
En la senda de los capocómicos
"Poné a Francella", ciclo humorístico con Guillermo Francella. Elenco: Gabriel Goity, Carmen Vallejos, Roberto Carnaghi, Toti Ciliberto, Daniela Cardone, Florencia Peña y Julieta Prandi, entre otros. Autores: Ricardo Talesnik, Ismael Hase, Sergio Vainman, Daniel Dátola, Oscar Tabernise y Marcelo Olmedo. Dirección actoral: Alberto Fernández de Rosa. Producción artística: Guillermo Francella. Escenografía: Roberto Domínguez. Iluminación: Mario Contreras. Producción: Mariano Berterreix. Producción general: Angel Mele. Dirección: Víctor Stella. Los miércoles, a las 21, por Telefé. Nuestra opinión: muy bueno
"Poné a Francella" continúa uno de los tradicionales caminos del humor televisivo, el del show revisteril, un formato que, por ejemplo, allá por 1987 se ponía en pantalla con "Las gatitas y los ratones de Porcel".
Chicas lindas, algo de baile coreografiado, un buen elenco y, fundamentalmente, un fuerte capocómico es lo que necesita ese tipo de programas. "Poné a Francella" lo tiene todo. Y aún más porque logró constituir un grupo autoral experimentado que dio con un tono humorístico moderno y tradicional a la vez, inteligente, pero no pretencioso.
Los primeros minutos de "Poné a Francella" ubican al espectador, primero, frente a un amplio escenario con una gran escalera -tal como puede esperarse del teatro de revista-. Luego, sale a escena el cuerpo de bailarinas. Finalmente, hace su entrada estelar el capocómico: Guillermo Francella, de elegante smoking.
(Este será el momento en que el televidente quede prendido a la pantalla o cambie rápidamente de canal, porque Guillermo Francella no es una excepción en la historia de los capocómicos nacionales: casi todos fueron admirados con fervor o despreciados con impiedad hasta que, por caso, la muerte prodigiosa los sacara de la chabacanería para subirlos al pedestal del mito.) Pero, en fin, de la entrada estelar en adelante el programa intercalará el escenario teatral con el videotape. Francella y otros miembros del elenco aparecerán en el estudio como un breve anticipo de lo que vendrá para adentrarse luego en la escenografía que, a la vuelta del decorado giratorio, los espera para un nuevo sketch. Un ejemplo: aparece Francella con camisa y saco, sin corbata, y se suma a las bailarinas en un último tramo de coreografía. Cumplida esa tarea se da vuelta, corre hacia el fondo escenográfico, en el camino alguien le alcanza un teléfono y así entra al decorado de la casa de familia donde ya no es Francella sino ese hombre obsesionado, al estilo de la película "Belleza americana", por la compañera de colegio de su hija de 17 años.
De buen humor
Como todo clásico programa de sketches, "Poné a Francella" se basa en la repetición. Algunos de las historias semanales son: el político y su asesor de imagen, charla de hombres en el sauna, el padre de familia ya citado, el masajista y el vendedor de ropa de hombres.
Sin lugar a dudas, este último sketch supera al resto tanto en calidad autoral como actoral. Guillermo Francella es Roberto, un vendedor de un negocio de ropa de hombres. Gabriel Goity es Patricio Lacroix, un señor de la alta sociedad, muy masculino, pero demasiado interesado en Roberto, a quien llama "Robert", "Blue eyes" u "Ojitos azules". La lucha entre vendedor y cliente es hilarante por la composición de los personajes y por los vericuetos que los autores van agregando a la estructura fija del sketch. Pato Lacroix juega en el borde una seducción violenta y ambigua, Roberto resiste como puede, pero limitado por su papel de vendedor (el cliente siempre tiene razón) y porque la sexualidad de "el señor Pato" se manifiesta ciclotímica. Para quien tenga buena memoria, vale agregar que la dupla Pato-Robert sería como una versión posmoderna de aquel sketch que Ricardo Espalter y Enrique Almada protagonizaban como el dueño de una disquería y el cliente gay que iba escuchar boleros.
Reacción rápida
Una de las mayores virtudes de "Poné a Francella" es su capacidad de reacción ante los obstáculos a corto y mediano plazo. En el corto plazo, Francella es el maestro en salir de las dificultades que cualquier estudio de grabación le depara a un actor. Además, con cada emisión va encontrando en su personaje más transitado, el del hombre que cuenta sus anécdotas a una ronda de amigos -esta vez todos en un sauna- cierto perfil ácido que lo protege del humor simplista al que muchas veces ha debido recurrir.
Las modificaciones a mediano y largo plazo tienen que ver con el equipo autoral que pasó de un debut más que interesante a una segunda entrega sin brillo. Para la tercera semana todo había sido solucionado y cada sketch, conservando su estructura, había ganado en giros sorpresivos.
Por último, nada mejor que un buen director para contar en imágenes y un sólido elenco -Carmen Vallejos, Roberto Carnaghi, Florencia Peña, Mariana Briski y Toti Ciliberto- para enriquecer cualquier propuesta.
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