El Tata Cedrón hace su aparición urbana
Viaje: el músico argentino, residente en París, pasó por Buenos Aires para presentar su nuevo disco de tangos, milongas y candombes.
"Dame otro cigarrillo. Total, cuando vuelvo a París me empiezan a cuidar". Juan Cedrón estuvo otra vez en Buenos Aires. Una nueva aparición que ya es costumbre en la última década, en la que parece que la poesía argentina viaja a París vistiéndose de tango o milonga los dedos y la voz del Tata.
Esta breve visita tiene un motivo: la edición de "Aparición urbana", el nuevo álbum del Cuarteto Cedrón, que completan Miguel Praino (viola), Eduardo García (bandoneón) y Román Cedrón (contrabajo).
El Tata Cedrón anda con la guitarra a cuestas y se desprende de ella apenas para tener un café informal:"Menos mal que hoy no tengo que cantar, porque tomé mucho café".
Se fue de Buenos Aires en 1975 y, a pesar de que vive y compone en París, habla con acento de tanguero para darles nueva forma a las palabras de González Tuñón, Girondo o Enrique Molina.
"Aparición urbana" es un poema de Girondo que retrata la muerte de un caballo en la ciudad: "Me emociona cómo contrapone la crueldad de la ciudad con la ternura del caballo. Yo no sé analizar la poesía como un crítico. A mí me llegan el ritmo, el sonido de las palabras. Este poema enfrenta la tecnología salvaje".
Y acentúa lo de salvaje. Aclara que no está contra la tecnología, pero, se sabe, prefiere el sonido acústico, tradicional, de nuestra música ciudadana: "En una charla con un amigo llegué a la conclusión de que no es imprescindible la armonía, sino su timbre y su sonido. En nuestra música hay un discurso, un texto, una melodía. Se puede llevar el ejemplo a cualquier música. Hay un sonido que emociona, un acento. Todo eso sale de una identidad".
Con nuestras raíces
Sale el tema de la música ciudadana hoy, cuando el tango parece recobrar impulsos, aunque con los autores que brillaron en épocas pasadas. "El de la moda del tango es todo un tema -confiesa el Tata-. Algunos esperan que yo opine en contra de que los pibes canten tangos. Mirá: yo no soy un tipo positivo, pero es esperanzador que el tango esté de moda. Yo sentía que en algún momento eso iba a pasar. El rock es una música urbana, pero no se generó una música de la ciudad. Hubo, eso sí, un período instrumental mal llamado moderno. Cuando volví, a principios de los ochenta, mezclaban todo. Ahora hay un buen equilibrio entre la moda del tango tradicional y la música contemporánea. Pero hay una falencia de la palabra."
Esto que Cedrón llama palabra es, en realidad, la falta -o, mejor, el descubrimiento- de letristas. Algo bien distinto de los poetas. Quizá por eso recurre a voces del nivel de Molina, González Tuñón o Girondo para el nuevo álbum: "A Molina hace mucho que lo leo. Siempre estoy atento a lo que me interesa cantar. Su poema El viento habla de la niñez. Yo crecí en Mar del Plata y me identifiqué con los versos. Una imagen me emocionó: En el cristal queda una brizna/ de la hierba azul de la infancia. Me hace llorar".
¿Cómo interpreta esas imágenes? "Tengo un método que me enseñó Juan (Gelman). Trato de cantar desde afuera, para no dramatizar. Se crea distancia. Un pudor por el poeta".
Y Cedrón vuelve al sonido, esa raíz primitiva de la palabra poética que refleja en la versión, con ritmo de candombe, de "Los Seis Hermanos Rápidos Dedos en el Gatillo", de Tuñón: "Conozco ese poema desde hace treinta años. Me sonó así desde siempre. Eso de oían cantar a Sam Samoots Amatuma me trajo siempre ese ritmo".
Trabaja constantemente: "Tengo material como para cuatro o cinco discos más. Como hice con Tuñón, algún día quiero hacer un disco con mis músicas sobre poemas de Gelman. Es nuestro Víctor Hugo. Tengo muchas anécdotas, como una vez que con mis hermanos lo ayudamos en una mudanza. Nos sentamos a comer un asado y lo perdimos de vista por una hora. Se había ido a su habitación y volvió con un poema. Me dijo: "tomá, ponele música".