El mundo de Quiroga en una obra sugestiva
"Badulaque", de Cristian Drut sobre textos de Horacio Quiroga. Con Berta Gagliano, Ana Garibaldi, María Inés Howlin, Pablo Messiez y Vilma Rodríguez. Vestuario:María Claudia Curetti. Música y diseño de sonido:Alejandro González Novoa. Escenografía e iluminación: Gabriel Caputo. Dirección:Cristian Drut. Duración: 70 minutos. Centro Cultural Recoleta. Nuestra opinión: bueno.
Una familia se encuentra encerrada en sus códigos. Son mujeres que, ante la llegada de un hombre, cierran filas y se transforman en cómplices de ciertas costumbres gastronómicas depuradoras. Estos raros hábitos lindan con el estado de la paranoia, la asfixia, lo macabro y -como corolario- la muerte.
Así se arma una trama convincente que el joven director Cristian Drut construyó a partir de cuentos de Horacio Quiroga, algunos textos de botánica y el relato "Dieta de amor".
Así como supo extraer y construir el núcleo de esta historia, Drut supo trasladar a escena el mundo de Quiroga apelando a una lograda síntesis. Por ejemplo, la selva (figura omnipresente) aparece apenas sugerida a partir de un pasto molesto que crece entre las maderas del piso. La selva está ahí, amenazante. Como insinuando un todopoderoso agazapado que espera su momento.El mismo tono que poseen algunos textos, algunos diálogos dichos al pasar que en el transcurso de la historia irán cobrando fuerza.
En la arquitectura de este clima, la banda sonora que compuso Alejandro González Novoa se transforma en un elemento vital que ayuda a definir un afuera festivo, en movimiento. Un logradísimo contrapunto que subraya la tensa calma que se vive en el comedor donde transcurre la acción.
En ese espacio, Drut demuestra su buen manejo del tiempo teatral.Para llegar a buen puerto, convocó a un elenco compuesto por muy buenos intérpretes. De todas manera, Ana Garibaldi, en el papel de la hermana que introduce la presencia de un hombre en ese nido de mujeres, concreta un excelente trabajo. No sólo por aportar la picardía de su personaje, es la única que intenta zafar de la peculiar dieta, sino porque se convierte en quien lleva las riendas de la historia. María Inés Howlin, como su hermana anoréxica, no se queda atrás.
Escenas logradas
De todos modos, habría que objetar la selección de actores. No por sus cualidades, sino porque en algunos casos, como el de la actriz que hace de madre (Berta Gagliano), su corta edad no la favorece para componer a una señora entrada en años. Es más, ella debería ser una de las que llevan la voz cantante, pero se pierde. Algo parecido ocurre con Vilma Rodríguez (mujer de la lámpara), una muy buena actriz pero cuyo personaje, en esta puesta, aparece desdibujado.
De todos modos, aunque la presencia de la muerte se transforme en una visita esperada, vale el tránsito, el dejarse llevar por una historia contundente de ribetes por momentos surrealistas. Una trama (un viaje) que posee algunas escenas realmente muy logradas. Como en la que la madre, la Dra. Swindenborg, que en el original es un hombre, cuenta al novio la historia de unas moscas logrando el clímax perfecto para una historia turbulenta. Una historia que logra llevar al espectador al estado de sugestión.
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