Era tímido y callado, fue empleado público y divirtió a un país: Ricardo Espalter, el introvertido que conoció el éxito
Fue parte de Telecataplúm, el boom uruguayo que conquistó a la Argentina; fanático de Marcel Marceau, pisó fuerte fuera de su tierra y logró el reconocimiento que tanto soñó
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Como tantos humoristas que descollaron sobre los escenarios, el actor uruguayo Ricardo Espalter era introvertido, callado, discreto... Pero abandonaba ese hermetismo cuando se encendían las luces de una cámara o desarrollaba sus cualidades sobre las tablas.
Sus comienzos fueron como mimo: admiraba al célebre Marcel Marceau, quien supo definir su actividad como “el arte del silencio”. A Ricardo, que era contemporáneo del francés nacido en Estrasburgo, le encantaba expresarse a través de la magia de los gestos, o como otros lo denominan, “la poesía en movimiento”.
Venía de hacer teatro independiente y se encontró a José Struch, un español exiliado, gran mimo, que luego dirigió en Uruguay a la Comedia Nacional. Con él aprendió el oficio de la pantomima.
Encajaba justo con su personalidad austera, respetuosa al extremo, que lo convirtió un especialista en cada gesto que interpretaba y a los que apelaba cuando se olvidaba la letra y se tentaba. Entonces recurría a expresiones singulares de su rostro a través de los movimientos incesantes de los ojos, las cejas y la boca, siempre en complicidad con su partenaire o el público mismo.
Comenzó trabajando como empleado público en la Administración Nacional de Usinas y Trasmisiones Eléctricas (UTE), pero se aburría. Entonces apeló a su histrionismo cantando ante sus compañeros, convirtiéndose en el número vivo obligado en cada reunión social.
Y un día... el éxito
El cantante le fue dando paso al mimo, llegó la oportunidad sobre los escenarios e hizo papeles protagónicos en Santa Juana, de Bernard Shaw; A puerta cerrada, de Jean-Paul Sartre; y Cándida, de Bernard Shaw, en Montevideo. Luego desembarcó en Buenos Aires y a comienzos de los 60 fue convocado para una aventura artística uruguaya llamada Telecataplúm.
El éxito de ese humor delicado e irónico a la vez hizo que rápidamente llegara y fuera un boom también en la Argentina, con un elenco de actores charrúas que, además de Espalter, incluía a figuras como Eduardo D’Angelo, Gabriela Acher, Enrique Almada, Julio Frade, Raimundo Soto, Henny Trailes, Andrés Redondo, Alfredo de La Peña y Berugo Carámbula, entre otros, primero en Canal 13 y luego en el 11 logrando gran repercusión y rating.
Fue tal el interés que generó ese grupo de actores que terminó triunfando en nuestro país y con continuidad a través de distintos títulos siempre vigentes y de gran renombre como Jaujarana, Hupumorpo, Comicolor, Los Rapicómicos, Híperhumor y Decalegrón.
Ya en Buenos Aires, Espalter hizo, además de televisión, cine y teatro junto a estrellas como Nélida Lobato, Lolita Torres, Luis Sandrini, Niní Marshall, Javier Portales, Alfredo Barbieri y Alberto Olmedo y Jorge Porcel. En la época más actual fue Salvador en la tercera temporada de un boom como Son de Diez junto a Claudio García Satur, Silvia Montanari, Florencia Peña, Federico Olivera, Natalia Lobo, René Bertrand, Nicolás Cabré, Javier Portales y Emilio Vidal, entre otros.
La mayoría del público no olvida su personaje llamado Toto Paniagua, un hombre de condición social más que humilde devenido millonario que intentaba aprender buenos usos, costumbres, comportamientos y cuestiones de protocolo de la mano de Claudio, interpretado con brillantez por Enrique Almada, otro gigante de la escena con quien hizo una dupla increíble. Al profesor lo asistía Grétula, una ayudante muy especial e histriónica que interpretaba Katia Iaros, deslumbrante vedette, actriz y bailarina del momento nacida en el barrio de Flores.
Los reconocimientos esperados
En 1974, Ricardo fue galardonado con el premio Martín Fierro, circunstancia que valoró sobremanera porque siempre sostenía que mucho de lo que era como actor se lo debía a la Argentina. Que lo reconocieran siendo uruguayo representaba muchísimo para él a nivel no solo actoral sino también afectivo.
En 1981 obtuvo el Diploma al Mérito otorgado por la Fundación Konex y se emocionó hasta las lágrimas al recibirlo. Su última aparición fue en teatro en el 2006 con Humorum Uruguayensis en el Teatro Stella D’Italia de Montevideo.
Siempre confesaba que era un tímido sin remedio que fracasó como intérprete de boleros y aspirante a cantor de ópera. Su sueño era empezar con Noche de ronda y Nosotros, y terminar con La Bohéme, La Traviata o Rigoletto...
Durante años fue un bohemio empedernido, luego encontró el amor en Alma, una mujer de la que se enamoró profundamente y con la que tuvo tres hijos: una niña y dos varones. Antes era solitario, de sangre catalana y de vascos franceses, por ende fogoso, apasionado, tranquilo y hasta hogareño.
Le encantaba actuar para su propia familia en su hogar: su esposa colaboraba y juntos preparaban sillas y sillones en el living, y ahí se sumaba también María Teresa, su hermana, y hasta sus nietos.
Tenía la costumbre de comprar libros y guardarlos. Decía que lo hacía para cuando se jubilara. Bromeaba con que había dejado tantas cosas para cuando llegara ese momento que iba a tener más trabajo que cuando estaba en actividad.
El 10 de marzo de 2007, falleció en el Sanatorio Mautone de Maldonado a los 82 años después de casi un mes de internación a causa de una insuficiencia renal. Fue despedido con honores en el Cementerio del Norte por colegas y su hermosa familia.
Se acaban de cumplir cien años de su nacimiento, el 14 de abril de 1924 en su amada Montevideo. Siempre decía que admiraba a Los Hermanos Marx, a Charles Chaplin, a Buster Keaton, y que disfrutaba cada día como si fuese el último...
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