Después de integrar Los Twist , Los Abuelos de la Nada y la banda de Charly García , y tras casi diez años en España, Daniel Melingo dio un giro radical al grabar en 1998 un inesperado y reconocido disco cien por ciento tanguero, sin rastros evidentes de rock. Ahora, el cantante y clarinetista lanzó Oasis, otro momento de reinvención en su carrera.
Melingo siempre se diferenció de otros rockeros a los que de pronto les da por probarse en el tango o el folclore . Su caso es particular: si retrocedió en la tradición musical porteña hasta las décadas del 40 y 50, hoy es evidente que solo tomaba más impulso para su salto creativo hacia adelante. Del tango parece haberle tirado la melancolía, la cadencia y el lenguaje tanto como sus poco reconocidas y exploradas posibilidades de experimentación. El de Melingo ha sido un proceso más creativo que nostálgico.
Desde aquel disco negro de los noventa, el viejo cómplice de Pipo Cipolatti fue "perfeccionando" sus artes tangueras al mismo tiempo que las misturaba y transformaba con otros géneros e instrumentaciones alternativas. Oasis, el noveno trabajo solista, es su producción más extrema en ese sentido. Sin abandonar del todo la esencia arrabalera, es el primero en décadas que graba con un "power trío" de guitarra, bajo y batería (con la contundente incorporación de Gómez Casa en parches y samples), manteniendo solo pinceladas de bandoneón aquí y allá, y apoyándose en la orquesta típica apenas para una canción aislada (y sublime), "Está vivo".
La ruptura es más profunda. Oasis marca además el reencuentro de Melingo con la música electrónica, en la que también fue pionero con Lions In Love, su banda durante aquel exilio madrileño. Con coproducción y mezcla del DJ y músico digital Oliverio Sofía (colaborador de Hernán Cattáneo ), el resultado es una especie de deconstrucción sónica que no podría alejarse más de cualquier antecedente de "tango electrónico" para noticieros de televisión. Los trece títulos, en cambio, se acercan al dub y al soundtrack y a folclores varios en estado impuro, contextos perfectos para lo que Melingo quiere contar. Oasis funciona como adelanto parcial de la banda sonora de una ambiciosa ópera o puesta musical en la que el autor (cada vez más conectado con su vocación actoral) ahora mismo invierte su cuarentena y que se estrenaría el año próximo.
Así es que los temas, más que cantados, son recitados y narrados por el propio anfitrión (en el papel del Linyera) y un elenco de amigos: Andrés Calamaro , el poeta Fernando Noy, Miguel Zavaleta, el italiano Vinicio Capossela, el escritor Enrique Symms y el hijo y la pareja de Melingo, Félix y María Celeste Torre. Aunque, como la ópera todavía no se estrenó, algunas ideas, escenas y personajes aparecen difusas, como las sombras de las ilustraciones en el disco de Ricardo Mosner.
"Yo no soy un hombre. Soy un virus en tu mente y tú no puedes conmigo", le toca decir a Symms en el pasaje más estremecedor de un disco siempre inquietante; un planteo sonoro exigente, justo para sumergirse en estos días de aislamiento y contemplación.
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