Sin previo aviso, con las heridas de la última depresión financiera aún abiertas, la música en vivo recibió un nuevo golpe. "Nadie lo vio venir", repiten en un sector que, según las estimaciones de la cámara Idear, emplea directa e indirectamente a nada menos que 500.000 argentinos. Una industria con boliches y espacios culturales que portan ya varias medallas de supervivencia luego de atravesar batallas durísimas, como la crisis económica e institucional de 2001 y la caza de brujas habilitatoria del post-Cromañón. Tanto a nivel nacional y provincial como de la ciudad de Buenos Aires ya hay protocolos desarrollados y aprobados para el regreso de la música a los escenarios. Sin embargo, la evolución de la pandemia será lo que finalmente marque el ritmo del retorno a la actividad. Nadie desconoce que, más allá de cualquier medida gubernamental, la viabilidad de producir un show dependerá en los próximos meses también de la voluntad del público de exponerse a determinadas condiciones y cohabitar espacios cerrados. Mientras en provincias como Jujuy y Santa Fe los recitales se reiniciaron parcialmente, con distancia prudencial o transmisiones vía Internet, desde mediados de marzo el AMBA observa congelado cómo pasan las estaciones sin que suene una sola nota. Algunos venues apuestan a una parcial reinvención con el endeble modelo de shows por streaming; otros transforman su negocio, unos pocos se apoyan en subsidios. Y el resto sobrevive como puede esperando que la música vuelva a sonar.
Con fotografías de Sebastián Pani
CAFF
Último show precuarentena: Micaela Chauque - 12 de marzo
"Este es un lugar que tenía música constantemente, de miércoles a domingo, desde las 14 en adelante, por los ensayos y las pruebas de sonido. Y de pronto quedó en soledad. Es un silencio que aturde", describe Walter Tano Coccaro, programador y encargado de sala, sobre la situación actual del Club Atlético Fernández Fierro (CAFF).
En formato cooperativa, el espacio de referencia del nuevo tango porteño y sede social de la Orquesta Típica Fernández Fierro, sobre Sánchez de Bustamante y Guardia Vieja, reúne a trece músicos y dos técnicos fijos, junto a una quincena de empleados rotativos. "Cerca de treinta familias quedamos sin ingresos a partir de la cuarentena", dice Coccaro. "Al principio nos manejamos con ahorros de estos años y subsidios, pero después de tres meses se nos hizo muy difícil".
En la sala del Abasto, que inició sus actividades hace dieciséis años, descartan una apertura antes de enero de 2021 dado que –igual que otros boliches– abrir a un 30 o 50 por ciento de su capacidad no resultaría sustentable. Al mismo tiempo, el apoyo financiero por parte del Estado, que en su momento el CAFF planeaba destinar a la inversión de instrumentos y técnica, además de reparaciones estructurales (baños, pintura), según Coccaro, se utilizó para solventar el alquiler y otros impuestos.
"Nosotros vamos a luchar hasta el final, pero estamos caminando por la cuerda floja y no tenemos red", advierte.
Crobar
Último show precuarentena: Fideles - 6 de marzo
Como pieza clave de la escena clubber de Buenos Aires, Crobar logró ser uno de los pocos espacios en recuperarse después de la razia sobre las fiestas electrónicas tras la tragedia de Time Warp en 2016.
Aun con su sala vacía, que pudo albergar cerca de 2.000 personas en shows inolvidables de pesos pesados como Carl Cox, John Digweed, Modeselektor y Sven Väth, o los indie Cut Copy y Metronomy, cuenta con una estructura que le permite mirar a largo plazo. Sus dueños manejan también negocios como Mandarine Park (que a partir de este mes funcionará como Autocine), las fiestas Ultra y otros espacios gastronómicos. "En forma directa seremos unas 30 personas, pero el universo de los afectados es mucho mayor", dice con cierta distancia Gustavo Rana, uno de los socios de Crobar. "Hay servicios y líneas de trabajo que se han frenado por completo".
A diferencia de otros locales, la propuesta de Crobar parece imposible de traducir a un formato vía streaming. Rana adhiere: "No pensamos en alternativas. Tenemos más de quince años en el mercado y sabemos que en el momento de la normalidad volveremos a ser referentes".
Xirgú
Último show precuarentena: Churupaca - 7 de marzo
"Todo fue adrenalínico al principio, tratando de entender si las medidas oficiales eran exageradas o estaban bien", dice Eve Vega, programadora del área de música del Xirgú UNTREF sobre el anuncio de la cuarentena a mediados de marzo. El teatro de San Telmo, con espacio para 500 espectadores, canceló inmediatamente su agenda de teatro y shows, que iban de músicos emergentes nacionales a los post-punks ingleses Black Midi.
En caso de reactivación, los planes quedarán para los últimos suspiros del año o incluso más adelante. Aun así, junto a su equipo de comunicación, Vega siguió generando contenido en redes y eventos de streaming. "Es interesante que el Xirgú exista aparte del espacio físico, desarrollamos una identidad fuerte", completa.
Al ser parte del programa de financiación de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, los empleados del Xirgú continúan cobrando sus sueldos. Pero, dicen, en caso de recorte del presupuesto hay pocas salidas para sostener esa estructura. Sin embargo, miran hacia una nueva normalidad. Se está delineando un laboratorio sonoro, con Juan Ibarlucía, de Pommez Internacional, para alumnos que tendrán la oportunidad de exhibir su obra. "Queremos un lugar no solo de exhibición sino también de experimentación y educación", anticipan. "No sabemos cómo funcionará, pero estamos en esa de probar y empezar de vuelta".
