El largo adiós de Mitchum
A los 79 años, víctima de un cáncer pulmonar, falleció ayer uno de los últimos grandes recios que dio Hollywood, del que fue indiscutido símbolo durante más de cincuenta prolíficos años
LOS ANGELES, 1º (AP).- Robert Mitchum, el astro de más de un centenar de películas de éxito, murió hoy mientras dormía a los 79 años.
Mitchum, que sufría de enfisema y de cáncer pulmonar, falleció en su residencia del condado de Santa Bárbara, dijo el vocero de la familia Jerry Roberts.
* * *
Con Robert Mitchum se fue uno de los últimos grandes hombres duros del cine de todos los tiempos. Alguien capaz de encarnar en la pantalla con la misma rudeza al héroe o al villano más recio y de tratar fuera de ella con la misma reciedumbre a los directores y a esos ejecutivos de Hollywood que siempre despreció y frente a los cuales se consideró como un auténtico marginal.
Por más de medio siglo, la pétrea mirada, los ojos somnolientos, la voz grave y firme y la imponente estampa física de Mitchum fueron las señas particulares de una de las figuras más características y reconocidas de Hollywood. El tiempo acentuó esos rasgos y ayudaron a que el actor -que nunca pensó en retirarse- alcanzara en los últimos años la condición de mito viviente, reconocido por figuras más jóvenes que recurrían a él para breves papeles que eran más un homenaje que una apelación a sus recursos expresivos.
Recursos que también sabía utilizar, sobre todo si detrás de la cámara estaban directores como Howard Hawks, Otto Preminger, Jacques Tourneur, Raoul Walsh o David Lean, quienes explotaron a la perfección a ese actor de gestos mínimos, que hablaba con el cuerpo, y en el que podía aparecer desde una mueca cínica hasta un arresto romántico. Como otros grandes duros de la pantalla, pero probablemente mucho más cerca de John Wayne que de Humphrey Bogart o James Cagney. Los más famosos personajes de Mitchum en la pantalla grande eran hombres lacónicos, resueltos, más dispuestos a la acción que a la palabra. En la vida real era muy parecido:pocas veces decía algo de más y solía utilizar frases irónicas, de extrema dureza para definirse a sí mismo (nunca le dio demasiado valor a su brillante carrera cinematográfica) y, de paso, calificar a sus adversarios con un sarcasmo que en ocasiones llegaba casi hasta el desprecio.
Tal vez estas actitudes se fueron forjando en el interior de un hombre que debió hacerse fuerte desde la adversidad para lograr, a partir de una voluntad de hierro, un lugar privilegiado en el firmamento estelar del cine.
Como en botica
Basta un breve repaso a su biografía para certificarlo. Mitchum nació en la localidad norteamericana de Bridgeport, Connecticut, en 1917, hijo de un soldado de sangre escocesa e irlandesa y de una inmigrante noruega y antes de ser actor fue, sucesivamente, lavaplatos, maquinista en un tren carguero, empleado de seguridad en un club nocturno y boxeador.
En ninguno de estos trabajos fue mínimamente feliz. Mucho menos en la empresa de aviación Lockheed, donde se empleó en 1940, poco después de casarse con su primera novia y compañera de toda la vida, Dorothy Spence, a la que conoció cuando tenía 16 años.
Tal vez esta sucesión de desilusiones lo llevó a probar suerte como extra en películas de poca monta, sobre todo westerns y films de guerra.
A partir de ese momento comenzó a cosechar elogios y a ser convocado a papeles cada vez más exigentes. A tal punto que en 1945 obtuvo una nominación al Oscar como mejor actor de reparto por "La historia del soldado Joe", pero no concurrió a la ceremonia.
Esa fue la primera señal de su sorda guerra con las instituciones hollywoodenses, que tal vez nació en 1948, cuando ya asomaba como una figura de cierto nombre en el cine y fue arrestado en casa de la actriz Lila Leeds y ambos fueron acusados de poseer marihuana. No era la primera vez que Mitchum entraba a una cárcel. Ya había estado entre rejas, en tiempos de desempleo, acusado de vagancia.
Eran tiempos en los que comenzaba a regir con intensidad el Código Hays y Hollywood parecía empeñado en una intensa campaña de moralización. Muchos pensaron -con la mente puesta en muchos casos similares de ocasos artísticos prematuros por persecuciones judiciales- que la carrera de Mitchum terminaba allí, pero 60 días después del arresto dejó la cárcel con la popularidad intacta y no tuvo inconvenientes en reanudar su carrera. La salida de la cárcel fue una de las pocas ocasiones en que se vio a Mitchum sonriente.
Desde ese momento, el actor conoció éxitos y fracasos a lo largo de una larguísima carrera, pero su nombre nunca dejó de sonar en los acontecimientos más importantes del cine.
