Susana Giménez y Verónica Castro se tiraron en tirolesa, en Acapulco
Luego del programa dedicado a Carlos Tévez, el segundo especial de Susana Giménez encontró a la diva recorriendo Acapulco junto a Verónica Castro , una de sus grandes amigas. Las dos mujeres pasearon y se divirtieron en esa ciudad, en la que realizaron todo tipo de actividades y dialogaron sobre sus vidas, sus romances, algunas tristezas y qué esperan del futuro.
El especial comenzó con Verónica dándoles la bienvenida a Susana y a su hija Mecha en su lujosa mansión. Allí les contó que "esa casa tiene mucha historia", y las invitó a recorrer el gigantesco lugar, que no solo tiene varias habitaciones para huéspedes, sino también jacuzzi e incluso una pileta en altura. En ese ambiente, Susana le dijo a Verónica que iba a preguntarle de todo, y que quería "conocer su vida", a lo que Verónica respondió entre risas: "¡Como si no la conocieras!".
Antes de realizar la primera de las actividades, las divas tuvieron un sincero diálogo mientras viajaban en camioneta. Muy relajadas, espontáneas y a solas, Verónica rememoró el momento en el que le tocó cantar en un festival japonés una canción en ese idioma, una pieza que recordó y volvió a recitar. Ella reconoció que no se pensaba como cantante, pero que a esa canción le fue muy bien en Japón. Sobre la carrera profesional de su hijo, contó: "El que me agarró totalmente desprevenida para cantar fue Cristian [Castro]. Sabía que era entonado, pero no que tenía esa voz". Escuchando la radio del vehículo, ambas se entusiasmaron cuando comenzó a sonar un tema de Cacho Castaña y la mexicana se reconoció como una fan del artista argentino.
Luego de animarse a protagonizar una arriesgada prueba en la que se tiraron por tirolesa, las dos amigas se reencontraron en el living de la mansión y allí mantuvieron otro espacio para la charla. En la informal entrevista que Giménez le realizó a su anfitriona, la diva de los teléfonos contó que desde hace unos meses ya no toma alcohol luego de una mala experiencia, y Verónica respondió: "Yo dejé el cigarro. Lo que tengo en la mano es un puro. Pero lo prendes y te haces la tonta, porque no lo puedes fumar".
El tema del cigarrillo fue el puntapié ideal para que Castro hablara sobre La casa de las flores, la serie que protagonizó en Netflix y en la cual realizó uno de los trabajos más atípicos de su carrera . Primero reveló que como su personaje fuma marihuana regularmente, ella pidió probar pero que la producción se negó rotundamente. Luego expresó los conflictos que tuvo con Virginia, su papel en esa ficción: "Soy conservadora y me costó trabajo aceptar el guión porque tenía escenas de cama y fumaba churros. Yo estaba acostumbrada a hacer personajes de pobrecita y dar con un personaje que se fuma un porro era difícil". Susana le recordó que en muchas charlas telefónicas que mantuvo con Verónica le insistió mil veces con que no debía dejar escapar la posibilidad de encarnar a Virginia.
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Más adelante Castro confesó que de joven sentía que su vocación era la de ser monja: "Llegué a tener hábito. Yo estudiaba corte y confección, y me lo hice". Pero según contó, ese sueño quedó trunco y cuando a los catorce años conoció a un político que fue al lugar en el que ella vivía, no dudó en pedirle una cosa muy concreta: "Le dije que quería ser actriz. Yo sabía que su suplente era Andrés Soler, un gran actor que tenía una academia de actores. Le pedí una beca y al día siguiente me aceptó en la escuela de actuación".
Luego Verónica se puso seria para contar un difícil momento de su vida: "El hambre es terrible. Yo sí entiendo a la gente que puede llegar a matar por un pedazo de pan (...). Ahora me tengo que dar el permiso de empezar a sentir los sabores, a gozar, porque hubo demasiado trabajo". También repasó su carrera desde sus inicios y explicó que de a poco debió estudiar locución, aprender a cantar y que solo de esa manera pudo dar sus primeros pasos profesionales. "Estuve como quince años de comodín en los pasillos de Televisa, hasta que me dieron la oportunidad en Los Ricos también lloran".
Por último, el segmento lo terminaron ambas divas dialogando sobre la posibilidad de formar pareja nuevamente, sobre lo que Susana expresó: "Llega un momento de la vida en la que una quiere estar sola". Verónica, respondió: "Yo no siento la falta de alguien que me abrace o bese". Su amiga argentina concluyó: "Eso es porque hemos tenido desengaños". Una vez que terminó ese extenso diálogo, las dos decidieron relajarse e ir a tomar tequila.
Las siguientes actividades que compartieron en el especial consistieron en pescar, hacer yoga e incluso cantar en un bar al ritmo de Rata de dos patas, de Paquita la del barrio. En un segundo viaje en camioneta que encontró a ambas charlando en un clima mucho más íntimo, Verónica reveló una de las grandes angustias de su vida: que no puede ver a sus nietos mayores. "Espero que Dios me dé vida para tenerlos un poquito más", dijo la actriz, notablemente triste por esa falta de comunicación con sus nietos.
El especial tuvo un broche de oro en el que Verónica y Susana, muy relajadas en una pileta, contestaron un breve cuestionario que les fue haciendo Mecha. En ese picante ping pong, las dos confesaron su miedo a la enfermedad, como así también qué es lo que debe tener un hombre para ser un buen amante. Por último, ambas intercambiaron las banderas de sus países y demostraron que, a pesar de la distancia, su amistad está más firme que nunca.
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