El show de Paulo Londra en Palermo, ante un público que sorprendió por lo joven
Antes se nacía acunado por el tango y el folclore. Después llegó el rock, el pop y la cumbia. Ahora es el tiempo de los ritmos urbanos. Cada generación tiene su sonido de época. El trap y el reggaetón se convirtieron en un producto de consumo global. Los más chicos nacen con ese beat implantado como un chip orgánico que modula sus ondas cerebrales.
Solo así se puede explicar el bajo promedio de edad del público del artista cordobés Paulo Londra, un fenómeno que explotó hace más de un año y medio y que después de su participación en el disco de la estrella pop Ed Sheeran no parece tener techo. En la presentación de su primer disco Home Run hay, dicen los organizadores, 25 mil personas. La mitad son niños y niñas, el resto son padres.
Paulo Londra está frente a ese jardín de infantes masivo. Es como el país de "Cantaniño". El rapero tira sus rimas con un flow cansino, relajado, límpido, que es seguido de punta a punta por ese coro de infantes extasiados. Sobre los hombros de su padre un niño que no debe pasar los 8 años canta y se mueve imitando con naturalidad los movimientos del rap. "Boom shakalaka, boom shakalaka boom, boom", canta y repite la onomatopeya lúdica de "Condenado para el millón", uno de los primeros hits que enciende el fervor en el Hipódromo de Palermo.
En escena el arquitecto Sergio Lacroix (el mismo diseñador que hizo la puesta de Babasónicos en este mismo escenario) armó una especie de cuadrilátero con cuatro columnas de leds, que permitió cortar el gran escenario al medio y hacer foco en Paulo Londra y su productor y amigo Alan Tejeda. No hay nadie más sobre el escenario. Para el público con eso alcanza. Solo necesitan de los beats y la voz melodiosa de Paulo, que conecta con ellos, a través de la sencillez y el carisma.
La mayoria de estos chicos nunca vivió una ruptura amorosa, pero ya la vivirán con el tiempo. Mientras tanto cantan la letra de memoria de "No puedo", como quien canta el inglés por fonética y sin entender del todo lo que dice la letra. "Y no puedo sacarte de mi mente y no quiero hablar con otra gente", corean con sus voces agudas en el gancho del estribillo, como si fueran pequeños Eminem en miniatura, sobre una base de hip hop vieja escuela.
"Ey somos banda", dice un Londra asombrado que todavía sigue sin acostumbrarse a lo que provoca su música. Sólo en Spotify tiene veinte millones de escuchas mensuales y supera ampliamente a otros artistas del género trap como Duki, Khea o Cazzu.
"¿Estamos ready? todavía no vieron nada", dice con una tonada bien cordobesa antes de hacer "Luna llena", donde explota su lado mas trapero, cantando sobre una base de doble tempo, que recuerda su época de batallas de freestyle en las plazas.
"Tengan cuidado a la hora de saltar", recomienda como si fuera el maestro de un jardín de infantes. Después invita a uno de sus amigos para tocar en la guitarra, en un formato semi unplugged, la balada "Maldita abusadora". Cierra los ojos y se parece a un bolerista latino abrazado a su micrófono retro. El set acústico se completa con la autobiográfica "Forever alone" en plan fogón. "Algunos dicen sí, otros dicen que no/Y la buena pa' ti, también la buena pa' vos/ Yo solo sigo aquí, sentadito en el sillón/Siendo un chico aburrido, perezoso y dormilón". Los chicos se apropian de los versos de Londra como si fueran propios.
Dice que hay un tema que le cambió la vida. Se trata de "Nena maldición", que hoy tiene 600 millones de visualizaciones en Youtube. Es fácil entender por qué le cambió la vida. Las miles de voces de niños y niñas repiten la clave, la melodía y los coros del tema. El fraseo suave de Paulo sin autotune funciona como una canción de cuna. Hay varios niños que se duermen en los brazos de sus padres. Todavía no están preparados para aguantar un concierto entero.
En esa más de hora y media de show, el cantante se da el gusto de hacer un freestyle como cuando competía en las plazas de Córdoba, acompañado por el beatbox de su compañero; falla seis tiros en un aro de basket; hace subir alguien del público que se llama Maia igual que su hermana; baila con la crew de sus amigos entre los que están los raperos Lit Killah y Ecko, y lanza un repertorio de hits aptos para todo público, sin malas palabras, como "Romeo y Julieta", "Dímelo", "Nothing on You" (la canción que grabó con Ed Sheeran), "Tal vez", "So Fresh", "Por eso vine", "Cuando te besé" en colaboración con Becky G y "Party", otro de sus featurings con el rapero neoyorquino A Boggie, que habla de su alcance mundial.
El impacto de su rápido ascenso, sin embargo, no hace mella en su naturalidad para caminar el escenario. No es fácil, a los 21 años, estar cantando frente a miles de personas, pero Londra se mueve como si estuviera en su hábitat natural. En términos artísticos, la popularidad le llegó más rápido que su propio desarrollo. Sin embargo, el cordobés, que en términos de cifra y alcance, llegó más lejos que muchos de sus colegas, no exhibe un grado de ambición en lo que hace. Ni siquiera le preocupa la novedad. Muchas de las bases que utiliza tienden al minimalismo, o al golpe de efecto rítmico sin vueltas.
El final llega con "Adán y Eva", una de sus canciones favoritas y la del público, que la esperó toda la noche. Hasta los niños vencidos por el sueño se despiertan por el zigzagueante pulso de la canción. Hijos y padres están bailando, sobre esa base de reggaetón heredada de Puerto Rico, remixada en la nueva meca colombiana del género y recreada por un artista cordobés.
Londra es hijo de la aldea global y un producto perfecto de consumo pop. Pero ni siquiera él, sabe la fórmula de como lo hizo.
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