El regreso de Argentina, tierra de amor y venganza: Polka enfrenta una prueba de fuego para la TV abierta con los recursos de siempre
La nueva ficción, estrenada este lunes por eltrece, enfrenta desafíos mayúsculos y de sus resultados depende buena parte de la futura configuración de pantalla chica en nuestro país
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En estos tiempos de cambios tan vertiginosos dentro de lo que genéricamente todavía se llama “televisión”, el lenguaje puede abrir más de un equívoco. No hay dudas de que la reaparición de las ficciones con la marca registrada de Polka en el horario central de eltrece es uno de los hechos más trascendentes de este año en el universo local de las pantallas. Pero el regreso de anoche de Argentina, tierra de amor y de venganza (ATAV) plantea de entrada cierta confusión que, desde el uso de ciertos términos se extiende al contenido y, desde allí, alcanza también en el momento clave que atraviesa hoy la producción de historias de ficción de estas características en nuestro país.
Desde el comienzo se nos anunció que ATAV regresaría, después de un primer ciclo exitoso en 2019, con las características de una segunda temporada. El público ya se acostumbró a usar este tipo de conceptos, y sobre todo a entender su significado, a partir del consumo permanente y sistemático de todo tipo de series disponibles en las plataformas de streaming. El paso de una temporada a otra, lo sabemos de sobra, está marcado ante todo por signos de continuidad muy visibles en cuestión de tramas, personajes y símbolos. La secuencia también aparece representada en otro tipo de ficciones, las llamadas “antologías”, cuyos argumentos pueden variar por completo de una temporada a otra, pero responden siempre a algún denominador común que condiciona y hasta determina el rumbo de las historias.
El caso de ATAV es diferente. Y en el fondo responde a la lógica de una época televisiva previa a la que hoy imponen las plataformas. Lo que acaba de iniciarse es, lisa y llanamente, la segunda parte de una telenovela cuyas situaciones se definen y se construyen dramáticamente a partir de algunos hechos extraídos de la memoria histórica de la Argentina durante el siglo XX.
Aquí, la generación representada por los nietos de ciertos personajes protagónicos de la primera parte ocupa el centro de la escena en el momento en que se produce el retorno del Estado de Derecho en nuestro país. Una verdadera bisagra histórica marcada a fuego, como muy bien reseñó Natalia Trzenko desde estas páginas, alrededor de varias cuestiones simultáneas de enorme relevancia social: el cierre (lleno de lacerantes heridas abiertas) de la última dictadura militar, el regreso de quienes se vieron forzados a exiliarse por razones políticas, la reaparición a través del espectáculo de ciertas pulsiones que permanecían reprimidas y los primeros indicios sobre lo que luego sería la epidemia del SIDA.
La distinción entre segunda temporada y segunda parte va en este caso mucho más allá de las cuestiones semánticas. Corresponde subrayarla dentro de las particulares circunstancias en las que se da a conocer esta nueva producción. En este sentido, ATAV 2 parece una de las apuestas más fuertes de toda la historia de Polka como generador de ficciones para la televisión abierta. Y resulta casi paradójico que se estrene en el momento en que todas las certezas que sostuvieron la maquinaria de la TV de aire en las últimas décadas de la Argentina tambalean por culpa de las recurrentes crisis económicas, las enormes transformaciones registradas dentro del propio universo televisivo y la propia incapacidad de los canales abiertos para adaptarse a la nueva realidad.
Tal vez sea prematuro decirlo ahora, con apenas un episodio en el aire de un total de 125 ya filmados, pero es muy posible que la respuesta que obtenga ATAV 2 entre el público determine en buena medida el diseño del mapa televisivo de los próximos años en la Argentina. El perfil de esta novela es una prueba de fuego, quizás la más fuerte de los últimos años, para explorar el modo en el que nuestro televidente medio se asoma a la TV abierta y cuánto se modificaron sus hábitos de consumo a lo largo de los últimos y vertiginosos años de cambios.
En nuestra memoria televisiva reciente todavía permanece el recuerdo de los tiempos, no muy lejanos, en los que Telefe y eltrece competían por el rating en el horario central sin sacarse ventajas relevantes. Esa lógica se alteró con fuerza en la etapa más reciente y el momento actual registra en este terreno un vuelco rotundo de la audiencia a favor de las ambiciosas propuestas rotativas de Telefe (de La Voz a Gran Hermano, de MasterChef al inminente regreso de Talento argentino), con una persistencia que descolocó por completo a su principal competidor y lo dejó sin respuestas. Nadie encontró hasta ahora la fórmula para ocupar el liderazgo que la declinación de los programas del hasta allí invicto Marcelo Tinelli dejaba vacante.
