El show de variedades conducido por el carismático crooner fue durante once años un clásico de la televisión norteamericana, pero antes de ser un éxito su anfitrión hizo de todo para no tener que hacerlo
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“Dean Martin es mejor que Frank Sinatra, pero ustedes no están listos para esa conversación” podría asegurar un meme que tome prestada esa frase tan viralizada por estos días. Pero algo de eso hay porque si bien la de Sinatra es “la voz”, lo cierto es que Martin tiene su hinchada y lo reivindica como el número uno. Claro que también es cierto que discutir quién es superior a quién, no debería importarle a los seguidores de esos dos enormes cantantes que eran grandes amigos y miembros emblemáticos del denominado Rat Pack (un grupo muy sofisticado cuyas filas también las integraban Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop, entre otros). La popularidad de Martin era infinita y por este motivo, el canal ABC le ofreció la posibilidad de conducir un programa de entretenimientos, aunque a él, esa idea mucho no le interesaba.
King of cool
Dino Paul Crocetti nació el 7 de junio de 1917, en un hogar de Ohio. Durante su adolescencia, el joven pasó por innumerables trabajos, desde croupier de un casino ilegal a boxeador amateur o vendedor en una tabaquería. En simultáneo a esos empleos, él encontraba en el canto un hobby, que poco a poco se convirtió en su vocación. Durante los años 40, él cambió su nombre por el de Dean Martin, dando comienzo a su carrera profesional. Y luego de prestar servicio durante poco más de un año en la Segunda Guerra Mundial, regresó a los Estados Unidos decidido a triunfar con su voz.
Por esa época, Martin conoció a Jerry Lewis y así nació una fructífera sociedad que duró diez años y que los llevó no solo a presentarse en clubes nocturnos de todo el país, sino también a filmar varias películas. Se trataba de un dúo perfecto, en el que Dean aportaba el talento para el canto y enamoraba a la platea con sus aires de bon vivant mientras que Lewis proponía la comedia. En 1956 ambos disolvieron su sociedad artística y cada uno se focalizó en su carrera. Mientras Lewis se consagraba como un afilado director de comedias, dueño de una puesta en escena muy personal; Martín profundizaba en su faceta musical protagonizando grandes obras maestras de la pantalla grande como Rio Bravo (probablemente, su mejor película).
Dean Martin tenía un estilo único. Con una copa en una mano y un cigarrillo en la otra, se presentaba en Las Vegas y con entonar dos estrofas ya tenía al público a sus pies. Tenía encanto, carisma, conectaba fácilmente con la gente y su porte le valió el apodo de “king of cool”. Y por todas estas razones, en 1964, los directivos de la NBC concluyeron que él era el conductor perfecto para un programa televisivo de variedades y estaban dispuestos a pagar lo que fuera necesario.
A mi manera
A Martin no le interesaba la televisión y mucho menos un trabajo que le exigiera días y horarios fijos. Él era dueño de sus tiempos, apostaba a consolidarse en el cine, y sus noches de canto y ocio en Las Vegas eran el pasto más fértil para su etilo de vida. Por eso cuando se reunió con los productores de la NBC les dijo: “Muchas gracias y hasta pronto”. Sin embargo, ellos no cesaban en su deseo de tentarlo con la televisión. Cansado de tanta insistencia, Martin decidió elaborar una serie de exigencias absurdas, con el objetivo de sacarse a los productores de encima, pero su plan no salió como esperaba.
“Ante todo pidió una cantidad grosera de dinero, pero no solo eso. Él quería trabajar un solo día por semana, que debía ser sí o sí el domingo. Y no quería hacer algo más que no fuera anunciar los números musicales, de hecho, ni siquiera quería estar obligado a cantar si no tenía ganas y contra todos los pronósticos, la NBC aceptó todo”, detalló el periodista Lee Hale, responsable del libro Backstage at the Dean Martin Show.
