El secreto mejor guardado del mundo
El manuscrito Voynich, insondable
Hace cuatro siglos que una pregunta pone a prueba la sabiduría y el ingenio de numerosos eruditos del mundo entero: ¿qué secretos esconde el manuscrito Voynich? Se trata de un libro escrito en un alfabeto desconocido, muy ilustrado, que hasta hoy resulta imposible de descifrar. El original está en Estados Unidos, en la Universidad de Yale, pero muchas imágenes de sus páginas circulan en Internet, seguidas por intensos debates.
La primera referencia histórica data de 1666: es una carta del rector de la Universidad de Praga, Johannes Marcus Marci, al sacerdote jesuita Athanasius Kircher -renombrado criptógrafo-, cuando le entregó el manuscrito para su traducción. Relata que el emperador Rodolfo II de Habsburgo (1552-1612) adquirió el libro en 600 ducados, cifra importante para esos tiempos. Ahí se atribuye su autoría al filósofo y científico Roger Bacon (1214-1294), pero en realidad sin certeza.
En 1912, un anticuario de Nueva York, Wilfrid M. Voynich, lo encontró en la biblioteca del Colegio Jesuita de Modragone, cerca de Roma, y lo compró. En 1961 pasó a manos del coleccionista norteamericano H. P. Kraus, y en 1969 lo donó a la Universidad de Yale.
El volumen mide 15 x 27 cm, tiene 235 páginas numeradas y está escrito sobre pergamino. Incluye esquemas de unas 400 plantas inexistentes, signos zodiacales y diminutas mujeres bañándose en un líquido conducido por un intrincado sistema de cañerías. Al final, una inscripción en caracteres romanos encerraría la clave del texto.
Traductores fallidos
"Se puede analizar si un texto se escribió de corrido según cómo están enlazadas las palabras", explica -ya en Buenos Aires y en 2004- el perito calígrafo Jorge Sergio Martí. Los expertos aseguran que el autor de este manuscrito dominaba el lenguaje utilizado, porque está escrito de manera fluida, y no letra por letra. Los intentos de determinar su antigüedad mediante el método del carbono 14 fracasaron, ya que los resultados son contradictorios.
Fueron muchos los estudiosos que se esforzaron para descifrarlo. Un análisis reveló la firma borrada del sabio checo Jacobus Horcicki (conocido como de Tepenecz), de la corte de Rodolfo II, que habría intentado traducirlo. Y durante el siglo XX los intentos se multiplicaron. "Desde los tiempos de Julio César se utilizan claves numéricas para ocultar textos secretos, sustituyendo unas letras por otras. Los métodos matemáticos permiten cifrar mensajes a través de secuencias numéricas complejas. La mayoría de los criptogramas antiguos se han quebrado por medio de estas técnicas", detalla el doctor Hugo Scolnik, docente de criptografía de la Universidad de Buenos Aires.
En 1917 lo encararon los criptógrafos de inteligencia militar de Estados Unidos, pero fracasaron. En 1921, el profesor de filosofía e historia medieval de la Universidad de Pensilvania, William Romaine Newbold, proclamó el descubrimiento de la clave... y enseguida anunció su pérdida. Sus revelaciones, sorprendentes: el autor era Roger Bacon, que -también según Newbold- había descubierto durante el Medievo el microscopio y el telescopio, y poseía conocimientos de astronomía y microbiología semejantes a los del siglo XX. Cinco años después, Newbold murió hundido en la locura, y la comunidad científica desacreditó sus afirmaciones.
"Después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron tablas con las frecuencias de repetición de las letras, que servían para descubrir en qué lengua estaba escrito un texto cifrado", relata Scolnik. El estudio del manuscrito reveló que los signos están distribuidos en forma similar a un lenguaje, pero la frecuencia de repetición de sus palabras remite a idiomas muy sencillos o a un código lingüístico creado artificialmente. Sobre las ilustraciones tampoco hay explicaciones concluyentes. Ni los análisis criptográficos más avanzados -informatizados- tuvieron éxito.
Según una hipótesis, se trataría de un fraude realizado para estafar a Rodolfo II. ¿Podría tratarse también del delirio de un enfermo mental? "Dentro del campo de las psicosis hay fenómenos en los que los sujetos pretenden expresarse en un lenguaje que les es propio, con escritura incluida. Pero pensar que este libro puede ser producto de este tipo es, en sí mismo, delirante", descarta el psicoanalista Pablo Román.
Este enigma ha atraído a los amantes del ocultismo, y podrían llenarse varias estanterías con textos que aseguran tener su clave, y que revelan profecías, mensajes extraterrestres, secretos alquímicos, civilizaciones desconocidas, ciudades subterráneas y hasta conjuras de los servicios de inteligencia. Pero, a 392 años de la muerte de Rodolfo II, el enigma perdura.
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