Enterate en qué anda Luisa Delfino, que sigue con su emblemático ciclo Te escucho
La conductora habló con Personajes.tv sobre cómo es su vida hoy y por qué sigue apostando a su clásico programa
Le conté a un par de personas que iba a entrevistar a Luisa Delfino. "¿Vive?", me preguntaron. La respuesta es "sí". Luisa sigue con su programa Te escucho, los sábados a la medianoche por Radio Del Plata, vive en Caballito, en un precioso dos ambientes, junto a su marido, a quien conoció hace 17 años en Radio Rivadavia. Tiiene dos gatos y es abuela, pero sus nietos viven en los Estados Unidos, junto a su hija, que se fue hace mucho.
Su mundito es encantadoramente cálido. El que baja a abrir es su marido. Después, trae una bandeja con té y galletitas. El era periodista deportivo, pero ahora trabaja en el Consulado de España y ayuda a su mujer a producir el programa. Por eso, se mete en la entrevista.
-¿Cuántos años tiene Te escucho?
-Veinte. Hay gente que me reencuentra por Twitter y me escribe: "Yo te escuchaba con mi mamá. Tenía siete años y mi mamá te escuchaba y ahora yo tengo un nene de dos". Claro, imaginate: el tipo ya está casado, ya tiene un nene y ya cuenta otra historia. Y me dice: "Y yo no sé por qué me enganchaba ese programa".
-A todo el mundo le gusta que lo escuchen...
-Supongo. Y las historias predominantes ahora son la soledad y la depresión.
-Vos también pasaste por una depresión, ¿no?
-Yo empecé a hacer el programa después de que estuve deprimida. Por eso fue tremenda la motivación que tuve para hacerlo. Me llamó Edmundo Rébora de Radio Continental y me dijo: "Mirá, quiero que hagas un programa de conversación, a la noche". Yo le dije: "Ya tengo el nombre. Quiero que se llame Te escucho". Había leído mucho sobre el movimiento de los samaritanos en 1953. Era una agrupación que se llamaba Los Samaritanos que por primera vez pusieron teléfonos para escuchar a la gente. Entonces yo dije: "Bueno, voy a hacer un programa un día que se llame Te escucho". Le dije a Rébora: "Quiero hacer un programa para la gente que tiene problemas emocionales".
-¿Por qué habías estado deprimida?
-Me agarró después de que me separé del papá de Mariana y eso que yo me quería separar. Siempre hay un tránsito de dolor y de depresión en las separaciones aunque vos quieras separarte y aunque estés segura de lo que estás haciendo. Bueno, yo pasé por eso, empecé a tener ataques de pánico. Eso de estar en un lugar y de pronto sentir "yo no puedo estar más acá. No puedo. Me voy a morir". Es miedo a tener miedo... Porque una cosa es tener miedo a que te roben, a la noche, a un murciélago, a subirte a un avión...
-Claro, a algo concreto.
-Y otra muy distinta es cuando vos sentís en tu cuerpo la sensación de que algo malo te va a pasar y no sabés qué es: eso es un ataque de pánico. El cerebro se defiende y te manda síntomas al cuerpo para que vos puedas responder. Empezás a transpirar y de golpe a tener frío y hasta te podés llegar a desmayar.
-¿Qué fue lo que te enseñó a escuchar?
-La necesidad de pertenencia en la escuela, de chica. Porque lo que yo quería era ser linda. Quería estar en el grupo. Entonces como no era linda, me dedicaba a escuchar. Me acuerdo que en esa época, ya estábamos en quinto año en Gualeguaychú, había algunas chicas que ya habían venido a estudiar a Buenos Aires. Y cuando volvían estaban más lindas. "Hay que irse a Buenos Aires", pensé. Y bueno, uno de los motivos para venir fue ese.
-¿Y te embelleciste?
-Con el tiempo. Cuando llegué, trabajaba en la Municipalidad de Avellaneda y mis compañeras me depilaron las cejas. Después, cuando entré a Gente, me llevaron a lo de Giordano y me aclararon el pelo. Chiche Gelblung, el día que me vio, me dijo: "Vos tenés un look chaca cheto", porque yo creo que me había hecho dos trencitas acá, no sé qué. Y bueno, y entonces empecé a modificar un poco el look.
-¿Eras de clase alta, baja o media?
