entre el público de rock, cuando la editó en su álbum de 1974, 461 Ocean Boulevard. Dos de los temas de Journeyman (1989), estuvieron entre los momentos destacados: "Old Love", dedicado a su ex-mujer Pattie Boyd, dio pie a uno de sus solos más sentidos, y "Before You Accuse Me", de Bo Diddley, aportó una bienvenida cuota de rock’n’roll.
Hubo también un segmento acústico, que además de mostrar otra de las facetas de Eric – su manera de tocar la guitarra con los dedos es totalmente diferente que su interpretación en la eléctrica, e igualmente brillante – sirvió como referencia de otro de sus éxitos mundiales, el Unplugged, de 1992. Sentado, y secundado por la infalible presencia de Willie Weeks, Clapton desplegó "Driftin’ Blues" (una rareza que no estaba en el disco acústico, y suele interpretar en versión eléctrica) y "Nobody Knows You When You’re Down And Out".
Tampoco faltaron los hits que son los que convirtieron al británico en un artista de estadios en Argentina, fundamentalmente "Cocaine" (prohidida durante la dictadura militar), con la que cerró su show de 110 minutos, la balada "Wonderful Tonight", y -en menor medida-, la hermosa viñeta country "Lay Down Sally". También estuvo presente "Layla", en una versión que cita su reciente colaboración con Wynton Marsalis, transformada en una marcha lenta de New Orleans, acompasada por los cadenciosos rolls del gran Steve Gadd.
Clapton ha tenido también la virtud de apropiarse de muchos clásicos del blues y convertirlos en temas tan personales como sus propias canciones. En esa categoría entran sus versiones de próceres del blues como Big Bill Broonzy ("Key to the Highway") y Muddy Waters ("Hoochie Coochie Man"), pero especialmente, las de Robert Johnson, un bluesman enigmático y genial cuya figura ha sido siempre fuente de inspiración para Eric. Dos de sus temas estuvieron entre los puntos más altos del show, "Crossroads" y "Little Queen Of Spades", donde sus tórridos solos recordaron la intensidad incendiaria de las épocas de Cream. También se destacó en ese blues lento el brillante solo de Chris Stainton, que sobre el final del concierto estaba absolutamente imparable, asombrando también en "Crossroads". Otro que tuvo un sobresaliente desempeño fue el organista Tim Carmon, que al comando del Hammond asumió el difícil papel de sustituir al fallecido Billy Preston. Tanto sus solos como su tarea de acompañamiento fueron destacables, pero además, su deslumbramiento ante la figura de Clapton es claramente visible, y resulta inspiradora para su líder, con quien establece un cómplice intercambio de miradas.
"Crossroads" - ese tema que lo acompaña desde la célebre versión en vivo de Cream, y que ha conocido varias mutaciones-, fue también el único bis ofrecido por Eric y su banda. Un breve apagón de luces, y estamos de nuevo en las calles de Núñez, deseando que no tengan que pasar otros diez años para la próxima visita de Dios.
Por Claudio Kleiman
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