En el principio del jazz fue Satchmo
La de Armstrong es la historia de un genio musical del siglo XX que influyó decisivamente en la música popular.
Daniel-Louis Armstrong nació, se supone, el 4 de julio de 1900 en Nueva Orleáns, en el barrio pobre de Perdido. La fecha es apócrifa y se da por cierta, porque al no haber sido anotado en su momento, como sucedía con los negros, se lo inscribió después coincidiendo con el día patrio.
Se cuenta que desde jovencito cantaba en los cabarets para ganar algún dinero, y que con Bunk Johnson tomó los primeros rudimentos de la técnica de la corneta. Una sencilla anécdota marca el comienzo de su vocación. En 1913, en plenas fiestas de fin de año Louis se entusiasma con la pistola que supo ser de su padre (obrero de una fábrica, casado con una sirvienta, que lo había abandonado después de nacer) y la emprende alegremente con tiros al aire, como quien lanza petardos. Su inocente festejo era, sin embargo, una típica contravención que le valió ser conducido al Waif´s Home.
El destino quiso plasmar en él aquel refrán de "no hay mal que por bien no venga". En efecto, uno de los vigilantes de la correccional, M. Davis, sería quien le impartiría nuevas lecciones de corneta que él se apresuraba a descifrar. Muy pronto sabría emplearla en un pequeño grupo que él se encargaría de dirigir.
Un año más tarde Louis -cuya vida era la de un verdadero niño y adolescente abandonado- sale de la casa de corrección y se dedica a vender diarios, a llevar carbón, a trabajos en una lechería, y las veces que encuentra reemplazantes en estas changas, a participar en los conjuntos musicales de su ciudad entre fiestas y entierros, tan común entre los negros.
Se inicia una trayectoria
De 1914 a 1917, pese a que vive penosamente, se revela como uno de los mejores artistas de Nueva Orleáns.
En 1918, Kid Ory lo acoge en su orquesta. Y el muchacho no tiene, a partir de entonces, otro métier que el de músico. De 1920 a 1922 realiza viajes en un gran barco y visita ciudades como Memphis, Saint-Louis, Saint-Paul.
Armstrong era uno de los pocos que permanecían en Nueva Orleáns luego del éxodo provocado tras el cierre de las casas de diversión en Story Ville. Su partida a Chicago fue en 1922, cuando lo convoca Joseph "King" Oliver para integrar su grupo, la Creole Jazz Band, en el que permanece por espacio de dos años. Oliver, que se regodeaba con su título de Rey del Jazz, al comprobar la genialidad de Louis se guarda bien de permitirle asomar como líder.
Una etapa decisiva
En 1924 es llamado por Fletcher Henderson a Nueva York. Louis conquista el Harlem y deviene el músico negro más popular de América del Norte.
Louis funda después, sucesivamente, entre 1925 y 1929, las Hot Five y Hot Seven, con las que realiza varias grabaciones que serán antológicas en la historia del jazz. Entre sus músicos se encontraba un fenómeno del piano, Earl Hines, que aplicó en el teclado la técnica trompetística de su líder, y con ella creó toda una escuela de toucher pianístico. Una tercera fundación memorable llegaría a fines de los años 40, con los All Stars de Armstrong, que triunfaron en todo el mundo. Entre los conciertos memorables cabe citar el de Boston, en 1947.
Como afirma James Lincoln Collier en su biografía del músico, "por diversas circunstancias fortuitas y por el resultado de una buena administración, en 1949 Louis Armstrong se había convertido en una verdadera estrella.
"Ya no era sólo uno entre muchos conocidos animadores negros; estaba alcanzando la cumbre, ahí donde con la sola mención del nombre se logra atraer multitudes". Dejaba de ser simplemente un músico de jazz para convertirse en estrella.
En 1952 los lectores de Down Beat lo votaron como "la figura musical más importante de todos los tiempos". Duke Ellington salió segundo. Y Bach, séptimo...
Esta sería, sucintamente, la etapa fundacional y fundamental del genio impar de Louis Armstrong. Una vida prolífica. Inabarcable.
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