-Yo era clase media baja, éramos de los que calentábamos agua para bañarnos en invierno. Hija única. Vivíamos en una casa divina, de esas enormes con dos patios, con un fondo maravilloso al que yo iba a buscar orégano, perejil y laurel. Fue una infancia bárbara, lindísima.
-¿Qué hace tu hija en los Estados Unidos?
-Es productora de videos publicitarios. La extraño mucho, hace 12 años que se fue. Y extraño a mis nietos, Mateo y Manuel. Pero bueno, ella acá no tenía trabajo, se fue en plena crisis.
No sé quién lo dijo, pero que el éxito y el fracaso son dos grandes impostores es absolutamente cierto
-¿A vos también te afectó la crisis de 2001?
-Sí, nos desbarrancamos completamente. Perdimos el laburo los dos, perdimos los clientes... Vivíamos en un dúplex y estábamos pagando un crédito hipotecario. Y yo cometí el error de pensar que podíamos conservar la casa si pedíamos préstamos en los bancos y seguíamos pagándola hasta conseguir otro trabajo. Pero estuvimos diez meses sin laburo. Teníamos un amigo en Banco Ciudad que nos daba algo, una pauta chiquita del Banco Provincia. Pero claro, se armó todo ese despiole a nivel institucional y ahí nos fuimos al tacho. Malvendimos la casa y nos achicamos a este departamento. Nos vinimos con los cinco gatos, todos los muebles, los libros y la seguridad de que íbamos a ser felices.
-¿Lo son?
-Sí. Viste que te educan para el éxito y descubrís, cuando llegás, que tenés un programa en televisión o tenés un programa de radio y decís: "Está bien tener todo esto, pero si no tengo todo esto y tengo uno de esto u otra cosa, está bien también". Cuando yo dejé de hacer televisión todos me decían: "Bueno, pero hablá con tal". Y yo dije: "No, ya está, yo estoy bien". Yo no sé quién lo dijo, pero que el éxito y el fracaso son dos grandes impostores es absolutamente cierto, porque cuando nosotros nos fuimos del dúplex y nos vinimos acá deberíamos habernos sentido fracasados.
-¿Y no?
-Y la verdad es que nos sentíamos bien.
-El hecho de escuchar durante 20 años problemas tremendos quizás te sirvió para ubicarte.
-Sí. Yo todos los días a la noche en el Twitter pongo esta frase: "Esta es la hora, agradezco todo lo bueno que recibí, pido salud, alegría y energía para mañana para vos, te arropo con gentileza, te doy un beso en la frente, te quiero".
-¿Por qué?
-Porque pienso que cuando uno se enfoca en el otro, en desearle al otro que esté bien con sinceridad, salen sentimientos lindos. Estoy en una etapa en que quiero usar el tiempo en cosas que tengan que ver con el afecto y no tiene que ver con la edad, eh. Si alguien, cuando yo tenía 20 años, me hubiera dicho: "Aprovechá el tiempo, viví día a día porque el tiempo pasa rapidísimo y no te das cuenta"...hay que vivir cada día como si fuera el último, vivirlo a full y tratar de ser afectuoso, tratar de ser generoso.
-¿Sos religiosa?
-Sí, acá tenemos un altarcito con la Virgen de la Aparecida y con San Expedito.
-¿Cuáles son los peores dramas que escuchaste?
-Los imposibles, como la muerte de un hijo. Yo ahí me baso mucho en un libro que se llama Salir del duelo, que dice que la única palabra que uno puede decir son esas viejas palabras que decían las abuelas: "Te acompaño en el sentimiento".
-¿Terminás muy cargada? ¿Alguna vez lloraste al aire?
-Sí, alguna vez sí.
-¿Y en tu grupo de amigos sos la que escucha todos los problemas?
-No, tenía una amiga que me contaba cosas, pero murió hace cuatro años. Y no tengo muchos amigos a los que vea seguido. Para mí la amistad no tiene que ver con verse todo el tiempo.
-¿Y a vos quién te escucha?
-Tengo una amiga que me escucha. Pero fui hecha para escuchar. La gente a veces desconfía. Me preguntan: "¿Y el curro de ustedes cuál es?" Y cuando les explicás que lo que te da por mes son cuatro lucas, te miran y te dicen "¿trabajás por esa plata?". Y sí, trabajo por esa plata.
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