El director de cine colombiano Sergio Cabrera está a punto de estrenar su nueva película, Perder es cuestión de método. Del libro de Gamboa a las pantallas hubo un largo trecho.
El lugar estaba oscuro y afuera, en un patio interior, se podía ver una llovizna que golpeaba las matas. La cita era demasiado temprano en la mañana para ambos, pero ninguno lo reconoció, así que resultamos condenados a encontrarnos en medio de un clima infernal en una ciudad helada. Sergio Cabrera llegó unos cinco minutos después, con una sonrisa tímida que no borró durante ningún momento en la entrevista. Tenía un suéter azul, el corte de pelo al rape y se veía más delgado que la última vez que estuve con él, seis años antes, el día que viajaba para irse a vivir a España. Lo primero que hizo fue prender un equipo de sonido a su espalda para que oyera la canción de Andrea Echeverri que acompañaría su película, Perder es cuestión de método, que se estrena en Colombia el año entrante.
Pocos directores despiertan en el país el fervor de Sergio Cabrera. En realidad, casi nadie sabe que existen otros directores aparte de él. Luego del rotundo éxito de La estrategia del caracol en el mundo, Cabrera se convirtió en esa imagen de Colombia que todos querían exhibir.
Ex militante del ELN, Cabrera vivió durante mucho tiempo en China y fue un comunista activo, pero fue su fama como director y no su ideología política lo que le valió un puesto como Representante a la Cámara.
Las preguntas que uno le haría a un director de cine de Hollywood no aplican en este caso. En Colombia, los directores tienen otro modus operandi. Deben conseguir dinero para financiar su proyecto, normalmente lo hacen apoyados en amigos que arreglan un diálogo aquí o hacen una escena allá y, en la mayoría de los casos, deben poner sus propios recursos para hacer una producción que casi nunca da una rentabilidad. Cabrera tuvo suerte con sus películas, siete hasta la fecha, pero aún no se libra del karma de ser un director en un país tercermundista.
Perder es cuestión de método, basada en la novela de Santiago Gamboa, fue estrenada en el festival de Venecia de este año en la categoría de mezza nota y, según Cabrera, "es el mejor lugar para estar. Yo compartía sección con la cinta de Tony Scott, Hombre en llamas, por ejemplo. Todas las películas eran grandes, espectaculares. Y esas son las que más rápido se venden. De hecho, Perder es cuestión de método ya la vendí como a diez países, muchos más que las otras que he hecho. Y claro, eso significa también que la critican en el género que le corresponde, así que ha tenido muy buenas críticas".
¿Eso qué significa? ¿Que si hubiera estado compitiendo la cosa sería distinta?
Sí. Por ejemplo con Ilona llega con la lluvia, las críticas fueron súper polarizadas. Había gente a la que le había parecido divina y gente a la que le parecía una mierda. Porque cuando vas en competencia, la crítica es muy agresiva.
¿La crítica hace daño?
Depende. Hay critcos que son muy buenos, que te hacen ver cosas y sirven hacia el futuro. De igual forma, hay críticas buenas que a la larga hacen daño, como me ocurrió con Ilona. Cuando se iba a estrenar la película, Luis Sepúlveda, el escritor chileno, hizo una crítica súper elogiosa de la película. Y como Luis Sepúlveda en Italia es un escritor muy, muy popular, la publicaron en primera página del Corriere de la Sera. Y eso hizo daño porque el hecho de que un personaje que es una especie de García Márquez chileno haga una crítica tan elogiosa, inmediatamente desata una polémica porque la gente dice: "vamos a ver quién está de acuerdo con este y quién no".
Perder es cuestión de método es la historia de un periodista que recibe una llamada de un coronel de la policía que le ofrece darle la exclusividad de un caso a cambio de que le escriba un discurso. El periodista acepta y después de mil tropiezos logra descubrir un gigantesco caso de corrupción inmobiliaria, especulación y asesinatos que, por alguna razón, lo lleva de vuelta al coronel, quien lo ha estado utilizando todo el tiempo.
Cabrera, desde un comienzo, le pidió a Gamboa permiso para hacer una interpretación del libro, y el novelista no tuvo problemas con eso.
¿Cómo fue el proceso de hacer el guión y de llevar el libro al cine?
Yo conocí a Gamboa cuando estuve en Roma en un foro. A la salida estaba Santiago, que se acercó y me saludó y entramos a un bar. Eran como las seis de la tarde y salimos como a las tres de la mañana decididos a que íbamos a hacer Perder es cuestión de método, que yo había leído porque el nombre me pareció fabuloso, y me había gustado. El problema era que ya la había comprado un productor español llamado Gerardo Herrero.
Cuando Cabrera fue a hablarle de la posibilidad de dirigir la película, Herrero le mostró el guión que ya había mandado a escribir. "Había mandado a hacer el guión con esa obsesión que tienen los españoles de que todo sea hecho en España, entonces había trasladado la historia de Bogotá a una ciudad en Galicia. Por supuesto, todos los personajes se habían perdido porque en vez de ser colombianos eran gallegos. Y Galicia es un sitio donde hay narcotráfico y corrupción y todo eso, pero no tenía ni pies ni cabeza. Yo le devolví el guión, le dije que así no me interesaba, y que además le recomendaba que no hiciera nada porque iba a ser un fracaso seguro. Y él me preguntó: «¿Tan malo te parece?». Yo le contesté: «Lo que te diga es poco», a lo que él dijo: «A mí tampoco me gusta. ¿Qué podemos hacer entonces?». Así que yo le dije: «La historia debe volver a Colombia, es una historia colombiana».
