En las altas cumbres de la musicalidad
Concierto. El Coro Nacional de Niños dio una muestra de su brillante presente
Los niños bajan del escenario y en fila india van cantando por el pasillo la bellísima "Canción del adiós", rumbo al hall del teatro Gran Rex. Esta legendaria melodía "Auld Lang Syne" ("Hace mucho tiempo" o "Por los viejos tiempos"), que identifica las despedidas del Coro Nacional de Niños, lleva versos del poeta británico Robert Burns, cuyos poemas fueron escritos en dialecto escocés. Es un mensaje de fraternidad, de invitación a celebrar con amor los buenos momentos de un pasado.
En la salida del teatro se instaló un inusual clima de euforia. Jóvenes y gente mayor departen con los cuarenta niños en este final de otro de los Conciertos del Mediodía del Mozarteum Argentino. Un señor mira sonriente. "Entre tanto caos, un poco de luz", dice, y confiesa: "Me siento conmovido por la excelencia musical de estos chicos, por suerte esta directora, María Isabel Sanz, hace maravillas con ellos, como excelente sucesora de Vilma Gorini".
Y pensar que nosotros pensamos arrancar este escrito con la exclamación: "¡Al fin el admirado y amado Mendelssohn coral!". Porque de verdad nos redime un poco de tanto repertorio de música contemporánea experimental que prolifera entre nuestros diversos coros hasta la saturación.
Es otra vez, en estos Tres Motetes opus 39, el Mendelssohn excelso de la música religiosa en latín, lejos de sus dos monumentos: los oratorios Elías y Paulus, y muy cerca de la fe sin remilgos y de la devoción acendrada; entre la música religiosa "artística" y la liturgia de la Reforma luterana.
A través de las voces de los niños del Coro Nacional, entretejidas con el minucioso piano de Alberto Biggieri (que suple al órgano original), María Isabel Sanz nos cautiva con los más exquisitos fraseos y matices para hundirse en el sentido más profundo de cada uno de los diferentes climas; del "Veni Domine", del Laudate pueri y del Surrexit Pastor bonus, con admirable flexibilidad, ya que en ellos Mendelssohn ha plasmado las diversas estéticas, desde Palestrina hacia el Barroco.
Nada tienen que envidiar nuestros chicos a los más eminentes coros europeos al asumir esta obra.
El programa incorporó obras de varios creadores argentinos. Tres imágenes de mi tierra, de Emilio Dublanc, con reminiscencias telúricas de Cuyo; la conocida versión coral del tradicional Arroz con leche, de Carlos Guastavino; la desafiante trama armónica de "Barrilete de luna", de Irma Urteaga, en homenaje a la fundadora del Coro, Irma Gorini, y finalmente el difundido Quodlibet de canciones infantiles argentinas, de Guillermo Graetzer. Un solo bis con la alegre cueca Pongale por las hileras, de Félix Palorma, bastó para confirmar que con María Isabel Sanz el coro ya conquistó las más altas cumbres de musicalidad.
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