Salón Pueyrredón
Último show precuarentena: Gramática-Dallera - 14 de marzo
Así como varios miles se adjudican haber visto a Mano Negra en Obras, a Sumo en la cancha de Los Andes y a Queens of the Stone Age en Cemento, probablemente más de uno saque una falsa chapa de haber presenciado el irrepetible show de NOFX en 2010 en el Salón Pueyrredón. Fat Mike y su grupo habían tocado esa semana en un colmado estadio Malvinas Argentinas y armaron un evento sorpresa en este primer piso de un antiguo edificio sobre la avenida Santa Fe, a pasos de la estación Pacífico. Aquel caos de punks rabiosos adentro y otros afuera destrozando las veredas parece un recuerdo lejano desde la perspectiva de la cuarentena.
"Es un estado de animación suspendida", describe Batra Luna, uno de los dos dueños actuales del Salón, sobre la actualidad. "Si bien tenemos la suerte de haber conseguido ayuda para bancarnos estos últimos años de crisis, ahora estamos a la espera de una respuesta sobre los subsidios de este año para no cerrar. Hay muchos otros lugares que tienen los días contados". El Salón también pudo sostener estos meses gracias a una venta anticipada de entradas que se destinó a cubrir parte de los sueldos de los empleados fijos.
"No soy de caer en las conspiraciones, pero todo esto tiene a veces un sabor siniestro, ¿no?", agrega Batra.
Bebop Club
Último show precuarentena: Orquesta Típica Julio Pane - 14 de marzo
Desde que abrió sus puertas en 2014, por primera vez Aldo Graziani no quiere entrar a Bebop. "Trato de no bajar porque es bastante sofocante verlo cómo está estos días, con toda la vida y la energía que suele traer a este lugar la gente cuando está contenta, disfrutando, cagándose de risa. Y ahora es muy triste", explica el dueño, que también opera Aldo’s, el restaurante en el piso superior al club de música de San Telmo. A principios de este año, Bebop tenía una agenda programada hasta septiembre que hubo que cancelar por completo.
Graziani moldeó este espacio inspirado en la sofisticación y mística de Birdland y el circuito de jazz neoyorquino, con shows locales y extranjeros, ofrecidos con una propuesta gastronómica diferencial. Cristalería y coctelería de autor, tapeo, sillas con tapiz de pana roja y lámparas en cada una de las mesas. Escuchar y ver música en Bebop es una experiencia para todos los sentidos.
La inactividad empujó a varios miembros del personal a reinventarse, como, por ejemplo, la sonidista principal que hoy trabaja haciendo delivery para el restaurante.
Con la flexibilización, Bebop Club comenzó a realizar streaming de shows como alternativa paliativa en tiempos de pandemia, ofreciendo un delivery de Aldo's a los clientes que compran su entrada.
Beatflow
Último show precuarentena: Goldapary - 7 de marzo
Irina y Gabriel Capponi se sientan extenuados en la barra del local que operan hace cinco años junto a su otro hermano, Matías. Un perro negro les sigue los pasos mientras a un costado del escenario se acumula una montaña de cajas donde antes hubo frutas y verduras. "Mi hermano armó su teclado y una batería, y eso le puso un poco de energía, pero bueno... Esta es una escena impactante para nosotros", dice Irina, que también oficia de DJ en las fiestas Remeneo. Hasta marzo, el lugar en la avenida Córdoba y Humboldt se había vuelto el favorito de las crews de trap emergente y fiestas de reggaetón y música urbana.
Ante la incertidumbre del cierre por la pandemia, los Capponi transformaron temporalmente a Beatflow en una verdulería, que debieron cerrar por amenaza de clausura, y que hoy continúa, pero desde sus casas en modo delivery de bolsones. "Hubo una persecución fuerte del Gobierno de la Ciudad", dice Gabriel.
"Nos inscribimos a subsidios y no salieron. Estamos quebrados y no me puedo hacer cargo de ninguna situación, ni siquiera de la mía. Esa es la realidad –completa Irina–. Pero vamos a trabajar el triple para remontar esto".
Niceto Club
Último show precuarentena: Peces Raros - 6 de marzo
La esquina de Niceto Vega y Humboldt forjó una historia con nombre propio y mucha de la mejor música en vivo de Buenos Aires: desde las paredes empapadas por el vapor hardcore punk de Los Crudos hasta los decibeles monolíticos de Swans, pasando por los históricos ciclos de Dancing Mood o cualquiera de los treinta y cuatro shows que dio ahí Él Mató a lo largo de su carrera.
Pero Niceto Club también sufre la pandemia. "Este año se cumplen veintidós años desde que abrimos. Pensábamos que la íbamos a romper y nos mandaron a dormir", dice Sabina Conti, productora general de la sala. "Tuve dos semanas con la cabeza aplastada diciendo ‘¿qué es esto?’. Mirá que soy apocalíptica pero nunca mis pensamientos fueron tan lejos. Nosotros vivimos del ticket, de la boletería y de las barras".
A partir del aislamiento, Niceto redujo sus ochenta empleados fijos y otros jornaleros a treinta. Esas personas eran las que hacían posible un mínimo de seis eventos semanales entre las salas A y B, y a veces más si se sumaban los martes de Indiefuertes y otros shows los miércoles. Aunque, a diferencia de otros espacios, Niceto se abrió camino como productora de eventos y contenidos audiovisuales, que expandieron la marca en el plano federal e internacional. "Entre otras cosas, hicimos un documental sobre la escena argentina para el festival Primavera Sound –explica Conti–. Nuestra función es mostrar cosas. Es decir, no vamos a ganar plata, pero le buscamos la vuelta".
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