El violinista Pablo Saraví tocó en el subte
El solista de la Filarmónica recaudó 76 pesos a la gorra
El primer violín de la Filarmónica de Buenos Aires, Pablo Saraví, ofreció un concierto de media hora en la estación de subte Carlos Pellegrini de la línea B. De incógnito, y en horario pico, tocó obras de Bach, Mozart, Vivaldi, Telemann y Kreisler.
De jeans y camisa, en medio de una marea de gente apresurada, el concertino sacó su violín Carlo Ferdinando Landolfi, construido en Milán en 1770, a las 11 de la mañana, y se dispuso a seducir a la ciudad de la furia. Pasó inadvertido para la mayoría. Hasta una señora se acercó a preguntarle si conocía cierta dirección y otra a preguntarle su teléfono para tomar clases.
Unas dos mil personas pasaron por el lugar, pero sólo doce detuvieron su marcha para escucharlo, sólo por un instante; y un único hombre lo reconoció. Fue Lautaro Vascos, músico, de 25 años, que iba camino al trabajo.
LA NACION realizó este ensayo social inspirándose en el trabajo realizado por el Washington Post con el violinista Joshua Bell, reconocido por su talento. El trabajo intentaba analizar la percepción, el gusto y las prioridades de los estadounidenses. "La belleza pasa inadvertida", fue la conclusión a la que llegó el Post, luego de que Bell recaudara 32 dólares. En Buenos Aires, el violín de Saraví también pasó inadvertido para la mayoría, aunque la cantidad de "espectadores" fue mayor, y la "recaudación", teniendo en cuenta las diferencias, también: 76,25 pesos en media hora.
"Al margen del dinero, esta experiencia tiene que ver con cómo una persona que está distraída o apurada puede apreciar una manifestación artística en un lugar poco habitual", aseguró Saraví al acceder a la propuesta de tocar en el subte.
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Con la colaboración de Julieta Cúneo
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