El regreso de Eduardo Delgado
Un pianista prestigioso que retorna al país por sufrir de "argentinitis"
"Argentinitis." Esa es la palabra. El neologismo con el que el pianista rosarino Eduardo Delgado define su inevitable retorno por estos lares para reencontrarse con aromas, sabores, paisajes, locuciones, tonos, afectos, luego de largos 35 años de ausencia del país. "Sentí necesidad de volver más seguido y eventualmente radicarme de nuevo aquí. Esta es la primera vez que permanezco cuatro meses. Las otras visitas fueron esporádicas y muy cortas."
Concretamente, Eduardo Delgado estuvo grabando en los estudios de Iván René Cosentino su nuevo disco, consagrado a la música romántica, que se editará en breve.
"A Iván lo conozco desde hace muchos años; los dos somos rosarinos. Y el placer es grabar Schumann -mi músico preferido-, y también Mendelssohn y Chopin, en un estudio de primera y en un gran piano Steinway de cola."
-Los románticos son tu debilidad, por lo visto...
-Diría que mi fuerte es el barroco, Bach, Scarlatti, pero también clásicos como Mozart, Haydn, Beethoven. No obstante, siento una fuerte atracción por los románticos, sobre todo Schumann, que me ayudó a superar depresiones, tristezas y melancolías. Me siento identificado con el alma romántica.
Amigos son los amigos
Más que por haber actuado como solista, en octubre pasado en Tucumán, donde ofreció el Concierto N° 1 de Chopin con la Sinfónica de la Universidad Nacional de Tucumán, la figura de Eduardo Delgado retornó aquí con gloria gracias a la profunda amistad que lo une a Martha Argerich. La primera fue en noviembre de 2001, cuando, invitado por la genial pianista, compartió con ella un tema de Guastavino a dos pianos; la segunda el año pasado, cuando Martha lo eligió jurado del concurso de piano. Incluso, a raíz del Festival Argerich, tuvo el privilegio de ser invitado a la Semana Musical del Llao-Llao.
Y en ese mismo año 2002 había regresado para ofrecer conciertos a beneficio de hospitales de Niños, en Rosario, Jujuy y Tucumán.
"Hace poco me emocionó que en el teatro Broadway, de Rosario, me otorgaran el premio Magazine por mis méritos profesionales. Y me invitaron a las celebraciones de los cien años del teatro El Círculo, en 2004, y me designaron ciudadano ilustre de mi ciudad, tras lo cual me comprometieron para volver el año que viene también para la Conferencia Iberoamericana de Literatura, a la que asistirá el príncipe Felipe y para cuyo acto central tocaré en homenaje a él. También me halaga que en noviembre último me haya invitado a dictar, durante tres días, clases magistrales en el Salón Dorado del Colón, organizado y patrocinado por la Fundación del Teatro."
Eduardo Delgado, tras escapar "sin ruido" de su Rosario, se dio el gusto de ser invitado por su exitoso comprovinciano, el cantante José Cura, para compartir con el guitarrista Ernesto Bitetti la grabación del disco "Anhelo" (Argentinian Songs), obras de compositores argentinos, entre ellas seis canciones de Carlos Guastavino, y luego emprender con ellos una gira por Europa. Otro hito en su trayectoria es haber grabado en Japón sendos volúmenes con la obra integral de Alberto Ginastera, para piano, cuya segunda parte grabada será editada a comienzos del año que viene. Será un motivo más para regresar a Japón, país en el que residió durante seis años.
Delgado es hoy docente en la California State University, en Fullerton, donde creó, en 1998, la Fundación Alicia Larrocha para becar a pianistas talentosos. Esto, amén de fundar la Castle Green Historic and Cultural Society en Pasadena, California, una región cosmopolita, abierta a todas las artes, donde reside la elite cultural estadounidense. Nuestro músico se había instalado en Los Angeles desde el 74 hasta el 89; a partir de ese año lo contratan, hasta 1996, en la Universidad de Osaka, donde ofrece recitales como solista y con varias orquestas de allá. Allí también se desempeña como docente.
La trayectoria de Eduardo Delgado es para nosotros la típica de los "argentinos secretos". El tampoco se interesa por repasar su historia, que comienza con sus estudios con Arminda Canteros y prosiguen con Sergio Lorenzi, Vicente Scaramuzza, Dora Zaslavsky en la Manhattan School of Music y Rosina Lhevinne en la Juilliard School de Nueva York. Pero fue Marisa Maranca, en Rosario, la docente clave en su carrera.
-Grabar música de argentinos fueron tus primeros pasos de regreso aquí, ¿no?
-Seguramente. Es que me encanta la música de compositores argentinos; siento necesidad espiritual de tocarlos. Por eso lo de Ginastera, en Japón. Pero amo a Guastavino. Es el Schumann argentino, además de ser también santafecino. Precisamente mi proyecto inmediato es un disco compacto con obras de diversos creadores argentinos para darlos a conocer al mundo. Mientras tanto, disfruto con mi trío en la Universidad de Los Angeles.
Eduardo Delgado es un ser exquisito. Su modo de tocar, su touche , sus fraseos, su estilo pianístico son deliciosos. No conoce divismos, ni poses. Su Schumann no es tanto el impetuoso Florestán del que está imbuida Martha Argerich, sino más bien el exquisito, delicado Eusebius, el otro rostro, parte inexorable de esa dualidad espiritual y artística confesada y plasmada en las notas maravillosas del atormentado creador.
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