Conmovió a un país con su voz, Dios le cumplió una promesa y lo golpeó la muerte de su amor: la vida de Néstor Fabián a los 83 años
Nació en un conventillo y se casó con Violeta Rivas, la mujer de su vida; sus inicios a puro pulmón y sus hábitos antes de dormir; por qué el escenario sigue siendo su segundo hogar
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“Mi mamá falleció cuando yo tenía seis años. Y a mi papá lo perdí a los diez. Me crió una mujer de Avellaneda, Rosita, si no iba a parar a un reformatorio. Me salvó la vida. Era muy solidaria y amiga de Aníbal Troilo, Tania y tantos más. Daba clases de espiritismo, una genia”, detalla con palabras entrecortadas por la profunda emoción que le provoca el recuerdo José Cotelo, convertido en Néstor Fabián cuando las mieles del tango y su vozarrón de arrabal lo hicieron popular.
“Nací en un conventillo de Humberto Primo 924. A los 12 años comencé a cantar dando serenatas en mi barrio, San Telmo. Me apodaban Cholito, porque entonaba: ‘Qué te parece Cholito, qué te parece’. Y recién a los 18 tuve documentos. Llegué a la casa de Rosita por su sobrino, cuando yo cantaba en un teatro independiente. En el entreacto de la obra que se llamaba, Virgencita de madera, interpretaba La vieja serenata. Ahí la conocí, me invitó a almorzar, me rescató. Tenía otros chicos adoptados, llegaban pibes que les faltaba de todo. También ayudaba al Hospital de Avellaneda, a los bomberos, ¡qué ser humano!”, agrega ahora con gran alegría.
-¿Es cierto que vivió con ella hasta que se casó con Violeta Rivas?
-Sí, es verdad, jajaja, fue la madrina de mi boda con mi amada Viole, en el año 67. Tenía 29 pirulos. Diecisiete años me soportó Rosita. A mí me fascinaba cantar, me paraba a escuchar a los más grandes en mi barrio cuando daban serenatas. Primero di una prueba con Troilo (Aníbal) a los 16. Fijate qué responsable era que me llevó al Hospital Fernández para que me viera un especialista, un otorrinolaringólogo, y determinara si mis cuerdas vocales soportaban el trabajo que iba a tener en lo sucesivo. El profesional le dijo que todavía era muy chico para tanto esfuerzo. Que podía cantar en concursos y serenatas como lo hacía, pero que no se convirtiera en un trabajo, cantando en las radios, en clubes, en giras, porque no era conveniente.
-¿Y usted se frustró o siguió adelante?
-No, ¡qué va! Al contrario. Cantaba en las cantinas y ahí conocí al Flaco Norberto Aroldi que fue el que me llevó a dar la prueba con Mariano Mores. Con tanta suerte que al tercer día debuté en televisión porque justo “el Maestro” se había quedado sin cantante. Me fue bien, me escucharon en Rosario porque Canal 7 se veía en todo el país y entonces me contrataron para los carnavales en el Club Provincial.
-¿Volvió a tener la chance de cantar con Troilo?
-Sííí, era un genio, un señorazo. Recuerdo que yo iba como cantante con Armando Pontier y él con otro intérprete que no sabía “La última curda” y “Garúa”, y yo sí. Entonces Aníbal me pidió que hiciera esos tangos y le encantó.
-¿Se enamoró a primera vista de Violeta Rivas?
-Y… sí. La primera vez que la vi fue en Canal 13; los dos estábamos en programas diferentes pero con el mismo director. Fui a buscar mi libreto y nos cruzamos. Yo me presenté con admiración y formalidad: “Encantado”. Ella estaba ensimismada y ni me registró. Al tiempo me llama Cacho Fontana para invitarme a Radio El Mundo, justo coincidimos con Violeta, me saluda más efusivamente y comenzó una relación donde conocí a su familia, que era muy numerosa y macanuda. Hacían muchas cenas y una vez por mes me invitaban. Después Violeta pasó a Canal 9 donde yo ya estaba trabajando. Llegó con El Club del Clan del que fue una de las fundadoras. Y nos enamoramos.
-Violeta pasó un momento difícil donde la continuidad de su carrera estuvo en duda, ¿es verdad?
-Es muy cierto. Yo estaba cantando en Canal 13 de la Veracruz, Santa Fe. Salí y vi gente caminando hacia la Iglesia de Guadalupe. Fue en el 66, me incliné, y mágicamente me apareció la imagen de Violeta, que había tenido un problema en Paraná y estaba disfónica. Tenía que hacer otra presentación más y no pudo. Y debía esperar un mes para ver si podía seguir cantando, nada menos. Entonces me incliné y le prometí a la Virgen que si se curaba nos casábamos ahí. Se recuperó y armé una revolución porque familia y amigos invitados tuvieron que trasladarse hasta allá. Pero bueno, era una causa justificada. Nuestra boda fue en marzo del 67 y también la televisó Nicolás Pipo Mancera en sus Sábados Circulares, como la de Palito y Evangelina. El público siempre nos quiso mucho.
