Teórico de los derechos de autor en la era tecnológica y escritor de ciencia ficción, Cory Doctorow reflexiona sobre el futuro de la música y la relación actual entre cultura y tecnología.
"Estamos atrapados en medio de una guerra fría entre Internet y la industria del entretenimiento", sostiene la eminencia geek Cory Doctorow. Su estudio, situado entre húmedos callejones de la hipervigilada Londres, parece una guarida revolucionaria de algún mundo diatópico en el que no queremos vivir, mientras hacemos todo para no evitarlo. Un poco al estilo de esas nuevas películas apocalípticas en las que los genios de la resistencia apenas subsisten en una choza de las afueras o en un galpón. El suyo es un pequeño recoveco con toneladas –varias toneladas, literalmente– de libros, revistas (muy old school), chiches steampunk – gadgets remodelados con estilo victoriano–, réplicas de armas intergalácticas y pósters de ciencia ficción colgados al lado de objetos arcaicos indígenas. Raro pero fabuloso; la envidia de todo nerd. Cory tiene 37 años y aun cuando quizá sea uno de esos kidults, prefiere usar una remera de The Pirate Bay antes que vestir sobrio. Ah, anteojos de marco negro, obvio. Además de ser coeditor de Boing Boing, uno de los blogs más influyentes del planeta, colabora con medios como Wired o The Guardian, y escribe ciencia ficción: mientras algunos críticos sugieren que es el nuevo William Gibson, su última ficción, Little Brother, es uno de los best sellers del New York Times, aun siendo copyleft, concepto libertario de los derechos de autor que lo tiene como emblema mundial; un verdadero copyfighter.
Los artistas no parecen enfrentar a estos "jugadores", sino, como una alianza histórica, aliarse a ellos...
Bueno, muchos músicos están despertando. Quizá no les guste lo que está pasando con Internet, porque durante toda su carrera les llenaron la cabeza diciéndoles "no te dejes copiar". Pero de ahí a ir en contra de sus propios fanáticos... En Estados Unidos, miles de personas fueron enjuiciadas, pero esas ganancias no fueron para los creadores. El artista promedio quiere ser recordado como el tipo con el que sus fans perdieron la virginidad, no como el tipo con el que sus fans perdieron el disco rígido. Es terrible que cada vez que pienses en, por ejemplo, Tom Waits, digas: "Por culpa de ese tarado perdí mi tesis de diez años que estaba en el mismo rígido que su álbum".
¿No se supone que estas organizaciones velan por los artistas?
Hay un sucio secreto en la industria discográfica: en Estados Unidos, el 97 por ciento de los artistas cobra apenas 600 dólares al año con este modelo. Es decir, con la excepción de un puñado de artistas, nadie en la industria musical hace suficiente dinero, sólo los ejecutivos. Siempre ha sido así. De la gran mayoría de personas que quieren hacer arte, sólo una ínfima porción logra hacer dinero con el arte. Y esto es culpa de la explotación de algunos intermediarios, pero también, y sobre todo, porque la economía en el arte es irracional. Cuando un zapatero se da cuenta de que el costo de reparar zapatos es más alto que las ganancias, busca otro trabajo; el artista insiste.
Cory bromea mientras desparrama conceptos del tipo "Internet es una máquina de copiar", "la cultura es anterior a la industria" o "la cantidad de regulaciones que necesitamos son las mínimas". En cada oración recalca que los métodos de copia y reproducción, alguna vez exclusivos y costosos, ahora son ínfimos. Lo mismo que pasó con el advenimiento de la imprenta: derrumbó los costos de producir libros, pero ninguna ley ayudó a los escribas en desmedro de la masa lectora.
Entonces, ¿qué papel tiene el copyright en la era digital?
Necesitamos colocar el copyright en el terreno de lo excepcional, donde sirva para regular la industria. Tiene sentido que alguien de Warner reciba un llamado de SKY TV para negociar una licencia. Pero un chico de 12 años que está haciendo un sitio de Harry Potter por hobby no puede llamar y preguntar qué tipo de licencia necesita. No sólo no tiene sentido, ¡es im-po-si-ble! El chico no sabe cómo hacerlo, el abogado de la compañía no va a atenderlo y encima no podrá costear la licencia.
¿Cómo imaginás este escenario en el futuro?
Creo que pasará lo que yo llamo una delaminación, que es cuando los gigantes se separan en las partes que los componen. El defensor de los derechos editoriales de los autores terminará siendo como un antiguo agente de viajes que trabaja individualmente y consigue los mejores tratos de diferentes proveedores de la cadena. También considero que surgirán culturas locales con ayuda de elementos tecnológicos; culturas a las que hoy no tenemos acceso a nivel global por leyes antipiratería y por pobreza.
Cory hace una pausa, toma soda de un peculiar vaso de cerámica verde con forma de tótem sin cráneo y alerta: "Hay que tener en cuenta que cuando alguien es presuntamente culpable, quien gobierna tiende a aprovecharse –y los argentinos saben eso–; así que en cualquier momento puede haber un policía en tu puerta para arrestarte, no porque dijiste algo que al gobierno no le gusta, sino por ser pirata, porque en un punto hoy «todos somos piratas»". Y agrega: "Cada generación logra avances para que el proceso de consumir y producir cultura sea más simple. Ahora bien, si el pasado está a cargo del futuro, la diversidad y la democratización de la cultura se contraen".
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