En busca de la pareja ideal
La pantalla actual añora aquellas duplas que aseguraban el éxito de una tira
La pareja con magnetismo en un ida y vuelta de miradas, tensiones y final siempre feliz no tiene rostros definidos en la era del 3D, o al menos la permanente mediatización de la pantalla televisiva no le va dando lugar y mucho menos continuidad.
Hay hitos, puntitas, atisbos, pero la pareja romántica que lleve adelante por sí misma una historia en capítulos durante al menos una temporada, y la demanda del público la sostenga bajo una torta comercial acorde, parece no resurgir. Hoy las individualidades son las que priman.
A poco más de una década del nuevo siglo, la televisión de aire, con una tenue inserción de ficciones en la Web, está en deuda con la reafirmación de la pareja protagónica. La premura, el minuto a minuto, el peso del género de entretenimiento, casi no dan tiempo a darle solidez a esa "eterna" conjunción entre una bella y un galán. Esa pareja que convenza que muere de amor al menos durante poco menos de una hora diaria o tal vez semanal a través del crecimiento del unitario de alta calidad.
Muy lejos quedan en el tiempo las contundentes historias donde Claudio García Satur y Soledad Silveyra paralizaban el país televisivo con Rolando Rivas, taxista (1972) que tiene su correlato último de su fuerza arrolladora con Natalia Oreiro y Facundo Arana en Sos mi vida (2006). Aquella en tono de romance dramático y ésta desde la no tan sencilla de la telecomedia han sido la contundente prueba de que la química artística entre dos puede llevar adelante un gran éxito de los que se instalan en los hogares.
¿Será solamente que los tiempos cambian? ¿Que algunas temáticas testimoniales están diluyendo el conflicto romántico y pasan tantas cosas en una ficción anual que el beso final no es más que el agotador y lógico desenlace? Puede ser. Pero la fórmula misma de la película Titanic (de las más vistas de todos los tiempos) es clara: un acontecimiento, un tema musical inseparable y el conflicto romántico de fondo. Siempre el conflicto romántico. La mujer a punto de ascender socialmente y el vagabundo con Di Caprio-Winslet.
El tachero y la chica rebelde de la alta sociedad con García Satur-Silveyra; el empresario y la chica pobre que puede emerger a través del boxeo con Oreiro-Arana, en los casos citados como de enorme repercusión en el rating.
Algunas situaciones en el nudo dramático o en las características de los personajes dejaron marcados puntos significativos de por qué una ficción pudo sostenerse en el recuerdo. Ni hablar de los cachetazos de Arnaldo André a Luisa Kuliok en Amo y señor (1984), o el arriesgado e infrecuente trágico final de Piel naranja (1975) para el propio André junto a Marilina Ross y Raúl Rossi en un triángulo que además de la mano de un autor inigualable como Alberto Migré trataba por primera vez el tema de la impotencia sexual. ¿O cómo olvidar a Silvia Montanari y Víctor Hugo Vieyra en La sombra ?
No pretendemos eternizar aquí una fórmula de éxito y reclamar más allá del límite de lo esperable. Más en medio de la vorágine televisiva actual. De hecho, dos figuras de telenovelas con dilatada labor en el género han sido mujeres. Lo que puede interpretarse (según el color del cristal con que se mire) como predominio de la figura femenina porque no se le encontró competencia al respecto o, habrá quien diga, exceso de galanes posibles aunque sin ganas de tomar la bandera con la que García Satur y André marcaron tendencia.
Aquellas heroínas
¿Quiénes fueron esas damas? Una, la inolvidable Gabriela Gili quien entre 1968 y 1988 tuvo gran predicamento como figura principal teniendo como galanes a Norberto Aroldi, Rodolfo Bebán, Guillermo Bredeston, Claudio García Satur, Antonio Grimau, Germán Kraus, Alberto Martín, Miguel Angel Solá, Raúl Taibo y a Claudio Levrino, junto a quien en Un mundo de 20 asientos (1978) prometían un dueto fantástico malogrado por la temprana muerte del galán.
La otra, imprescindible, Andrea del Boca, precoz actriz que supo de las mieles del culebrón con galanes como Gabriel Corrado, Ricardo Darín, Pablo Echarri, Raúl Taibo y en especialísimo sitial a Gustavo Bermúdez con varios sucesos pero centrados en Perla negra (1994/1995).
