Enrique Pinti: "Lo que genera el trabajo frente al público no te lo da ninguna otra cosa"
El actor habla del fenómeno de Salsa criolla, que ya fue visto por unos dos millones de espectadores, y hace un recorrido por su vida
Aquel día de 1987 en que dio una clase magistral de Salsa criolla en el Colegio Nacional de Buenos Aires, Enrique Pinti pensó en lo mal que tendrían que estar los programas de historia para que un humorista tuviera que enseñarles.
Mucho no debe haber evolucionado la sociedad para que a treinta años de su estreno, después de tres mil funciones y dos millones de espectadores, el monólogo que sacudiera a la clase media biempensante de la entonces naciente democracia argentina vuelva a la escena nacional. Salsa criolla se reestrenará en el teatro Liceo el 15 de mayo, con producción de Lino Patalano, Carlos Rottemberg y Cipe Fridman. Como una rebuscada alegoría del devenir político, Pinti -autor, director y protagonista- cumple el mito del eterno retorno.
-¿Por qué a los 75 insiste en Salsa criolla?
-Hay un reclamo de la gente que me llama la atención; siempre me preguntan cuándo vuelve Salsa criolla. Aunque haya hecho otros espectáculos de actualidad política, como Pingo argentino o Antes de que me olvide, digo: "Carajo, ¿no les alcanza?". Y, no, porque aquello es inolvidable. Nunca tuve ninguna intención en volver para atrás. Pero un día lo empecé a pensar seriamente?
-¿Qué vigencia tiene una obra que estrenó hace treinta años?
-No tengo más que la visión subjetiva de lo que pasa: tiene el valor de lo que significa ser argentino más allá de cualquier ideología. Y también habla del ADN de los argentinos, que destruye todo: desde 1930 aplicaron todas las fórmulas (ultraliberales, populistas, nacionalistas) y terminaron en lo mismo: el dólar, la inflación, la corrupción.
-Está en los manuales de periodismo: a Pinti hay que preguntarle por Cristina y por Mauricio. ¿No le aburre hacer de oráculo?
-Depende de lo que esté haciendo. Salsa criolla habla de eso, y lo tomo como una extensión de mi trabajo. En cambio, con El burgués gentilhombre o Vale todo preferiría hablar de esas obras. Aunque es cierto que yo contesto todo. Salvo alguna situación extrema: en medio de un estreno, apretujado por cinco mil personas, entre Vicky Xipolitakis y Norma Aleandro, aparece alguien con un micrófono y me pregunta "¿Cómo ve el país?". El país no sé, pero sacame el pie que me estás pisando y dejame pasar que empieza la obra.
-Pareciera que en su ADN la actualidad política está muy visible. ¿Percibe la tensión con sus colegas?
-Somos gente inteligente. No he tenido nunca ningún encontronazo. Puedo no estar de acuerdo con alguien, pero si tiene un talento de la hostia quiero trabajar con él. No es necesario llevar la militancia a los ensayos.
-¿Cómo le caen las manifestaciones explícitas?
-Si quienes lo hacen están convencidos, bien. Cuando se aprobó la ley de matrimonio igualitario estuve ahí e hice campaña por eso. No para agradecer: nunca hay que agradecerle nada a ningún político, para poderte mantener tu independencia. Después salí escrachado como parte de la farándula K. Cuando se cumplió el Bicentenario, también me invitaron como una de las 200 personalidades. ¿Qué voy a decir, que no?
-Entre otras cosas, durante este gobierno se visibilizó el bullying. Cuando la palabra todavía no existía, ¿cómo la padecía?
-Lo tomaba como un chiste permanente: yo soy el gordo. Pero después del colegio nunca sufrí acoso. En cambio, me ocurrió otra cosa: como los actores del teatro independiente eran considerados todos degenerados, drogadictos y melenudos, en épocas de la dictadura no teníamos derechos. Había una negación permanente: así como no tenés derecho a usar el pelo largo o a tener una relación homosexual, tampoco lo tenías para opinar o votar.
-Le faltó decir "comunista". ¿Fue preso por todo eso?
-Por averiguación de antecedentes, como cualquier pelotudo que tenía vida nocturna. Estudiaba, hacía teatro y terminaba en el bowling de Corrientes y Libertad. Allí, la policía se llevaba gente al azar. ¡Tres veces fui preso! En 1974 o 1975 me siguieron desde allí hasta San Telmo. Había ido a una fiesta en El Gallo Cojo (N.dR.: un mítico café concert) y de repente entraron tres tipos para llevarme. Me salvaron Niní Marshall, Marilina Ross y Lino Patalano, que salió a los gritos. Me agarró una persecuta de la puta madre.
El otro Pinti
Entre la curiosidad que le genera la proyección política de Miguel del Sel y la fascinación que siente por los programas de chimentos, nada de lo que provenga del mundo artístico le es ajeno al creador de Salsa criolla. Pero tras la máscara de un locuaz y carismático catalizador de la bronca y la angustia del hombre común, este artista, "una mezcla de Radiolandia y Stanislavsky", devela otras facetas menos visibles.
-Cuando vuelve a su casa, ¿se lleva puesta la carga emocional que deposita la gente en usted?
-No, me siento aliviado. Vuelvo de todas las funciones feliz. Sean monólogos, musicales o Lo que vio el mayordomo, de Joe Orton. ¡Eso es un orgasmo tras otro! Yo admiré mucho a ese señor. Porque se jugó la vida, porque fue extremo. Hablar a través de ese genio, como de Molière, o de Cole Porter, o de Mel Brooks, es sensacional. Aunque lo haga como el orto: eso no importa. Como me decía Mirtha, es la satisfacción del deber cumplido. Vuelvo a casa y siento que sirvo para algo. Que no paso por la vida al pedo.
