El problema de los tres cuerpos: una nueva apuesta a la fantasía y la ciencia ficción de los creadores de Game of Thrones
Los responsables del gran fenómeno televisivo vuelven al streaming con este estreno de Netflix, que convierte en serie a la novela del escritor chino Lui Cixin, una nueva mirada sobre la ciencia ficción
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El problema de los tres cuerpos (3 Body Problem, Estados Unidos/Reino Unido/China/2024). Creadores: David Bennioff, D. B. Weiss, Alexander Woo. Elenco: Jess Hong, Eiza Gonzalez, Jovan Adepo, Benedict Wong, Zine Tseng, John Bradley, Jonathan Pryce, Liam Cunningham, Rosalind Chao, Alex Sharp. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
El problema de los tres cuerpos, recién estrenada en Netflix, debe lidiar con dos importantes condicionantes que vienen dados de antemano. El primero está en la novela que le da origen, la célebre saga del escritor chino Liu Cixin, publicada en 2006 y convertida de inmediato en una nueva mirada, política y visionaria, sobre la ciencia ficción; el segundo es el regreso a la televisión -o al streaming- de la dupla de creadores de Game of Thrones, David Benioff y D.B. Weis, quienes fueron responsables del último fenómeno global televisivo. Partiendo de semejantes presiones, El problema de los tres cuerpos intenta forjar su propia singularidad desde sus primeros episodios, despegando del engranaje literario para dar realidad visual a los principales temas que va a abordar: la responsabilidad de la ciencia, los límites de la realidad virtual y la posibilidad de vida inteligente en el espacio exterior. No son diferentes de los planteados a mediados del siglo XX por Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick en 2001 odisea en el espacio, película que también revolucionó el género llevándolo a un estadio de madurez respecto de los experimentos clase B del período anterior. Pero sí encuentran una clara sintonía con nuestro presente y algo de ello impulsa a Benioff y Weiss: conseguir nuevas imágenes y abrir un nuevo horizonte en un terreno en el que parecían haberlo logrado todo.
Todo comienza en plena Revolución Cultural china, en 1966. Los académicos y científicos son condenados públicamente ante las voces jóvenes que esgrimen el librito rojo de Mao como nueva constitución del pueblo. Ye Wenjie (Zine Tseng ) ve morir ejecutado a su padre ante la algarabía de sus detractores y luego será condenada a un campo de trabajo en Mongolia, no solo por ser su heredera sino también su alumna más ilustre. En un salto temporal hacia la Londres del presente, descubrimos que varios científicos se suicidan sin explicación. El policía Da Shi (Benedict Wong) sigue una escurridiza pesquisa que lo lleva a un camino sin salida. ¿Qué empuja a prestigiosos académicos de la ciencia al suicidio masivo? ¿El horror ante el mundo o la extorsión de algún poder omnímodo? El mismo interrogante va esparcirse entre un grupo de excompañeros de Oxford cuando una de sus profesoras tome la misma drástica decisión. En el velorio de Vera Ye (Vedette Lim) se producen los primeros encuentros significativos: la visita de un misterioso magnate del petróleo, el hallazgo de una máscara plateada que ofrece un videojuego de realidad virtual, la acuciante pregunta por la responsabilidad de cada uno de esos científicos en su campo de trabajo, sea la nanotecnología, la docencia académica o el negocio de la comida chatarra.
Creada en sociedad por Benioff, Weiss y Alexander Woo (True Blood, The Terror), la serie va jugar con los tiempos y los personajes, que inicialmente suponen una madeja de misteriosas relaciones y múltiples consecuencias, para ir anudándolos en un único derrotero de claros ecos morales y trascendentes. Mientras seguimos a Ye Wenjie en su calvario mongoles durante la Guerra Fría descubrimos que China busca ganar la carrera espacial bajo otras coordenadas que los Sputniks y los Apolo de sus otros contrincantes. La comunicación con el espacio exterior se vislumbra a través de una serie de cálculos que ofrecen al reflejo solar como amplificador de una señal hacia otros universos. En esos pasajes, bajo un ambiente riguroso y militarizado, un paisaje helado y desolador, Benioff y Weiss recrean la noción de misterio que habían abordado en Game of Thrones bajo la figura del invierno. La curiosidad y el miedo se anudan también en la investigación de Ye Wien, quien oscila entre la propia salvación y la del mundo como metáfora del dilema de todo hombre, sea o no científico. Son las escenas más solventes desde la puesta en escena, aquellas que van desovillando los hilos hacia el presente, cuando los mismos personajes ya curtidos tengan que rendir cuentas de sus actos.
En los alrededores de Oxford, los deudos de Vera Ye se enfrentan a sus propios fantasmas. Auggie Salazar (Eiza Gonzalez) es artífice de una exitosa compañía de nanotecnología que está por lanzar un nuevo producto al mercado científico pero comienza a tener visiones de una cuenta regresiva. Los números descienden vertiginosamente y una extraña aparición la conmina a cancelar el proyecto antes de que la cuenta llegue a cero. Jin Cheng (Jess Hong) y Jack Rooney (John Bradley) ingresan al juego de realidad virtual en el que deben resolver el problema de los tres cuerpos celestiales y salvar civilizaciones que se extinguen bajo el fuego o las inundaciones. Los científicos intentan encontrar respuestas a la carga de responsabilidad que implica cada invento, cada hallazgo, el rumbo del mundo que diseñan en su pequeño laboratorio. Ese el eje que más interesa a los creadores, y más allá de los ecos del cambio climático y los interrogantes alrededor de las inteligencias artificiales, la serie se propone como una experiencia inmersiva, un amplio mapa en el que tiempos y espacios confluyen en busca de respuestas a un acertijo que no tiene fácil solución.
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