-Además hacían presentaciones juntos y les iba muy bien…
-Hacíamos muy buenos dúos porque ella era una cantante que había estudiado lírico. Así vivimos enamorados tres años de novios y cincuenta y uno de casados. Tuvimos una hija, Analía Verónica, que nos dio a Zoe, que significa llena de vida, nuestra nieta. Yo vivo con ellas y me cuidan al máximo. Me llaman siempre para saber dónde estoy, no me puedo escapar a ningún lado En la pandemia no me dejaban salir, me tenían como dentro de un frasco de alcohol, jajaja. Los cantantes podíamos hacer un streaming que otro, pero los actores nada, la pasaron feo, feo, como tanta gente.
-Hace un año más o menos habló del retiro pero sigue vigente, dando pelea y voz.
-Lo que pasa es que estoy contratado por Michelangelo desde 2019. Llegó la pandemia y cuando pensaba retirarme en 2021 porque cumplía 60 años de actuación no lo hice porque no me quería ir inactivo. Y ahora que este restaurante/teatro increíble reabrió y van bien las cosas, el público se va contento porque cena y ve un espectáculo grandioso; la verdad me quiero quedar a vivir. Ojo, no lo digo porque esté yo. Me siento muy cómodo, con todo el elenco tenemos una amistad sobre el escenario y eso se nota, nos ayudamos mucho. Me acompañan y muy bien María Pisoni, Nicolás Ledezma y su orquesta, en guitarra homenaje a Mariano Mores, Mateo Crespi y cinco parejas de baile de tango y folclore extraordinarias.
-¿Y a los 83 se cuida mucho para estar todas las noches sobre el escenario?
-Cuando termino el show me voy a casa, ya tengo preparada la cena, me fumo mi habanito mirando tele con un sorbo de Malbec. Me lo enseñó Mariano Mores, que también fumaba habanos. Porque con el cigarrillo se traga el humo, en cambio con el habano no. Me gusta disfrutar la vida. Recuerdo que a Argentino Ledesma cuando lo invitaba a tomar un café me respondía: “Sí, pero que sea Malbec”. Igual que Julio Sosa, solo tomaba vino y de manera muy sobria, saboreando. Julio me corregía la respiración para que mejorara, todos los colegas me ayudaban cuando empecé. Edmundo Rivero me insistía: “Escúcheme, cante con el interés, no con el capital”. Unos grandes de verdad.
-¿Extraña mucho a Violeta?
-Sí, no te das una idea. Te voy a decir cuántos cuadros tengo de Violeta en el dormitorio (Comienza a contar) Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… Y por supuesto también tengo a mi nieta y a mi hija. Más algunos premios que me dieron.
-¿Se despide de ella todas las noches cuando se va a dormir?
-Claaarooo, sí, antes de acostarme miro dos cuadros. Uno que dice “Feliz cumple abuelo”, que me lo pintó mi nieta. Y luego una foto en la que está Violeta en Bariloche, otra donde estamos juntos en el zoo de Luján con nuestra nieta.
-¿Ella no sufrió, verdad?
-Como tuvo Alzheimer llegó un momento en que perdió la noción de todo. Era muy elegante, se vestía bien hasta para ir al supermercado. La disfruté muchos años, tengo amigos que están al frente de geriátricos, inclusive en el que estuvo Cacho Fontana, que me ofrecían para que la llevara y darle la mejor atención, pero no, yo dije que mientras pueda va a estar conmigo y la voy a cuidar. Y así fue. La atendieron muy bien a través de SADAIC en el Sanatorio Güemes que la trataron como nadie. Al final ya no respiraba, la pasaba muy mal, hasta último momento estuvo conmigo, a mi lado.
-La contención que le brindaron resultó fundamental entonces…
-Seguro, cuando alguien sufre Alzheimer lo más importante es darle amor. Es la única fórmula: amor, amor y más amor. Funciona, mi nieta y mi hija la mimaban. Muchas veces no nos conocía, pero tenía ratos de lucidez, hacíamos cena con amigos en casa para que estuviera contenida y le brindaran cariño. A veces los miraba extrañada, pero no importaba, recibía de todos más y más amor.
-Entonces por lo que parece por ahora no piensa abandonar al tango.
-Es que me siento y me tratan como en mi casa. Creo que hay Michelangelo para rato, jajaja, ojalá. Todos, desde el portero hasta los muchachos que trabajan me demuestran cariño. Uno me dijo “Mi mamá me puso Fabián por usted”, increíble. Me espera todos los días para saludarme. Además, el dueño, Luis Machi, un genio, se preocupa por el artista, siempre me consulta: ‘¿Estás conforme Fabián?’. Le contesto: ‘Estoy fenómeno, qué más puedo pedir si estoy cantando en un lugar de primera. Hoy lo único que le pido a la vida es salud, salud, salud, lo demás lo arreglamos.
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