El #MeToo apenas comienza
NUEVA YORK.- En el remolino que rodea la condena mixta y la absolución de Harvey Weinstein por violación y cargos relacionados, puede ser fácil pasar por alto lo que todavía no ha cambiado a raíz de #MeToo. El movimiento ha puesto de relieve los puntos de vista totalmente divergentes que los norteamericanos tienen sobre qué tipos de comportamientos cruzan la línea de actos no deseados y, a veces, criminales, y sobre lo que debería suceder cuando se producen. Esto no es para disminuir los profundos cambios que han ocurrido. Hace solo unos años, era inimaginable que este poderoso productor de películas enfrentara cargos de agresión sexual en dos estados y una montaña de acusaciones públicas de mujeres en todo el mundo. Bill Cosby y Larry Nassar, exmédico del equipo de gimnasia de EE.UU., están en la cárcel. R. Kelly ha sido acusado de múltiples cargos de abuso sexual (aunque los niega). El presidente ejecutivo de CBS, Les Moonves, fue despedido luego de una docena de acusaciones de acoso sexual y asalto (que también niega), y dos jueces federales han renunciado a sus cargos de por vida. La línea de tiempo del #MeToo muestra una lista de otros hombres famosos que han admitido su comportamiento de abuso sexual y muchos más que enfrentan acusaciones creíbles.
Pero el juicio de Weinstein y todos los otros cambios que #MeToo ha producido no pondrán fin a los debates sobre lo que significa consentimiento y cómo deberíamos juzgar los acosos de hace mucho tiempo. También seguiremos en desacuerdo sobre qué sanciones legales y sociales deberían aplicarse a las conductas que son "malas pero no tan malas" como las de Weinstein. Esto es una cosa buena. Por incómodas y frustrantes que puedan ser las conversaciones, no podemos dejar de hablar sobre lo que esperamos el uno del otro en lo que respecta del sexo y las interacciones en el lugar de trabajo. Independientemente de lo que uno piense sobre los contornos precisos del consentimiento, miles de personas ahora han compartido sus historias de acoso y agresión sexual, y es simplemente inverosímil que todos estén delirando o mintiendo.
Este flujo de experiencias suscita una pregunta aún más básica: ¿Por qué hemos hecho tan poco para detener el acoso sexual y las agresiones en nuestras comunidades individuales, y qué debemos hacer ahora? O, en términos de Hollywood: ¿Cómo podría tanta gente callarse cuando "todos sabían" que algo estaba mal, sin importar si pensaban que el comportamiento era criminal? Este ajuste de cuentas con nosotros mismos es, o debería ser, uno de los legados duraderos de Harvey Weinstein. Los acuerdos de confidencialidad ya han sido criticados por aislar a delincuentes reincidentes como Roger Ailes de Fox News.
A medida que las redes sociales inevitablemente enfurecen discutiendo si el jurado de Weinstein acertó, estamos condenados a repetir esta historia a menos que demos los pasos, en educación, equidad en el lugar de trabajo y otros, para cambiar a un nivel más fundamental lo que esperamos de cada uno y el otro.
La autora es profesora en la Facultad de Derecho de Columbia
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