En marzo de 1998 se ponía a la venta el primer reproductor de MP3. Y no, ¡no fue el iPod! El invento, el MPMan F10, corrió por cuenta de la empresa coreana Saehan Information Systems. Tenía 32 MB de memoria (unas 8/10 canciones en buena calidad... ¡guau!) y 9 cm de alto por 7 de largo. Ese mismo año salió otro memorable aparatito, el Diamond Rio Player (si quieren un museo, acá tienen algunos usados en Amazon). Alguien dijo "Echale la culpa a Rio" y eso fue lo que hicieron las discográficas: mediante juicios le hicieron la vida imposible ante los tribunales estadounidenses, acusándolos de ser un instrumento que provocaba la piratería (muchachos, la que se les venía... ¡en 2000 iba a nacer Napster!). ASí como el walkman de Sony fue sinónimo de un reproductor portátil de cassettes; el iPod se transformó, a partir de su lanzamiento en octubre de 2001, en un genérico para mencionar al MP3 player. La estrategia genial de la empresa de Steve Jobs fue combinar el diseño preciso del iPod con una tienda on line (iTunes) que le permitió expiar culpas y evitar el acoso de las discográficas (de hecho iTunes, se transformó el año pasado en el segundo retailer de música en Estados Unidos). Pero esto es casi otra historia. El camino que llevó a que hoy mi Creative Zen tenga, aquí y ahora, un gigantesco DJ Shuffle Set de 4270 temas y 327 álbumes comenzó hace una década. Y, por ese pecado original, no podemos echarle la culpa a ninguna manzana.