Entre lágrimas y risas, Guido Süller leyó las cartas íntimas que le mandaba Ricardo Fort
Durante su paso por el podcast Correo no deseado, el actor abrió el arcón del pasado y compartió las misivas que intercambió con el empresario chocolatero; en diálogo con LA NACIÓN profundizó sobre su pasional vínculo
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Cómplice, doloroso, candente y, sobre todo, pasional. Así fue el romance que vivieron Guido Süller y Ricardo Fort, mucho antes de convertirse en los gigantes mediáticos que supieron protagonizar algunos de los momentos más destacados de la televisión nacional. A pesar de que el noviazgo duró un año y medio, las vivencias que tuvieron alcanzaron para una vida entera de anécdotas y recuerdos. A nueve años de la muerte del empresario chocolatero, el excomisario de a bordo compartió las cartas románticas que intercambiaron en ese tiempo y, en diálogo con LA NACIÓN, recordó los momentos mas ardorosos de su relación.
Con la mente y el corazón puestos en un amor no correspondido, Guido se miró fijo en el espejo y decidió que, esa noche, volvería a su casa solo. Luego de establecer esa única regla para la velada, se dirigió a Bunker, uno de los boliches gay más frecuentados de la época. Lo nunca se imaginó es que, ese mismo día, conocería a la persona que cambiaría su vida para siempre.
Mientras se movía en la pista acompañado por la música rítmica y estridente, sintió que alguien intentaba llamar su atención. Al darse vuelta, lo vio a Ricardo quien, descaradamente, intentó sacarlo a bailar. “Tenía una camisa de raso azul desabrochada hasta el ombligo, cadenas, un jopo gigante. Era demasiado llamativo”, relató el personaje principal de esta inusual historia de amor. Determinado a cumplir su promesa, lo despachó. Pero el galán, no conforme con la negativa, desplegó todos sus encantos par atraer al muchacho rubio de ojos claros que tenía en frente.
Cuando vio que ni su belleza ni carisma surtían efecto, jugó su última carta: “Tengo una empresa”, dijo. Sin creerle (”¿Qué iba a tener una empresa si ni sombra del bigote le crecía?”, exclamó), Guido lo rechazó una vez más. Con el orgullo herido, Ricardo disparó desafiante: “Si a las 6 de la mañana seguís solo, te invito a mi auto y vamos a la fábrica”.
A las seis en punto, el joven de la camisa de raso fue a cumplir su promesa. Buscó a Guido, lo llevó hasta la fábrica y lo invitó a entrar. Le permitió que agarrara todas las cajas de chocolate que quisiera pero, a cambio, le pidió un beso. Con ese dulce pero triunfal gesto iniciaba lo que sería una apasionada pero dolorosa historia de amor.
Claro está, todo comenzó cuando los personajes eran simplemente Guido y Ricardo, mucho antes de que los apellidos Süller y Fort inundaran cuanta tapa de revista se publicara. En esa época eran simplemente dos jóvenes de 19 y 21 años que daban sus primeros pasos en el amor en un mundo en donde la gente no veía con buenos ojos el hecho de vivir su sexualidad con libertad y, mucho menos, con orgullo.
“Era una época en donde ser gay estaba prohibido, nadie sabía cómo era realmente Ricardo porque todos fingíamos. Todos hacíamos un papel para la sociedad, nadie se mostraba tal cual era porque no se podía. Estábamos enamorados y no podíamos gritar nuestro amor a los cuatro vientos. Nuestra historia de amor era secreta”, recordó Süller en diálogo con LA NACIÓN.
“Era un amor prohibido entonces tenía fuego. Cuando a un ser humano le prohíben algo, lo desea diez veces más. Nos encontrábamos a escondidas, hacíamos el amor en cualquier lado. Hacíamos ese acting de que no se notara que éramos gay, nos guiñábamos los ojos o nos tocábamos con la pierna por debajo de la mesa. Había toda una complicidad y un juego de de señas. Quizás nos levantamos de la mesa y nos reventábamos a besos en la cocina, en el baño, en cualquier lado. Y después volvíamos como si nada. Éramos felices”, manifestó, con la la voz cargada de alegría de quien logra revivir una de las mejores etapas de su vida con tan solo cerrar los ojos.
El exmodelo revivió los momentos más destacados de ese acalorado vínculo durante su paso por Correo no deseado, el podcast conducido por Malena Guinzburg y Connie Ballarini. Allí, a su vez, leyó en voz alta algunas de las cartas románticas que le dedicó Fort a lo largo de esos dieciocho meses de relación. La charla estuvo atravesada por el humor, el desparpajo, la emotividad y, como no podían faltar, las fuertes revelaciones.
