
El peso del pasado
El director David Amitín y el estreno de "El pato salvaje".
La pieza de Henrik Ibsen es el último estreno de esta temporada del Teatro San Martín. El elenco está integrado por Alberto Segado, Osvaldo Bonet, Manuel Callau, José María Gutiérrez y Silvia Baylé, entre otros.
Hablar sobre "El pato salvaje", de Henrik Ibsen - último estreno de esta temporada del Teatro San Martín, que cuenta con la dirección del prestigioso David Amitín y la actuación protagónica de Alberto Segado-, es adentrarse en uno de los dramas psicológicos ejemplares de la dramaturgia universal. Ibsen se despoja de su preocupación por la sociedad y se sumerge en la investigación del alma humana para construir una pieza de conflictos íntimos.
David Amitín, junto a Mauricio Kartún, realizó una sutil adaptación de los textos del dramaturgo noruego. "Se trató de evitar un cierto estilo de Ibsen de ser muy insistente y un poco machacón con ciertas cosas -explica-. En la obra hay informaciones que se dan dos o tres veces; eso se ha sintetizado y se ha cortado. El otro detalle es que la obra, que está escrita en 1880-1886, fue trasladada a 1920, es decir, principios del 30, al fin de la Primera Guerra Mundial."
- ¿Por qué?
- Porque la historia parte de un hecho de corrupción: dos amigos que son socios producen una especie de tala ilegal en los bosques del Estado. A partir de ahí los dos son enjuiciados. Uno es absuelto y el otro, condenado. Me parecía que este asunto de los años 30, con toda esa suerte de quiebre de la moral, era un marco más apropiado para el origen de esta historia.
- A uno de ellos no le pueden probar nada y al otro, sí.
- Sí, pero además, a partir de ahí, los hijos de estos dos hombres, que han sido amigos en la infancia, se separan, y se produce un intervalo de diecisiete años, en los que no se ven. La obra comienza después de esos años. Uno de ellos regresa a la ciudad y encuentra a su amigo casado con alguien que resultó ser una de las criadas de la casa de su padre, que era un tipo muy picaflor. Estos dos hijos son dos modelos muy marcados y la obra se plantea entre estos dos polos. Uno de ellos vive muy tranquilo, muy cómodo, en una especie de gran mentira, pero que le permite una existencia placentera. Y el amigo que llega (Alberto Segado) es una especie de defensor a ultranza de la verdad. Esto establece el desarrollo del conflicto que, si se quiere, es un conflicto entre el manejo y el sentido de la verdad, el autoengaño y sus beneficios; es decir que la obra se arma en el marco de esta polémica. Tiene, además, un final bastante abierto, que puede generar controversia.
- ¿Usted está de acuerdo con lo que plantea uno de los personajes, con respecto a la inevitable necesidad del autoengaño para que ciertas conciencias puedan sobrevivir?
- Es el personaje del médico el que hace ese planteo. El sostiene la tesis de la mentira salvadora, en otras traducciones, la mentira vital. Es decir que, según él, los individuos mediocres necesitan una especie de ilusión para poder sobrellevar la existencia. Pero el personaje de Gregorio, el amigo que llega, viene a destruir esta ilusión a toda costa. Lo cierto es que este matrimonio con su hija vive una vida bastante apacible en medio de un permanente autoengaño. Entonces, lo que se plantea es si es mejor vivir inmerso en el autoengaño, pero con una vida placentera, o si, por el contrario, es preferible enfrentar el precio de la verdad. Esto es lo que la obra deja flotando...
- Y que no responde.
- No lo responde. Tal como está planteada la trama, el que trae la verdad no es un sabio sino alguien que está manejado por sus propios problemas. Su manera de llevar adelante el enfoque de la verdad es algo francamente mal planteado. De manera que la verdad, así dicha, se convierte en un arma de destrucción.
- ¿Planteada de otra manera, la verdad puede ser constructiva?
- Yo creo que sí. Pero en la obra, el que trae la verdad tiene una postura enormemente fanática y prejuiciosa acerca del ser humano. En cambio, la visión del médico es más real, más objetiva, con respecto a las necesidades de la gente. De todas maneras, lo que Ibsen plantea en toda su dramaturgia es el peso del pasado. Y en esta obra se ve claramente el hecho de que nuestro presente está fundado en un remoto y difícil pasado. Se acercó a Freud, sin conocerlo, de una manera fundamental. Ibsen instaló en el drama de fin de siglo este tema de la soberanía del pasado en el destino de la gente. Esto lleva a una densidad de significaciones que es muy rica.
- Incluso hace pensar en nuestro propio pasado como país, que no deja de resurgir, a pesar de que a cada momento queremos ahogarlo para que no hable.
- Exactamente. El tema es qué hacer con esa verdad; cómo situarse frente a ella cuando juega como un imperativo. ¿Cómo tomar decisiones con respecto a la exigencia que la verdad impone en el ser humano? Es la fuerza de la conciencia, que empuja; de la verdad que empuja.
- La obra se inscribe en un terreno muy psicológico...
- Sí, pero también es muy realista y está cargada de simbolismos. Creo que es el texto más realista con el que me he enfrentado. En ese sentido para mí es interesante, porque marca una diferencia con respecto a mis puestas anteriores.
- ¿Cómo concibió este mundo?
- Este es un mundo en donde he tratado de introducir algunos elementos que creen una cierta tensión, sobre todo por el lado del espacio, frente al naturalismo de la obra. Por otro lado he buscado una gran verdad desde el punto de vista de la actuación. Me parece que el texto de esta obra no resiste otro tratamiento.
- En ese sentido, es bastante riesgoso, porque orilla el melodrama.
- Es cierto, es una obra que está al borde de lo melodramático. Pero por otro lado está tan bien escrita, tan bien construida, que resulta un drama ejemplar. Es casi como una arquitectura.
- ¿Hacer teatro le sigue permitiendo comprender al hombre?
- Espero que sí.
- Qué respuesta poco contundente...
- (Risas) Lo que ocurre es que el teatro es algo sobre lo que yo no puedo decidir mucho en mi vida. Es un deseo, es una necesidad de hacer, de desarrollar proyectos, temas, obras, y no indago el porqué. El hecho de comprender la vida mediante el teatro es una aspiración, porque es un enorme espejo y una posibilidad de confrontación muy grande. Cada obra da la posibilidad de verse a uno mismo en relación con determinados temas. Pero de ahí a que uno pueda comprender y avanzar... eso está por verse. n
Breve reseña biográfica
Henrik Ibsen nació el 20 de marzo de 1828, en la pequeña ciudad de Skien, al sur de Noruega.
En 1842 ingresa en una escuela regenteada por sacerdotes, donde se interesa por el estudio de la teología. La lectura y la escritura de poemas ocupan sus horas de ocio.
Su prolífica obra comienza en 1850 con "Catilina", pieza en la que puede rastrearse el germen de los personajes ibsenianos, que se desarrollará en el resto de sus obras.
"El pato salvaje" fue escrita en 1884 y se halla inscripta en el marco de sus obras de corte psicológico. Su último drama, "Cuando despertamos a los muertos", data de 1899 y, una vez más, el autor plantea allí su duda acerca de los alcances de la verdad.
Muere el 23 de mayo de 1906.
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