Es improbable que ATAV 2 ocupe ese lugar, pero lo que seguramente sus responsables esperan (empezando por Adrián Suar, que sigue siendo el hombre fuerte del armado de la programación de eltrece y de Polka) es recuperar un razonable equilibrio de fuerzas en la pugna cotidiana por el rating junto a la recuperación de un protagonismo muy extraviado en los últimos tiempos.
La tendrá difícil, sobre todo si se propone dar la pelea en el terreno de la ficción. Telefe viene triunfando con productos que en la superficie funcionan como una mezcla muy hábil entre el reality show y las competencias de talentos, pero su éxito también se explica por los componentes propios de una trama de ficción que asoman en cada uno de ellos bajo la superficie. ¿Quién podría negar el silencioso aporte que guionistas, productores y editores vienen haciendo en ese sentido al servicio de MasterChef o Gran Hermano?
Frente a este escenario tan poco convencional se instala una novela de pura cepa polkiana como ATAV 2. La identidad de las ficciones corales elaboradas a lo largo de tantos años por Suar y su estado mayor vuelve a manifestarse de manera plena en el intrincado episodio de arranque, en el que todas las tramas paralelas se ponen en marcha de manera simultánea: la vuelta del exilio, el amor homosexual, el cruento legado de la dictadura, la gran ciudad como destino de progreso y ascenso social, los vicios y las virtudes del mundo del espectáculo.
El tiempo nos dirá hacia dónde evoluciona la historia y si prevalecerá (o no) alguna de estas subtramas frente al resto. Lo que parece complicado, y sobre todo muy arduo, es sostenerlas todas juntas y con un mismo peso para cada una de ellas. Hay demasiadas capas narrativas ya establecidas desde el arranque en ATAV 2 y siempre se corre el riesgo en estos casos de caer en la superficialidad o dejar solo a la vista las líneas más elementales de cada una de ellas.
La novela también pone en juego la memoria del espectador y sobre todo el modo en que reaccionará frente a situaciones bastante trajinadas en el mundo audiovisual. Como no tiene un contexto histórico y televisivo previo que funcione como respaldo (las 22 temporadas de la serie española Cuéntame como pasó son el mejor ejemplo), ATAV 2 queda expuesta a la mera repetición de las temáticas predilectas del cine argentino de los años 80.
Como ocurrió en el caso de La 1-5/18 y el abordaje de la vida en una villa porteña, Polka quiere apoyarse en el valor de abordar en sus novelas ciertos temas hasta ahora no explorados. En este caso el SIDA, las huellas de la dictadura o el amor entre hombres. Pero esta idea de mostrar la “primera vez” como mérito también se expone a la prueba de la realidad. Para Polka estos temas resultan toda una novedad. ¿Y para el televidente? Allá por 1991, hace más de tres décadas, Enrique Torres mostró cómo el VIH podía impactar en una trama de telenovela. De Celeste todavía hoy se habla gracias a ese hallazgo.
Tal vez el aspecto más novedoso de ATAV 2 pase por su mirada sobre el mundo del teatro de revistas y todos esos aspectos y conductas de la tradicional picaresca porteña que en los últimos tiempos cayeron bajo la llamada “cultura de la cancelación”. La reivindicación de un personaje como el que encarna Justina Bustos, que asoma como la gran heroína del relato, sugiere un camino atrayente, no explorado hasta ahora.
Bustos, dueña de un carisma innato y una gran expresividad, representa mejor que nadie el aporte de los elencos amplios dentro de este tipo de producciones. Esta es otra ficción de Polka que se sostiene gracias al talento y al compromiso de sus actores, a veces expuestos a resolver situaciones a puro oficio por la endeblez de ciertos diálogos y la necesidad de resolver las cosas a las apuradas.
Estas vacilaciones no ayudan a que ATAV 2 juegue de la mejor manera el partido trascendente que debe enfrentar. Tampoco importan demasiado los perfiles cercanos al estereotipo de algunos personajes, sobre todo de los villanos. Ese tipo de subrayado también forma parte de la esencia de la telenovela. Lo que más importa aquí es otra cosa. Para afirmarse como representación de una realidad y sostener desde allí las máximas aspiraciones de eltrece, ATAV 2 necesita que se hable de ella. Y para hacerlo se requiere un relato compacto, preciso, convincente, que recupere el interés por comentar hechos en los que la sociedad argentina puede reconocerse. Polka tiene frente a sí un desafío mayúsculo, tal vez crucial para el destino de sus producciones, y al parecer decidió encararlo con los recursos de siempre. ¿Le alcanzará?
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