Elena Lucena: gran figura del cine, de la radio y del teatro
"Aprendí a tomar la vida en forma de rachas", aseguró al evocar el pasado. Y así vivió Elena Lucena, una de las artistas que aportaron su grano de arena para consolidar el espectáculo porteño. Fue considerada una de las actrices más prestigiosas y legendarias del cine argentino. Hoy, hablar de su carrera artística es recrear una parte de la historia de la radio, medio en el que inició su carrera en la década de 1930; del cine, donde llegó a sumar aproximadamente 50 películas, por supuesto de la escena teatral, que le permitió volcar sus dotes en la comedia musical y el drama, y, finalmente, de la televisión. Vivió en muy buen estado de salud hasta hace poco tiempo, cuando una indisposición lógica de su edad acabó con su vida en la mañana de ayer.
Nació en Buenos Aires el 25 de septiembre de 1914, en el barrio de Boedo, y luego la familia se trasladó a Villa Lugano, donde vivió su juventud. A pesar de la oposición de su madre, a quien luego convenció, inició su carrera como cancionista de tango en Radio Nacional en 1937, puerta que la condujo a una actividad que nunca abandonó.
Al integrar el grupo Estampas Porteñas, en 1939, surgió el personaje que la iba a marcar durante toda su carrera: Chimbela. "Poco después desembarqué en Radio Belgrano -recordaba-, me convocaron para interpretar a varias damitas trágicas, porque yo tenía carita muy dramática. Pero en los ensayos y en los cortes les hacía muecas y contaba chistes a mis compañeras. Hasta que Arsenio Mármol, el director, me observó y decidió crear el personaje que marcó mi carrera y me llevó al cine y al teatro. Recuerdo que durante el primer ensayo, cuando llegó mi parte, Mármol me dijo: «Aquí llega Chimbela». Fue él quien eligió el nombre, que a mí no me gustaba; quería que fuera Ana María o Marianita. Pero él me indicó: «Imagínate cuando se descorcha una botella de champagne y brota ese líquido burbujeante y espumante. Así tiene que ser Chimbela, alegre y brillante»." Así era Elena Lucena, una actriz alegre y brillante que enriquecía sus personajes con una dosis de picardía. "Chimbela tenía corazón, sinceridad; era dulce, tierna, y nunca se supo si tenía madre, padre, novios. El personaje tendría unos quince años, así que contaba con una gran carga de inocencia." Desde aquel entonces también fue incluida en los elencos de Teatro Palmolive del aire y Radio Cine Lux.
Luego llegó el turno del cine. Debutó en 1938 con La que no perdonó, de José Agustín Ferreyra; siguió Chimbela, también de Ferreyra (1939), y en la década del 40 intervino en varios films, entre ellos Elvira Fernández, vendedora de tienda, de Manuel Romero; Cinco besos, de Luis Saslavsky; El ángel de trapo y Pájaros sin nido, de José Agustín Ferreyra; Napoleón, de Luis César Amadori; La Rubia Mireya, de Manuel Romero (distinguida como Mejor Actriz Cómica de 1948), y la lista continuó durante todas las décadas, hasta llegar a 2010, cuando interpretó a la madre de Antonio Gasalla y Graciela Borges en Dos hermanos, de Daniel Burman, su último trabajo como actriz.
En teatro también tuvo sus grandes logros en los escenarios porteños, del interior y del exterior (México, Cuba, Venezuela, Uruguay, España y Brasil). Reemplazó a Libertad Lamarque en Hello, Dolly!, se distinguió en la comedia musical en La pérgola de las flores; Dos corazones, de Francisco Canaro e Ivo Pelay; Madame 13, Penélope ya no teje, Carnival, Cuando las mujeres dicen sí y La pérgola de las flores, entre muchas otras. También brilló en obras de autores clásicos y modernos: Alquilo novio para mi hermana, Cuatro escalones abajo, Minas fieles de gran corazón, La pulga en la oreja..., un extenso currículum que respaldó toda su trayectoria.
En televisión, participó en varios ciclos, como Duro como la roca, frágil como el cristal, Piel naranja, Como pan caliente y 099 Central.
Recibió muchas distinciones, entre ellas, los premios Podestá, María Guerrero y Cóndor de Plata, el premio Hugo a la trayectoria, un honor a su labor radial del Consejo Profesional de Radio de Argentores, el premio Raíces, e, incluso, el Honorable Senado de la Nación Argentina le otorgó un diploma de honor. En 2006 fue designada ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires.
"Nunca creí que iba a vivir hasta esta edad -declaró en los últimos años-. No estoy espléndida, pero bastante resignada, porque entiendo que el tiempo pasa y que una no es de plástico. Ya hice todo lo que tenía que hacer y ando un poco cansada. Hubiera querido despedirme de esta vida caminando sobre mis dos piernas, pero tengo que usar andador... Igual, no quiero quejarme, porque Dios me dio todo, hasta una hija de oro, un nieto y a Tiziano, mi bisnieto." También recibió el afecto constante de un público que siempre la reconoció y la aplaudió, considerándola parte del imaginario porteño.
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