El volantazo de Liz Fassi Lavalle: se alejó de los flashes, se animó a un rubro nuevo y volvió a su verdadero nombre
Apostó por la gastronomía con un restaurante en el centro porteño, donde ofrece hasta “menú piquetero”; “Los argentinos tenemos que integrarnos”, asegura en diálogo con LA NACION
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Hace ya un par de décadas que Liz Fassi Lavalle, como era popularmente conocida, le dio paso a Elizabeth Mazzini (su nombre real), luego de separarse de Omar (su marido y exsecretario de Turismo del expresidente Carlos Menem en el comienzo de la gestión). Así, se alejó de los flashes del pasado y se relanzó como emprendedora de nuevos proyectos. En su cuenta de Instagram se autodefine como organizadora de eventos y ambientaciones, y cuenta que su presente está ligado a emprendimientos que tienen que ver con la ayuda a quien lo necesita, la vida en paz y en familia, y sus actividades comerciales “siempre teniendo en cuenta lo social para que la mayor cantidad de gente pueda acceder a lo que ofrecemos”, detalla.
Liz, como todos la llaman, destaca la importancia que los suyos tienen en su vida: “Yo hablo de la ‘parentela’ porque somos muy tanos, de Milano, nos referimos a nosotros mismos como ‘Los Campa...’, porque todos los domingos nos juntamos para almorzar ‘la pasta’ en mi casa o en la de mi hermano Marcelo, con mamá Lola a la cabeza, hijos, sobrinos, novias, no falta nadie. Nos queremos mucho, el amor que nos tenemos está por sobre todo”.
Cuenta que en esta nueva etapa de su vida se siente muy cómoda con un perfil bajo, lejos de los flashes de otrora, “pero cerca de la gente”, define, y agrega: “Estoy conectada con la solidaridad, al servicio de quien lo necesita, en lo que pueda, lógico. Me gusta ayudar, dar una mano con alimentos o lo que haga falta. Colaboro en distintas fundaciones a las que me voy acercando o conectando. Para Navidad me gusta visitar y llevarles un presente a los niños que están en la Casa Cuna. Charlo con ellos y sus familias. Muchos vienen de lejos y les cuesta un gran sacrificio mantenerse y salir adelante. Les acerco alimentos principalmente. Admiro y estoy cerca de varias fundaciones como Juntos Vamos por Más, la de Carlitos Tévez, la del Hospital Rivadavia con la impresionante obra de la doctora Diana Chugri, mientras proyecto la mía propia. Siempre estoy muy atenta, tratando de seguir generando y ayudando. Elegí un perfil tranquilo, con hechos más que con palabras. Mi hermano Marcelo es otro trabajador incansable y no para de apostar a la Argentina generando puestos de trabajo en gastronomía”.
Hace un alto para hablar de sus hijos con orgullo. “Son pura bondad, creativos y solidarios. Michel es un gran artista, pintor y ambientador fabuloso. Dio clases de pintura en las cárceles. Expuso en Japón, Dubai, Brasil, Italia... Podría vivir afuera pero ama su país, a Boca, sus amigos, el asado, la familia... Y María y Máximo desarrollan desde hace años un emprendimiento en Itamanbuca, Brasil, un spa muy espiritual donde la gente llega buscando tranquilidad, alimentación sana, hacen yoga para tranquilizar el alma. Yo también lo incorporé a mi vida, me da paz, te hace sentir bien con vos mismo, predispone a ser más humanitario, algo que nos hace tanta falta: hacer algo por los demás y no por uno mismo, no juzgar ni calificar para denostar. Es importante colaborar para mejorar la vida del otro, durante la pandemia lo puse en práctica, me hizo muy bien a mí y a mucha gente a la que pude ayudar escuchando para solucionar su problema en la medida de lo posible porque estábamos encerrados”, explica.
Liz y su nueva faceta: la gastronomía... ¿piquetera?
Cuenta con respecto a su flamante emprendimiento, al que llamó Mercado de Mayo, instalado en la propia Avenida de Mayo (entre Tacuarí y Bernardo de Irigoyen): “Siempre me gustó ver y visitar mercaditos. Y pensé que acá en la Argentina faltaban propuestas así, donde en un gran espacio se puedan encontrar variedad de opciones gastronómicas. La idea es que el público lo recorra y pueda desde desayunar y almorzar, hasta merendar y cenar porque está abierto todos los días. La pastelería y el café son exquisitos, podés comer platos tradicionales criollos desde empanadas y pizzas, hasta ceviche, porque mi socio y mano derecha, Mark Ruiz, es peruano y un especialista gourmet”.
No termina ahí. Para tener un diferencial, decidieron darle una vuelta más: “Además muchos viernes presentamos noches temáticas con menús y música típicas. Ya hicimos la mexicana con mariachis, la peruana con danzas tradicionales, la italiana con el cantante Claudio Divanni que es excelente, y ahora vamos por las del arte, el tango y el folklore. El local que es muy cómodo y espacioso fue decorado por mi amiga Milagros Resta, que lo organizó por sectores con la impronta y la iluminación específica que requerían, un lujo su trabajo”.
Sonríe cuando alguien se acerca y le dice que su apellido no es otro que el de Giuseppe Mazzini, nacido en Génova en 1805, político, periodista y activista revolucionario italiano que luchó por la integración nacional. “Así es todo el tiempo, acá la gente viene con muy buena onda a divertirse, mucho turismo pero también gente que pasea o trabaja. Me encanta estar en esta avenida que une la Casa Rosada con el Congreso, es todo un símbolo, que se revalorice la zona, que se mejore la iluminación. Yo digo que es un lindo desafío porque también pasan marchas y se hacen piquetes. Entonces nos adaptamos a eso. Se nos ocurrió lo que llamamos el ‘combo piquetero’, una oferta a muy buen precio, accesible para el que se está manifestando con un 2x1 o un 3x2 en los panchos tradicionales o veganos muy completos con agua o gaseosa. O el sándwich de milanesa abundante y característico que se puede compartir perfectamente. La gente lo toma muy bien, necesita ayuda, se acerca con mucho respeto. Debemos integrarnos entre los argentinos, estar cerca del otro, el país necesita de todos, no debe haber más quiebres entre nosotros, no me gusta usar la palabra grieta, eso debe ser parte del pasado. Siempre debemos sumar, incorporar, nunca restar ni discriminar. Estar juntos, como sucedió durante el Mundial donde no había diferencias”.
De fondo se escucha O sole mio en la voz de Claudio durante la noche italiana, mientras Liz reflexiona acerca de la actualidad: “Siempre pienso en positivo, quiero que a mi país le vaya muy bien para que mejore la calidad de vida de la gente, que no me resulta indiferente. Confío en que a pesar de las crisis vamos a salir adelante, va a costar, pero no debemos darnos por vencidos”.
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