-¿Cómo es volver y estar solo?
-¡Nunca estuve solo! Siempre viví con mi familia. Salvo dos años y medio (entre 1970 y 1972) en que quise ser independiente. No tenía trabajo, se juntaba la mugre, las camisas se pudrían en un balde porque no sabía lavarlas. El psicoanalista me había dicho "Usted tiene que vivir solo, no puede ser tan pelotudo". Se lo debo al psicoanálisis. Pero yo viví con mi mamá, una tía, mi hermano mayor y mi perro. Quedó mi hermano. Y vivimos fantásticamente bien. El es siete años mayor que yo. Y hoy somos dos viejitos simpáticos.
-Enrique, ¿la gente se enamora?
-¡No! Nunca, pero nunca me pasó. No sentí nunca "el" amor, como pasa en las novelas. La verdad, soy un tipo raro. Calentarme sí, con cualquiera que pasa. Pero amar... A mis amigos, mis compañeros de trabajo. Canalicé todas las posibilidades de amor por ese lado.
-¿Nadie dejó nunca el cepillo de dientes en el baño de su casa?
-¡Nooo, al contrario! Lo que yo quería era acostarme con una persona distinta cada hora del día. Fui un promiscuo. Cuando podía?Ahora soy una persona decente. El amor de pareja es normal y completarse con otro ser humano, mantener una relación sexual y formar una familia es absolutamente natural. Pero nunca lo sentí como necesidad. Jamás. En eso soy bastante pesimista. Me parece un quilombo: si grandes amores terminan siendo grandes odios, por qué voy a apostar por esto. Es una cobardía total y absoluta, reconozco que es miedo a sufrir. No quiero pasar por ese parto doloroso de odiar al que amé. O al revés. Por ahí adopto pibes y nos empezamos a pelear por los pibes. Y que te los saco, y vos no me los sacás, vos te llevás el perro. Es un precio que no quiero pagar.
-¿Otros miedos que lo hayan atravesado?
-Al dentista. Por más que sepa que me voy a morir porque tengo un tumor, no voy si no me duele mucho.
-¿Y a lo que viene no le teme?
-Sí, claro. Tengo la diabetes un poco alta, y me canso mucho. Pero le hago caso a todos los médicos, soy muy buen paciente. Sé que estoy en la recta final. Si tengo suerte, me quedan diez años más. Después de los 85, vamos a ver. Ojalá fuera como Dick van Dyke, que a los 89 hace un show donde todavía baila. ¡Cómo se atreve, ese hijo de puta! Pero hay una diferencia evidente entre alguien como yo y un señor flaquito, que toda la vida hizo ejercicio y no se drogó.
-Usted no es flaquito ni hizo ejercicios. ¿Me está diciendo que se drogó?
-No me drogué por pánico. Supe que si entraba no iba a salir, porque tengo una conducta adictiva. Y si saqué el alcohol fue porque sin llegar a estar borracho, cada dos o tres días sufría unas resacas espantosas.
-¿Cómo salió de la adicción a la comida?
-Por la diabetes. Antes de quedarme ciego o que me corten la pierna, hago cualquier cosa. Sólo tengo un día "permitido" por mes. Quiero vivir estos años en paz. Con los achaques, ya no puedo hacer lo que hacía antes, como subir y bajar escaleras.
-Con los achaques, ¿mantiene la motivación por salir todas las noches?
-¡Sííí, totalmente!
-¿Qué hay de nuevo después de 50 años de actividad?
-Lo que te devuelve la respiración de la gente. Te lo dice cualquier actor. Lo que genera el trabajo frente al público no te lo da ninguna otra cosa.
-¿Y allí se le van sus miedos?
-Si estoy bien de salud física y mental, como soy un animal social, me siento bien. Un actor es alguien que salvo que tenga una enfermedad terminal siempre quiere salir al escenario. Hasta ahora nunca me pasó algo como olvidarme la letra. El día que me ocurra dos o tres veces voy a pensar si me retiro.
Resumen de historia
Setenta años de la vida del país en un solo párrafo
A manera de monólogo anticipatorio de su Salsa criolla, Pinti hace una reflexión sarcástica de las últimas décadas de la historia. "Como mi papá era muy gorila, decía «acá todo lo cagó Perón». Pero al cabo, Perón estuvo diez años. Después del 55 ya no se pudo nombrar. Gobernaron los radicales, presionados por los militares, divididos entre estatistas y ultranorteamericanos. En el 73 volvió el peronismo: se fue al carajo en dos años. En el 76 llegaron milicos manejados por los ministros de Economía. La ruina de esas épocas fue responsabilidad de la derecha, que se queja siempre. O sea: Perón cagó una parte, los militares otra y los liberales y radicales hicieron pequeñas cagaditas. Después vino el intento socialdemócrata de Alfonsín. Lo arruinan, se arruina, no maneja la economía. En la mixtura aparece un peronismo que gira un poco más a la izquierda y un radicalismo conservador. Yo dije «ésta es la fórmula ideal: un peronista contestatario y un radical moderado, ex cadete del Liceo Militar. Las dos antinomias juntas». No me dejaron terminar la frase cuando llamaron a Cavallo de nuevo. Después de cinco presidentes y el duhaldismo llega la década ganada, perdida, robada, cagada, responsabilidad de un peronismo que mutó. No soy de los que dicen que todo tiene que ver con todo, pero la concatenación que hago es que entre todos la hemos cagado. Y le echamos la culpa a los demás: los peronistas a los gorilas, los gorilas a los peronistas y Cristina a los norteamericanos".
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