Peso de guión mediante, Luisa Kuliok y Jorge Martínez en La extraña dama (1989) tuvieron sin recostarse excesivamente en su conflicto romántico, a una de las más convocantes ficciones de todos los tiempos.
Pero la pareja romántica, hoy, se muestra y desaparece rápido. Seguramente la última con "fuego" en pantalla haya sido la que consumaron Pablo Echarri y Celeste Cid en Resistiré , allí si que, la relación tuvo situaciones íntimas impensables en los orígenes del género al menos en nuestro país.
Apostando a lo impensable, hubo ficciones con parejas protagónicas que salían del perfil tradicional. Fue por el lado del componente masculino. Eso se vio en dos oportunidades, ellos fueron Juan Leyrado, Dady Brieva y Miguel Angel Rodríguez.
En Gasoleros (1998-1999) el triángulo rápidamente roto de Juan Leyrado-Mercedes Morán-Manuel Callau derivó hacia un romance con casamiento incluído consolidando la relación de Roxy y Panigassi que fue tema de los medios.
En El sodero de mi vida (2001 a enero de 2002) al ex Midachi Dady Brieva le toca el rol protagónico con un emblema del género, Andrea del Boca, que tiene su pareja con Fabián Mazzei. El conflicto del cierre de una fábrica y una ayuda que oculta transformarla en edificio torre acerca a dos personas disímiles.
En Son amores (2002 al 4 de enero de 2004) un árbitro de fútbol solitario que recibe en su casa a tres sobrinos y una obstetra exitosa con un marido obsesivo son el núcleo central de una historia hecha a la medida para Miguel Angel Rodríguez-Millie Stegmann-Mario Pasik.
En fin, que la necesidad de una pareja romántica que "caliente" la pantalla es una realidad con la que los gerentes artísticos hacen ingeniería artística. Falta hilvanar finamente quienes pueden o podrán generar ese shock de convocatoria al televidente.
Se verá si Carla Peterson a partir de sus dos protagónicos en Lalola (2007/08) junto a Luciano Castro y Los exitosos Pells (2008/09) con Mike Amigorena, puede retomar con su ductilidad ese camino iniciado.
Asoman nombres de incipiente pero significativa presencia como Juana Viale o Romina Gaetani entre ellas, y el citado Luciano Castro o Gonzalo Heredia (ver nota aparte) entre ellos.
Pero los más veteranos aún dan batalla (Gustavo Bermúdez, Gabriel Corrado, Osvaldo Laport, Juan Darthés) y tienen una puerta abierta por temperamento (Leticia Brédice, Mónica Antonópulos).
Claro que allá dentro, donde se cocinan contratos, se prepara la torta comercial, se tiran ideas, trazan el endiablado presupuesto? el plato fuerte puede ser una utopía, como en las mismísimas historias que supieron conseguir los queridos y respetables guionistas.
Esto es, unir a dos que juntos romperían cualquier marca. ¿Llegará el día que al menos la pantalla una a Natalia Oreiro con Pablo Echarri?
Ese día, el taxi de Rolando Rivas volverá a rodar, sonará más fuerte el cachetazo del Amo y Señor , pasará más raudo el colectivo 60 de Un mundo de 20 asientos , volverá a matar la Malparida y la Perla Negra se cotizará en un mercado televisivo donde históricamente ganaron los que apostaron fuerte y a riesgo.
1984
Amo y señor
Luisa Kuliok, maltratada por Arnaldo André
2006
Sos mi vida
Facundo Arana y Natalia Oreiro, un amor con final feliz
2007 / 2008
Lalola
Luciano Castro y Carla Peterson, en un cuerpo inesperado
2003
Resistiré
Pablo Echarri y Celeste Cid, en un fuego muy intenso
1998 / 1999
Gasoleros
Mercedes Morán y Juan Leyrado, los queridos Roxy y Panigassi
2008 / 2009
Los exitosos Pells
Carla Peterson y Mike Amigorena, pareja de última generación
2010
Malparida
Juana Viale y Gonzalo Heredia, del odio al amor
1972
Rolando Rivas, taxista
Soledad Silveyra y Claudio García Satur
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