Luego de repasar los momentos más apasionados que vivieron, el lugar más extraño en donde tuvieron relaciones sexuales -que fue el escritorio del padre de Ricardo- y lo felices que fueron juntos, Guido recitó una carta que le llegó como un intento de reconciliación.
“Bebé, ¿Qué voy a hacer con vos? Yo sé que mi carácter es muy fuerte y a veces soy imposible de soportar. También sé que tengo sentimientos puros y sinceros. Lo que tengo muy claro es que te quiero mucho. En toda pareja hay discusiones, y esas discusiones, cuando hay amor, hacen que existan reconciliaciones que son mas fuertes que las discusiones mismas. Pero cuando hay siempre peleas, la convivencia se hace pesada y provoca dolor de cabeza. Si existe amor, la pareja busca juntos una solución. Pero, si no lo hay, esas peleas son excusas para una separación. La solución que veo es que me demuestres lo que sentís. Creo que no pido nada del otro mundo. Toda persona necesita saberse querida y toda persona necesita que le demuestren ese querer, y más yo, que soy muy sensible y que en mi vida recibí muy poco afecto. Guido, hagamos crecer esta pareja. Hagamos que sea solida y que este llena de amor y comprensión. Te quiero hasta lo imposible. Sos lo más en mi vida. Sos la felicidad que necesito, RAF (Ricardo Aníbal Fort)”.
Guido Süller comenzó con tono jocoso e, incluso, se interrumpió varias veces para acotar alguna broma o comentario irónico. Sin embargo, a medida que avanzaba la lectura, un nudo le invadió la garganta. “Ahí él confiesa que estaba carente de afecto”, señaló, apenado. Y continuó: “A nosotros nos unía el desamor. De parte de mi familia, porque mi mamá tenía muchos hijos, entonces se tenía que repartir. En el caso de él, eran más fríos. Siempre se hablaba del dinero. Aparte, él era la oveja descarriada. Nunca vi a los padres ni abrazarlo, ni besarlo, ni decirle ‘te quiero’”.
“¿Y por qué se pelearon?”, quiso saber Malena Guinzburg al escucharlo. “Por infidelidades”, contestó escuetamente el actor. Ambos eran muy jóvenes y Ricardo estaba desesperado por vivir, por acumular nuevas experiencias y por vinculares con diversas personas. Esto resultó en muchas traiciones que Guido, a pesar del profundo amor que sentía, no pudo soportar.
Süller le puso un final al noviazgo porque el dolor de la separación era menor que el de sentirse constantemente herido por las mentiras de Fort. Pero, como bien expresó al comienzo del Podcast, al joven heredero nadie le decía que no. Desesperado, se presentó en la casa de su amado para volver a ganar su cariño y, al encontrarse con una negativa, se tiró al piso y se aferró a su tobillo mientras le pedía a los gritos que no lo dejara. Pese a eso, no consiguió lo que buscaba.
Lejos de terminarse allí, la relación continuó, aunque nunca volvió a ser como antes. Varios meses después de ese episodio comenzaron a reunirse frecuentemente para mantener los apasionados encuentros que tanto caracterizaron su noviazgo. Pero Ricardo ya no era el joven dulce y romántico de antes, todo lo contrario, cada vez que se veían tenía algún comentario despectivo para hacerle a Guido. “Él me rebajaba. Me decía ‘mirá con quién estuve, mirá lo que sos, ¿cómo pude estar con alguien así?’. Yo tengo operada la nariz porque él me decía que tenía nariz de cul... de pollo”, narró en su charla con Guinzburg.
Ahora, Guido puede entender aspectos de Ricardo que en su momento no pudo. Comprendió su necesidad de vivir la mayor cantidad de experiencias lo más rápido posible, lo felices que fueron juntos y que Fort, una vez convertido el personaje mediático que fue, nunca volvió a alcanzar esa alegría. “Yo me llevo lo lindo de él. Su luz y su energía de no las volví a encontrar en otro hombre”, reveló a LA NACIÓN.
“Con las cartas de amor, yo tuve la necesidad de mostrar que había un costado de Ricardo súper sensible, romántico y con un corazón lleno de amor para dar”, aseguró. Y finalizó, con una sonrisa de ensueño: “Yo ya lo lloré bastante. Nos reencontraremos algún día y él me dirá ‘che b**udo, ¿qué cosas estas diciendo allá en la Tierra?’”.
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