Según contó en una oportunidad la hija del artista, Deana Martín, su padre dijo luego de esa reunión: “Deberían haberme cerrado la puerta en la cara, pero en vez de eso me dijeron a todo que sí. Entonces qué tantas vueltas, ¡voy a tener que hacer ese programa!”.
Con el estilo de Dean
Los preparativos para poner en marcha El show de Dean Martin fueron muy atípicos para un ciclo de esas características. La estructura era muy sencilla y presentaba a Martin al frente de distintos segmentos, que por lo general eran números musicales, coreografías y entrevistas a distintas figuras del espectáculo. Pero sin más remedio que respetar las exigencias propuestas por la estrella principal, todos los ensayos previos se realizaban sin su figura. Finalmente, el 16 de septiembre de 1965, se emitió la primera entrega del programa y la respuesta del público fue algo tibia.
El rating no era necesariamente bajo, pero no alcazaba los números esperados por la NBC, razón por la cual se convocó a un conocido productor llamado Greg Garrison para que tomara las riendas del ciclo. Garrison era un veterano de la televisión y su carrera lo había llevado a dirigir especiales televisivos con figuras de la talla de Fred Astaire, Donald O´Connor y Lucille Ball. Gracia a ese cambio de mando, El show de Dean Martin poco a poco se consolidó como el suceso con el que tanto soñaba el canal.
Dean Martin parecía no estar muy al tanto de qué iba a suceder en su propio programa. Como un turista que se sorprende ante todo lo que pasa a su alrededor, él conducía su show sin saber quién iba a ser el invitado o cómo se desarrollaban con precisión cada uno de los números musicales (principalmente, porque él no estaba en los ensayos). Pero al público eso le gustaba ver, ya que Martin pasaba de una situación a otra con total serenidad y sin perder esos aires de atractiva sofisticación. De hecho, él mismo construía esa imagen de estar muy relajado, siempre con su vaso de whisky en la mano (en realidad era jugo de manzana). Si se confundía las tarjetas que le indicaban qué preguntarle al invitado o si tenía algún lapsus con las letras de sus canciones, él sonreía con picardía a cámara, daba una pitada de su cigarrillo y listo, problema resuelto. La complicidad y ese estilo de amigo canchero que tanto enganchaba al público en el cine, sin lugar a dudas, también funcionaba en la televisión.
Un éxito de diez años
El show de Dean Martin se prolongó a lo largo de 264 emisiones, una cantidad de tiempo notable para una figura que inicialmente se mostraba desinteresada en hacer televisión. Saltaba a la vista que a medida que las entregas se sucedían, Dean se enganchaba cada vez más con esa propuesta en la que podía ser él mismo, haciendo de la pantalla chica un nuevo escenario en el que desplegar su carisma natural. De hecho, durante esos años llegó a convertirse en el anfitrión televisivo mejor pago, y por su show pasaron nombres de la talla de Paul Anka, Tony Bennett, las Andrew Sisters, Duke Ellington, Gene Krupa, Adam West, Vic Damone, Frank Sinatra, Nancy Sinatra, Ella Fitzgerald, Peter Sellers, Bobbi Martin y muchísimas estrellas más.
Cuando su programa fue cancelado en 1974, Martin se puso al frente de un nuevo ciclo titulado Dean Martin Celebrity Roast, que si bien duró otros diez años, se emitió de forma esporádica y con un rating mucho más discreto. En simultáneo, el cantante no dejaba de acumular presentaciones en clubes nocturnos y entre sus logros se destacaba su participación en 85 películas, y la friolera de cincuenta millones de discos vendidos alrededor del mundo.
Dean Martin murió el 25 de diciembre de 1995, a los 78 años. A sus espaldas dejó una carrera incalculable y un estilo que ningún otro artista pudo replicar. Y justamente ese estilo, en buena medida, nació en ese show televisivo que se convirtió en el inesperado patio de juegos por el que pasó varios de sus mejores momentos profesionales.
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