El primero de los primos
Por Esteban Peicovich
Hay tanto Hamlet en este rostro como en el de la mayoría de los hombres. Pertenece a un interno del Cemic, donde sirvió a la ciencia durante 25 años. Parientes que somos de familias distintas, la suya nunca habló. A este longevo pensador le tocaron por nombre dos números "55", pues la rueda de las mutaciones le destinó jaula, no hábitat natural o casa. Nombre que corresponde al preciso número de años que vivió. El primer domingo de octubre, un edema pulmonar agudo se lo llevó a la otra forma de la materia. La que no se ve. Durante 25 años estuvo alojado en el Instituto de Primatología al cuidado del sabio Carlos Nagle y su equipo de biólogas. A nadie quiso más 55 que a Nagle. Y sólo la excelencia espiritual de un científico como él pudo registrar, ahondar y tocar el misterio de un primate tan particular. Lo prueba con creces esta fantástica imagen donde el secreto humano del simio parece salir y mostrarnos cuán primo lejano nuestro es y cuán antigua es la fuente de los genes que iluminaron a Shakespeare hasta sublimar a un Hamlet.
La biografía de 55 registra que ingresó en la colonia del Cemic (donde hay hoy 72 ejemplares de Cebus apella ) en 1983 y que, tras cuarentena y exámenes, se lo destinó, según su performance, a macho reproductor. El test de prueba dio muestras de su fertilidad. De fuerte temperamento, debió cambiar de jaula en 20 ocasiones por los daños que provocaba. Algo frecuente en machos que manifiestan dominancia y que sufren los monos vecinos y los científicos que los tratan, pues reciben rasguños y mordidas. Su primer apareo fue con una hembra identificada como Pequeña, que no resultó preñada, pero sí las que conformaron su primer harén de siete hembras: Marisa, Moria, María Bonita, Juanita, Bety la Fea, Martita y Delminda. Su primer hijo (con Moria) nació el 26 de septiembre de 1984 en un parto prematuro (120 días, sobre un período de gestación de 160 días). La beba murió a los pocos minutos de nacer. De otras relaciones tuvo 19 hijos: 10 varones y nueve mujeres. Su hembra preferida y con quien tuvo más hijos (seis) fue Bety la Fea. Con María Bonita, la segunda en su afecto, cinco. En dos ocasiones 55 llegó a donar sangre para su hijo Rambo, de 7 años, que murió de un linfoma. Tras esta pérdida, "55" vivió dedicado a su harén, con frecuentes altercados con vecinos (golpes y sacudidas de jaula) a fin de mantener su hegemonía en un condominio de 70 monos capuchinos de sólo tres machos dominantes. Ahora será sucedido por alguno de sus tres hijos: Diego, Cachito y José.
Su fructífero currículum deparó a su paternidad momentos de gloria. Dos de sus hijos varones, habidos con Marisa y Moria, viajaron a Estados Unidos (Instituto Albert Einstein, Bronx, Nueva York), a completar entrenamiento y recibirse de auxiliares de pacientes discapacitados. Proyección alcanzada por la singular inteligencia de los Cebus apella y la labor previa realizada en el Cemic con una crianza que los humaniza y acerca a nuestros hábitos. Tanto, que llegan a responder hasta 15 señales de rayos láser de ese tipo de enfermos y, a su pedido, secarles con una pañuelo la saliva, darles un vaso de agua, ponerles un casete de música y hasta dar vuelta las hojas de un libro para que puedan leer.
¿Que 55 pensaba? No tengo dudas. Menos de su fabulosa vida de amante. Su deseo por Betty la Fea lo convertía en un Casanovas desbocado. Tanto, que una vez quiso pasar su brazo a la unidad vecina para tocarla, pero se le trabó el codo en el enrejado y así pasó la noche. Debió ser reducido con anestesia y luego resolver la luxación del codo. Y todo por amor. Lo conocí. Nos dimos las manos. Sus ojos hablaban. Es de los seres más hipnóticos que conocí. Lo siento primo primate mío y sueño con encontrarlo en algunos de los múltiples avatares que cuelgan del futuro. Fónicos ambos. Para conversar de todo aquello que esta vez, aquí, no se pudo. Ya se dará.