En el límite de la danza
Desde Bélgica, llegó la bailarina y coreógrafa cordobesa Gabriela Carrizo para presentar 32 Rue Vandenbranden, en el Teatro Alvear
La bailarina y coreógrafa Gabriela Carrizo vive algo así como la sensación de un sueño cumplido. Es que ayer y hoy presenta en el FIBA 32 Rue Vandenbranden, un elogiado espectáculo de lacompañía Peeping Tom que codirige junto al francés Franck Chartier. El sueño máximo sería llevar la obra a su Córdoba natal, pero para eso habrá que esperar.
Hace años que vive en Bruselas. Salvo una vez, cuando en 2001 llegó como parte del elenco de la compañía del coreógrafo Alain Platel, nunca más se presentó frente a su público. Por eso mismo -a horas de su llegada- reconoce estar lidiando con miedos, ansiedades y hasta con un resfrío que parece ser el síntoma de ese estado emocional. "Hay un pocod de pudor en eso de mostrar algo tuyo después de tantos años. Durante todo este tiempo he seguido lo que sucede a nivel teatral en la Argentina porque me suelo encontrar en festivales a gente como Tolcachir, Veronese o Pensotti; pero de la danza, que es lo mío, no sé nada...", cuenta con su típica tonada cordobesa atravesada por palabras en francés.
Se fue de su provincia en 1989, a los 19 años. "Mamá, me voy a ver un poco qué hay del otro lado del charco y vuelvo", le dijo. No volvió. Después de algunas vueltas se instaló en Bruselas. Era justo el momento en que la compañía de Maurice Béjart dejaba la ciudad y la coreógrafa belga Anne Teresa De Keersmaeker empezaba a tener proyección internacional. "Bruselas es horrible, pero es una ciudad chica en la que todos nos conocemos -cuenta minutos antes de dictar un taller al cual asisten varios creadores locales que ella desconoce-. Eso hace que inevitablemente te mezcles con otros artistas y que exista una falta total de prejuicio ante esas experiencias de cruce."
Esa mixtura de la que habla es uno de los signos de la compañía de Alain Platel, que ella integró durante varios años. Y ese andar por los bordes de las artes plásticas, lo cinematográfico, lo teatral y lo coreográfico es uno de los signos de Peeping Tom. Claro que, a diferencia de los montajes de Platel, en su grupo está la necesidad de generar un hecho coreográfico con anclaje dramatúrgico (o, si usted prefiere, contar una historia).
Las primeras tres obras de los Peeping se llamaron Le Jardin, Le Salon y Le Sous Sol . Obtuvieron una infinidad de premios y se presentaron en los festivales más importantes del mundo. Trabajaban cuatro generaciones (incluida su nena) para contar la ruina de una familia aristocrática. En 2008 decidieron dar por terminada esa etapa. Frank y ella, los dos directores, optaron por profundizar aún más en las mezclas de lenguajes y de idiomas que naturalmente se dan entre los integrantes del grupo. De hecho, en 32 Rue Vandenbranden actúan una contorsionista holandesa, una mezzosoprano belga y cuatro bailarines nacidos en Bélgica, Inglaterra y Corea.
A esa mixtura de gentes en un mismo espacio, idea que aparece en el espectáculo que hoy se presenta en el Teatro Alvear, hay que agregar otros corrimientos. "En 32 Rue... la escenografía está al borde de la pintura y de la foto, como la obra está en el borde del teatro y la danza", dice ella.
Toda esa fascinación por lo multidisciplinario viene de su etapa de formación en Córdoba, de sus clases con Norma Raimondi. Ahí -entiende- estaba la base de esa pulsión que se daba en medio de la movida del Festival Latinoamericano de Teatro. "Imaginate, yo tenía 16 años y para mí todo eso era un gran descubrimiento", cuenta, y su tonada cordobesa parece tomar más vida.
Eso fue hace mucho tiempo. Mucho más acá, fin de 2009, estaban por estrenar 32 Rue Vandenbranden. Gracias a una llamada de un productor se dieron cuenta de que el espectáculo todavía no tenía título. Con Franck, su pareja, se miraron y dijeron: "Pongámosle la dirección de casa". Así fue. Y así fue que la noche del estreno mundial del 28 de noviembre alguna gente se fue hasta la puerta de 32 Rue Vandenbranden pensando que ahí se presentaba una obra llamada 32 Rue Vandenbranden .
Después de estas presentaciones en Buenos Aires y Montevideo, la compañía partirá hacia Seúl. De ahí son dos tremendos bailarines de este espectáculo que transcurre en la cima de una colina (o en un no-lugar mágico en el cual confluyen energías cruzadas). Pero Gabriela Carrizo, luego de visitar a su familia, se volverá directamente a su casa de Bruselas. Una de las cosas pendientes que tiene es juntarse con Sophie Calle. Esa gran artista francesa vio un trabajo de Pepping Tom y le propuso hacer algo en conjunto. Esto lo cuenta, al pasar, cuando está por comenzar el taller con bailarines locales que la tiene tan ansiosa.
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