En el nombre de Osvaldo Pugliese
El Club Atlético Huracán se convirtió en sede del festival, que terminará pasado mañana
La sede del Club Atlético Huracán, frente al Parque Patricios, parecía una milonga de una sociedad de fomento de barrio. Un salón con mesas de manteles rojos, ubicadas en torno de la pista de baile, y más allá una cancha que también se convirtió en pista, con parrillas de luces, dos escenarios y una bola de espejos.
Todos tenían la estampita de Pugliese -sí, de Osvaldo, santo antimufa y protector de los músicos- que se repartía en la entrada, y un folleto que sirvió de abanico para amortiguar la sensación térmica de 39 grados. Hoy, si el tiempo lo permite, cumplirá su función de agenda turística del Festival Buenos Aires Tango, que culminará el próximo domingo.
La bola de espejos seguía ahí, colgada y estática. Nadie le prestó atención cuando, sobre el escenario, la Orquesta Escuela Tango entregaba una impecable versión de "La bordona", el tema de su director, Emilio Balcarce. Una parte del público se sentó a escuchar desde las tribunas, otra decidió participar; vencer la timidez y animarse en pareja a encarar la pista. En todos los espacios algunas luces rojas y amarillas ayudaron a barrer las inhibiciones, a soltarse.
Los que llegaron más tarde subían y bajaban por las escaleras sin rumbo fijo, con la necesidad de reconocer el terreno: "¿Y qué hay en el fondo?". Otra cancha-pista, con parlantes y más milonga. En la grey tanguera de anteanoche convivieron personas de todas las edades. Muchachos y señores; veteranas bien empilchadas y paicas y grelas que se pasearon con naturalidad, sin darse dique de su juventud.
El lunfardo vale para este contexto, aunque es cierto que algunas palabras pueden sonar anticuadas, ya que la idea es ligar al tango con el presente de Buenos Aires. "De ahora en más, queremos que el tango se baile", decía el bailarín Miguel Angel Zotto, antes de comenzar su exhibición. La frase no explica demasiado. Pero ese "de ahora en más" apunta a que la danza no sea apenas un acto evocativo de glorias pasadas. Luego de mostrar su estilo junto con su compañera, Zotto cedió el espacio al Sexteto Mayor, que impuso un repertorio preparado para la ocasión y muy festejado por el público. Abajo del escenario, el límite entre los tres bandos (los que sólo miran, los que saben bailar y los que están aprendiendo) se tornó difuso y la fiesta siguió animada por la música de los DJ. También hubo algunos que prefirieron buscar un lugar más fresco o una propuesta diferente, como la que ofrecía el Centro Cultural San Martín.
En la plaza cubierta, al pie de las escaleras del San Martín, había clases de danza, y en el primer piso un living con televisores que transmitía en vivo el recital de esa noche. En la sala A-B se escuchaban temas como "Te vas, milonga", de Abel Fleury, en la versión de ese dúo mágico que conforman Horacio Salgán y Ubaldo De Lío.
Hasta la medianoche en otras salas funcionaron el almacén del tango (un modesto drugstore con discos, libros, revistas y ropa) y la videoteca de Buenos Aires. Entre las 17 y las 24 se puede consultar un catálogo temático de 200 videos o navegar por Internet y acceder a las webs tangueras.
La actividad de la primera jornada continuó en la librería Gandhi, con el quinteto que lidera el bandoneonista Pablo Mainetti. Parece que el grupo tuvo algunos problemas con el piano. Pero poco antes de la medianoche, hora programada para el show, estaban totalmente solucionados. ¿Habrán invocado a San Pugliese?
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