El público que construye la tevé
Con 1.400.000 espectadores en todo el país desde el estreno, "Un argentino en New York", la película de Argentina Sono Film dirigida por Juan José Jusid, consigue un récord casi histórico y difícil de igualar.
En el ranking le sigue "Cohen vs. Rosi", con menos de la mitad: 547.779 espectadores, al último cierre de semana. Esta película de Pol-Ka tuvo una campaña publicitaria televisiva "saturante", dice un especialista en cifras cinematográficas, y "acabó por quitar estímulo a los espectadores".
El 45 por ciento de la entrada neta va para los productores, de modo que la felicidad de Argentina Sono Film va acompañada por una ganancia cercana a los tres millones.
"Cohen vs. Rosi", pese a las mitades, tampoco puede quejarse: consiguió el mismo volumen de audiencia que, por ejemplo, "Impacto profundo" (de Mimi Leder), un estreno norteamericano espectacular entre los de la línea media.
Para algunos, estos guarismos son indicativos de un buen momento para el cine argentino. Esto es tan cierto como un espejismo. Las cifras de espectadores señalan, en realidad, la capacidad de convocatoria de la televisión, ya que los dos productos citados son prolongaciones de la pantalla chica.
Un hecho aparte: dado lo que expondremos, desde ahora será posible imaginar una película de origen televisivo, anticipando el espectro de público al que va dirigida.
No hay que ir a los productores y a los sociólogos; basta con interrogar al boletero de la sala: el noventa por ciento de la audiencia que concurre a ver "Un argentino en New York" está constituido por abuelos y nietos. También, por amas de casa teleadictas. Es decir, por la gente que sigue los programas a toda hora. Natalia Oreiro y Guillermo Francella, los protagonistas, son los ídolos de esas edades.
En el "target" de "Cohen vs. Rosi", en cambio, está el público de la pequeña burguesía, entre los quince y los treinta y cinco años. Es decir, la "generación Pol-Ka", acostumbrada a Adrián Suar desde "Pelito" y con sus triunfos como productor, "Poliladron", "Verdad consecuencia" y ahora "Gasoleros". Es la media de público que cuida el bolsillo; es la clase trabajadora y el tipo de espectador que no repite en el cine lo que ya vio en la TV.
Fórmula siempre eficaz
"Un argentino en New York" reitera la eficaz fórmula que Mentasti-productor tiene bien aprendida desde los años 30: el blanco es el barrio, el lenguaje es el más popular y la temática reside en aceptar que "los chicos crecen" porque... "así es la vida".
"Cohen vs. Rosi", en cambio, sobre el modelo Pol-Ka -la imagen muy trabajada y un elenco colmado de figuras-, enfoca la realidad desde una propuesta estética sui géneris, como si fuera un circo: los personajes de la película son "freaks" conscientes. Mientras Francella será siempre el barrio, Suar se propone cierta estilización con el triunfo final de (parafraseando) lo "políticamente incorrecto". Con tales móviles, prefijados y visibles, basta un director. El guión importa menos.
Hubo otras ofertas en el año, igualmente eficaces: "El faro", de Eduardo Mignogna, es una de ellas, con una cantidad de espectadores que seguramente superó las expectativas de los productores, instalándose en el dolor, la tragedia y la discusión.
Otra, "Pizza, birra, faso" (130.000 espectadores), de Stagnaro y Caetano, fue el gran descubrimiento de los últimos seis meses. Construye su verosímil desde la independencia, el cuestionamiento y un realismo sucio: es el tipo de película que provoca la alarma de los funcionarios, habitualmente puestos para vigilar. En una época en que la mayoría de los jóvenes sueña con ser modelo o director de cine, "Pizza, birra, faso" se convirtió en el paradigma hacia el que todos miran.