En poco menos de una década y media, El Mató a un Policía Motorizado construyó una carrera que sirvió tanto para poner en primer plano a la escena independiente post cambio de milenio como también darle forma a un recorrido con sendero propio. Bastante agua pasó bajo el puente entre los shows en Pura Vida y el sótano de Unione y Benevolenza, un derrotero que va de EPs registrados a pulmón en La Plata a grabar en cinta analógica en los estudios Sonic Ranch en Texas y que desembocó en su primer show masivo (y, probablemente, el más largo de su carrera) por fuera de su ciudad natal el sábado en Tecnópolis.
Con una lista de treinta temas centrada en sus dos últimos discos, la banda liderada por Santiago Barrionuevo plantó bandera con una acumulación de yeites que a esta altura funcionan como carta identitaria de su universo privado. Con los músicos casi indistinguibles en un escenario dominado por nubes de humo e iluminación a contraluz, "El magnetismo" ofició de comienzo a marcha lenta y con la súplica de cuidarse mutuamente ante un mundo peligroso, justo antes de que "La cobra" acelerara el pulso con su pequeña lista de placeres cotidianos para poder seguir adelante.
Poco después,"Día de los muertos" hizo gala de uno de los mayores talentos de El Mató: construir épica desde la economía de recursos, en este caso dos notas de bajo a paso de gigante que sostuvieron un clima que fue de menos a más a partir de los cimbronazos distorsionados de Pantro Puto y Niño Elefante. Pero donde muchos encuentran una fórmula en la que jugar sobre terreno firme, Barrionuevo y los suyos hallaron un piso desde el cual seguir construyendo, como lo dejaron en claro la fragilidad anabólica de "La noche eterna" y los cruces de ritmos y climas de "Las luces". En el medio de ambas, "La síntesis O’Konor", un kraut rock de sintetizadores voladores y guitarras acuosas tocado con virulencia ramonera.
"Terrorismo en la Copa del Mundo", con Mora Sánchez Viamonte de 107 Faunos como cantante invitada, fue el comienzo de un segmento centrado en lo más añejo de su repertorio, en donde también sonaron "Sábado", "Amigo piedra", y "Navidad en Los Santos". Antes de "Alguien que lo merece", se desató entre el público un canto en contra de Mauricio Macri; y allí donde otros piden mesura o silencio, El Mató apuesta por lo contrario: "¿Están cantando contra Macri? Por favor, sigan", agregó Barrionuevo entre sonrisas. Más adelante, el inesperado vuelco dancefloor friendly de "Destrucción" y el aire de derrota asumida de "El mundo extraño" (el tema que Rivers Cuomo quisiera en su haber) desembocaron en la atmósfera espesa de "El fuego que hemos construido".
El comienzo de los bises tuvo a la melancolía como denominador común. "Madre" y su ritmo en slow motion se hermanó con el microdancing de "Fuego" y la depresión sin épica de "El tesoro" y el recuerdo de los amigos de la infancia de "Yoni B". El vuelco de intensidad de "Chica de oro", "Ahora imagino cosas" y "Más o menos bien" parecían prometer que la jornada no tenía fin programado, pero la sensación duró poco. "Ustedes saben que todo termina en algún momento, siempre", la frase enigmática con la que Barrionuevo anunció la despedida convirtió a "Chica rutera", "Mi próximo movimiento" y "Prenderte fuego" en tres ejercicios de ruidismo con la distorsión y los acoples como vehículo catártico, al menos hasta que un nuevo show traiga tranquilidad ante la incertidumbre.
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