Ganó Green Book, pero el Oscar fue sobre todo el triunfo del gradualismo
La lógica dice que con el Oscar que acaba de ganar Green Book concluyó la temporada de premios. Pero en realidad no asistimos a un final. Lo que ocurrió hace una semana en Hollywood es lo más parecido a un comienzo.
Antes de la ceremonia decíamos que un triunfo de Roma, que muchos vaticinaban, podría cambiar para siempre las tradicionales reglas de juego que rigen en la industria del entretenimiento desde hace décadas. La película de Alfonso Cuarón se llevó tres estatuillas y Netflix, responsable del proyecto, tuvo motivos para festejar. Se lo vio mucho a Ted Sarandos, responsable de la programación del gigante del streaming, junto al director mexicano. Sin embargo, para la industria todavía no llegó el tiempo de una alteración tan radical de sus prácticas. Un organismo tan poderoso no resigna de una manera tan fácil las marcas esenciales de su identidad.
En este contexto triunfó Green Book, la representación más amigable y menos conflictiva de la tendencia aperturista y abierta a la diversidad que el mundo Hollywood, a través de su Academia de Cine, quiere mostrarle al mundo. Todos vieron la airada reacción de Spike Lee, exponente desde El infiltrado del Klan de la expresión más combativa de esa nueva tendencia. ¿Cómo respondió la Academia a esa reacción? Con el reparto de estatuillas más amplio y generoso de toda la historia del Oscar para los representantes de la comunidad afroamericana. Quienes se identificaron durante esta temporada con Lee y, en menor medida, con lo que expresó Pantera negra deberán esperar. Hollywood decidió responderles con una apuesta al gradualismo.
La estrategia también funcionó como respuesta a las expectativas de Netflix, que invirtió en la campaña pre-Oscar una suma que dobló el costo de producción de Roma. Quedaba en claro así que el gigante del streaming quería ganar el Oscar y forzar los cambios que lo llevaron a ocupar el lugar protagónico que tiene en la industria. Pero en esta transición no puede dejarse todavía de atender a los actores más tradicionales. Steven Spielberg encabezó otra campaña, mucho más silenciosa, y se convirtió (sin ser candidato a premio alguno) en uno de los grandes ganadores del Oscar 2019.
Muchos en la Academia lo escucharon y votaron en consecuencia: creen, como Spielberg, que el cine mantiene su valor y su identidad en la medida en que pueda ser visto en una sala con pantalla grande. En un cine, para decirlo sin vueltas. Los grandes (y todavía muy poderosos) exhibidores estadounidenses respiraron. Desde la Academia encontraron el aval para su negativa a modificar el clásico sistema de ventanas que Netflix está decidido a romper.
¿Solamente Netflix? 2019 será el año del streaming. Disney lanzará su propia plataforma. Warner le seguirá los pasos. Varios estudios quieren llegar a colocar sus títulos más fuertes lo antes posible en los sistemas on demand. Y Cuarón agrega un dato indiscutible: la experiencia cinematográfica solo resulta plena cuando se vive en una sala, pero a la vez cabe la pregunta: ¿cómo llega al público el cine de autor si las pocas pantallas grandes disponibles están monopolizadas por los tanques de Hollywood? Netflix volverá a la carga dentro de un año. Sueña con que The Irishman, de Martin Scorsese, logre lo que no pudo Roma. Otro desafío al gradualismo de Hollywood.
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