El origen del metegol
En Orense, España, le dicen futbolín y esperan con una gran exposición
ORENSE (Especial).- "El fútbol es un pensamiento que se juega, y más con la cabeza que con los pies." La máxima es del novelista checo Milan Kundera, pero bien podría ser del poeta, periodista y editor gallego Alejandro Campo Ramírez, creador del futbolín, también llamado fútbol de mesa o metegol.
Ocurre que, quien era conocido como Alejandro Finisterre -por haber pasado gran parte de su vida en la Costa de la Muerte-, gestó el futbolín en 1936 pensando no en jugadores físicamente hábiles sino todo lo contrario: sus receptores, lejos de ser atletas, eran los militares republicanos mutilados de la Guerra Civil española.
El propio Finisterre había sido herido en la guerra y, al estar hospitalizado en Monserrat, inventó el futbolín como pasatiempo. El mismo juego lo desarrolló en Guatemala, país en el que debió exiliarse y en el que el juego fue construido por nativos con fina madera de caoba de Santa María.
"Era una forma de entretenerse estando herido de guerra, y vaya si es una forma de entretenerse también hoy día, en todo el mundo y tanto grandes como chicos", señala Alicia Borrás, responsable de la muestra Futbolines Colección Mayoral, montada en el Centro Comercial Ponte Vella de la ciudad gallega de Orense, en la que pueden verse juegos no solamente de España sino también de Gran Bretaña, Francia, Austria, Alemania y Holanda que abarcan mayoritariamente los años 30 y 40, cuando este juguete estaba en pleno desarrollo.
La muestra, instalada en la misma ciudad de Orense en la que nació el creador del metegol, es parte de la gran colección futbolera de Manuel Mayoral: hay metegoles de hojalata, de madera y de hierro con figuras simples o torneadas, pequeños y de gran tamaño, con vidrio y sin él.
"Según el tipo de futbolín se puede saber a qué ámbito social correspondía. Por ejemplo, los que tienen más jugadores y figuras torneadas en madera y pintadas de colores son los de las familias más pudientes, y los de hojalata eran propios de la gente de menos recursos. También la cantidad de jugadores que trae un futbolín es símbolo del poder adquisitivo de su dueño de entonces: los que traían muchas figuras eran los más caros. Llegó a haber futbolines en los que sólo venían los dos arqueros", sigue Borrás.
Otra particularidad tiene que ver con el sistema de juego según las distintas épocas, cuando se jugaba al fútbol con más o menos defensores, más o menos mediocampistas y más o menos delanteros. Y esto, por supuesto, se reflejó en el fútbol de mesa.
Si se trata de particularidades, un muy particular usuario de futbolín fue Luis Buñuel. En la muestra se expone el que utilizó el cineasta español en sus años mozos, cuando estaba instalado en el Casino de Calanda, en Teruel, de donde era nativo. "Todo lo que es hermoso tiene su instante y pasa", sentenció alguna vez el artista. Pero el futbolín no pasa de moda ni nadie pasa del futbolín, sino que parece eternizarse. Tanto por muestras que lo homenajean en su cuna orensana así como por la pasión que provoca este juguete en cualquiera de sus modelos y en cualquier lugar del mundo, hoy, por suerte, lejos de cuestiones clasistas o de guerra y cerca del divertimento.
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