Después de muchas negociaciones, nos pusimos de acuerdo y cuando estuvo el guión terminado y estábamos a punto de arrancar, pusieron la bomba en el Club el Nogal y se derrumbó totalmente el proyecto. En ese momento se trasladó la historia a México, donde conseguimos un socio que ponía parte del dinero y un protagonista, Daniel Jiménez Casas, un actor que a mí me gusta muchísimo. Cuando empezamos a revivir el proyecto le insistí a Gerardo en que volviéramos a Colombia, y él me dijo que si conseguía el 50% del dinero la hacíamos en Colombia, porque ya en México tenía a una persona que le daba 600.000 dólares por hacer la película. Cuando conseguí el dinero trajimos a todos para Colombia y rodamos durante ocho semanas, pero la odisea duró dos años.
¿Qué tan involucrado estuvo Gamboa?
A todas estas, yo me fui haciendo muy amigo de Santiago. El tenía que ir a China porque le habían propuesto escribir un libro de viajes en China y lo mandé donde mis amigos porque yo viví allá muchos años. Llamé por teléfono y le conseguí hospedaje y él fue y se hizo muy amigo de mis amigos, poco a poco. Regresó y me hizo ir con él de nuevo a Pekín y terminamos escribiendo un guión que va a ser la próxima película que se va a rodar en Pekín. El nombre provisional es Hotel Pekín. Pero el guión de Perder es cuestión de método sólo lo vino a leer cuando estuvo terminado, porque él había leído las cuatro primeras páginas del primero y no pudo seguir.
Después del éxito de La vendedora de rosas se dijo que las historias que había aquí eran muchisimas, pero que no había quién las contara. ¿Por qué no hay más cine?
La verdadera razón es que hemos perdido mercado. Si entraras en una librería en Colombia y descubrieras que 95% de los libros son de origen norteamericano y solo 5% provenientes del resto del mundo, te habrías escandalizado, porque la libertad de expresión no es solamente el derecho a decir lo que uno quiere sino también a leer lo que uno quiere o a ver lo que uno quiere. Eso es lo que pasa en el cine. El 95% del cine en las pantallas colombianas es norteamericano, de Hollywood, y sólo el 5% es del resto del mundo, no digo colombiano, que ya sería poquito, sino del resto del mundo.
En Colombia hay una televisión próspera porque durante años, y aún, el Estado ha reservado para las producciones nacionales el 50% o más del espacio televisivo. Eso permite que se hagan programas, proyectos industriales y creativos a largo plazo, porque hay una garantía de exhibición y una garantía, desde luego, de recepción. El cine es a la industria audiovisual que la F1 es al automovilismo, donde se desarrollan los lenguajes, las máquinas, las formas de comunicar, y es importante; el cine no es un lujo, es una obligación.
Colombia es uno de los países más superdotados para contar historias. Cualquier persona en una esquina te cuenta una historia. Yo una vez conocí en Medellín, en la estación de [la calle] Guayaquil, a un niñohasta he pensado en volverlo un personaje que contaba películas. Por diez pesos de esa época, ahora serían unos 200, no sé, te contaba la película que escogieras. Con zooms, con grúas. Claro, él no decía zoom in, sino "se fue acercando, se fue acercando y pasaron...". Pero los culebreros, los taxistas, todo el mundo te cuenta historias, que eso no pasa en todo el mundo, pero lo que se necesita que haya un respaldo y que haya un diseño de Estado a largo plazo.
Pero siempre es culpa del estado... ¿No será que no hay buenos directores, por ejemplo?
Dirigir es muy fácil. Un director es como un escultor que tiene un bloque de piedra y le tiene que quitar lo que sobra, como decía Miguel Angel. Tú tienes que tener una película en la cabeza y eso es todo. Y manejar una cámara de cine es muy sencillo. Es más fácil que manejar un auto. Yo te puedo enseñar a manejar una cámara de cine en tres días. Ahora, lo que tú hagas con ella es otra cosa. Toda esta industria del cine es muy sencilla. Lo difícil es formar la gente que esté capacitada para contar historias y saber que van a ser recibidas por alguien. Esa es la pesadilla.
¿Y qué hay del público?
Con respecto a mis películas, lo siento muy positivo. El público mío es un público muy especial porque yo hago las películas para ellos. Es un público que sabe ver cine, conoce muy bien el lenguaje cinematográfico como espectador, pero conoce el lenguaje cinematográfico de Hollywood, los códigos de Hollywood. Yo trato de jugar en esos códigos, aunque en cada película introduzco nuevas cosas, tratando de hacer la narración un poco más compleja, o aguda. Y la gente va aprendiendo, porque yo creo que una función de un director de cine es crear su propio público, entonces yo veo que el público colombiano con mis películas ha aprendido a apreciar lo que yo hago para ellos. Creo que este es un público que agradece mucho que se hable de ellos o de su cotidianidad, de sus paisajes, de sus problemas, creo que esa es tal vez la base sobre la que se construye un cine nacional, porque en eso es en lo único que somos superiores al cine nacional: en que podemos contar historias personalizadas. El cine de Hollywood se esfuerza mucho en buscar películas que no generen reflexiones ni que causen problemas, porque parte de los princpios del cine de Hollywood es que sólo debe ser diversión. Ellos piensan que la gente tiene demasiados problemas en casa como para venir a ver problemas en la pantalla.
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