En su cuarta entrega, Mi villano favorito recupera el espíritu lúdico de sus orígenes
A quince años de su primera aparición en el cine, la exitosa serie animada regresa con un personaje central que agranda sus responsabilidades y el inconfundible aporte de los Minions
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Mi villano favorito 4 (Despicable Me 4, Estados Unidos/2024). Dirección: Chris Renaud y Patrick Delage. Guión: Mike White y Ken Daurio. Música: Heitor Pereira. Edición: Tiffany Hillkurtz. Con las voces originales de Steve Carell, Kristen Wiig, Will Ferrell, Sofía Vergara y Miranda Cosgrove. Distribuidora: UIP. Duración: 95 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: muy buena.
Sostener en el tiempo una marca tan exitosa como la de Mi villano favorito es un desafío que se abre a la comodidad o al riesgo. Como ocurre con casi todos los éxitos prolongados del cine de animación más grande y exigente, el que producen los estudios de Hollywood en busca de una repercusión global, el destino aparece definido por la tensión entre esos dos factores.
La primera alarma en ese sentido se encendió en 2017, cuando Mi villano favorito 3 no mostró otra idea que la de inventarle a Gru un hermano gemelo con mucha plata y manías de grandeza que encarnaba todos los clisés de la cultura pop de la década del 80. Hasta los buenos chistes de humor físico (todo un sello de esta serie y de las producciones de los estudios Illumination) quedaban condicionados a la machacona repetición de los lugares comunes de ese tiempo. Otra manera de hacer la plancha.
Lo primero que nos dice esta cuarta película es que los responsables de la marca tomaron debida nota de este déficit. Mandaron al freezer a Dru (el gemelo de marras) y recuperaron al mismo tiempo buena parte del sentido original de la historia. En su origen, como lo mostraba el brillante largometraje debut de 2010, Gru era un villano que aprendía a ser padre de tres niñas adoptadas, Margo, Edith y la encantadora Agnes.
La incorporación de Mike White (el creador de The White Lotus) como guionista debe haber tenido bastante que ver con estas decisiones. Primero, este nuevo capítulo le devuelve a Gru su instinto paterno. Junto a Lucy Wilde agrandó la familia con la llegada de Gru Jr., un bebé muy despierto, muy observador y no precisamente dispuesto a dar el ejemplo. Enseguida se activa en el pequeño algún gen paterno que lo impulsa a hacer lío o alguna pícara trapisonda contra su propio progenitor.
El pasado también vuelve para Gru en la figura de Maxime Le Val, una especie de némesis de sus tiempos de estudiante que, además de mandarse la parte, tiene poderes especiales para mutar. Conserva en su rostro la fisonomía humana, pero parte de su cuerpo puede transformarse en algo parecido a una enorme cucaracha.
Gru, lo sabemos, ahora está del lado de los buenos y trabaja para la AVL (Anti-Villain League). Primero consigue atrapar a Le Val, pero cuando su antiguo rival logra escapar de la cárcel, la AVL transforma a nuestro nuevo héroe y su familia en testigos protegidos y los fuerza a cambiar de identidad. Allí aparece otro nuevo personaje, Poppy, una adolescente muy despierta que quiere recibir de Gru lecciones de villanía. Y las cosas empiezan a complicarse.
El guion de White y Ken Daurio (que escribió todas las películas previas) propone varias atracciones simultáneas como si estuviéramos en un gran parque temático: el enfrentamiento directo entre Gru y Le Val, la paternidad ampliada del personaje central, lo que le pasa a Lucy con su nueva identidad, las peripecias de las tres niñas y, por supuesto, las andanzas de los Minions, que vuelven a demostrar que funcionan mucho mejor en un papel gregario que como protagonistas de sus propias historias.
Aquí, por ejemplo, los bichos amarillos son objeto de un experimento planeado por la AVL para mejorar su rendimiento en la lucha contra los malos. De esas maquinaciones surgen unos Minions “recargados” con desopilantes poderes especiales que funcionan casi como una parodia de Los Cuatro Fantásticos. No será esta la única referencia a la que recurre Mi villano favorito 4 en su espíritu burlón: también hay citas bastante explícitas a Los increíbles, a Ratatouille y a las películas de Misión: imposible en medio de algunos de los mejores chistes visuales de toda la historia de los Minions, genuinos herederos como nunca de la noble historia del slapstick. Los vemos patinar, tropezar, correr, explotar, hacer equilibrio y muchas cosas más con un timing cómico incomparable y el gran talento de Pierre Coffin para ponerle voz a su delirante jeringonza.
Hay coherencia y estilo en la suma de estas subtramas que nunca pierden el eje. Nos hubiese gustado que se aprovecharan más las posibilidades visuales de algunos personajes (las niñas, salvo Agnes y Lucy, tienen pocos momentos de brillo propio), pero la historia funciona y se corona en un fin de fiesta notable al que se suman inclusive los villanos de las entregas anteriores.
En las poquísimas funciones subtituladas disponibles podrán disfrutarse las excelentes voces de Steve Carell (Gru), Kristen Wiig (Lucy), Will Ferrell (Le Mal) y Sofía Vergara (Valentina). En las copias dobladas, María Becerra pasa casi inadvertida como la voz de Poppy.
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