"Creo que cuando los productores tienen un papel difícil para hallar a un actor que lo interprete dicen: "Dénselo a Mitchum, que él hará cualquier cosa." Y yo, en verdad, hice todos los papeles imaginables: homosexuales polacos, mujeres, enanos, cualquier cosa", dijo una vez.
Seguramente exageraba, pero lo indiscutible era que Mitchum era una garantía si se buscaba un personaje sólido, de fuerte personalidad, sin claudicaciones ni debilidades.
Su rostro fue ideal para acompañar historias policiales negras y sórdidas. Allí podía ser tanto un perseguido por la ley como un inclaudicable detective, a tal punto que se convirtió en el actor ideal para personificar a Philip Marlowe, el investigador nacido de la pluma de Raymond Chandler.
Pero también descolló en westerns antológicos, en profundos dramas intimistas o en aventuras ambientadas en exóticos parajes de Alaska o el Lejano Oriente.
En los últimos años, el actor que fue dirigido por los más grandes realizadores del cine norteamericano y que enamoró en la pantalla a Ava Gardner, Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Jane Greer o Kim Novak, entre muchas otras, paseó con tranquilidad su venerable figura de duro por numerosos títulos en los cuales, como se dijo antes, parecía recibir homenajes en vida. De paso, demostraba que siempre se sentía cómodo delante de una cámara y que los años no disimulaban una estampa inconfundible.
De todos ellos, el último fue "Dead man", un extraño western rodado dos años atrás por Jim Jarmusch que hasta ahora no se estrenó en la Argentina. Allí aparecía con el rostro más somnoliento que nunca, un cigarro entre los labios y el pelo muy largo, en la piel de un despiadado dueño de una fábrica que recibía a propios y extraños con una carabina en la mano.
Ayer se fue uno de los grandes duros del cine, que transmitió esa vocación a sus tres hijos (James y Christopher, ambos actores, y Petrine, empleado en una productora) y siempre estuvo cerca de su esposa Dorothy, más allá de dos separaciones breves en 1948 y 1953.
Pero también era un duro que se reía de sí mismo. El que contestó con ironía cuando alguien le recordó que John Huston (que lo dirigió en "El cielo fue testigo") solía decir que Mitchum era el mejor actor que había conocido.
"A Huston le doy diez dólares -respondió- cada vez que lo veo para que me cuente de nuevo esa estupidez".
Un protagonista de películas que hicieron historia en el séptimo arte
El actor de rostro pétreo y ojos somnolientos participó en más de cien títulos
Desde 1940, cuando comenzó su carrera cinematográfica, Robert Mitchum trabajó en más de un centenar de películas de éxito. Y aunque nunca ganó un Oscar, el actor construyó su propia leyenda trabajando en los tres géneros de oro de Hollywood: el cine negro, el western y la aventura.
Entre ellas las más renombradas fueron "No serás un extraño", "Ceremonia secreta" y "Cabo de miedo", tanto en su versión original como en la remake que filmó Martin Scorsese en 1991.
En la original, filmada en 1962, Mitchum interpretó al ex presidiario que acosaba al abogado, interpretado por Gregory Peck.
En la versión posterior, Scorsese decidió convocarlo a modo de homenaje y Mitchum volvió a trabajar en ese film, esta vez en un pequeño de papel de detective.
En "No serás un extraño", la película début del director Stanley Kramer filmada en 1955, Mitchum compartió cartel con Frank Sinatra y Broderick Crawford. Allí hizo las veces de un estudiante de medicina que se casa con una enfermera que lo ayuda a continuar sus estudios.
En "Ceremonia secreta", el film dirigido por Joseph Losey y basado en el cuento del argentino Marco Denevi, el actor trabajó junto a Elizabeth Taylor, Mia Farrow y Pamela Brown.
Esa no fue la única vez que le prestó su cara a un personaje literario. En 1977, Mitchum interpretó "El último magnate", la magnífica novela de Francis Scott Fitzgerald, llevada al cine Elia Kazan.
Un rostro para Marlowe
Dentro del género negro, Mitchum prestó su rostro sonmoliento, caracterizando una larga temporada del cine policial.
Fue la cara visible de "Las cadenas de la culpa" (1947) de Jacques Tourneur, de "Crossfire" de Edward Dmytryck (1947), de "El tesoro de Veracruz" de Don Siegel (1949), de "El aventurero de Maca" (1952), de "La muerte corre por el río" (1955), de "Los amigos de Eddie Coyle" de Peter Yates (1973) y de "Yakuza" de Sidney Pollack (1975), entre otras.
Pero fue sobre todo con "Adios muñeca" y "No llores más muñeca", basada en el libro de Raymond Chandler, con guión de William Faulkner, que Mitchum se incoporó a la historia del cine negro caracterizando a uno de los detectives más famosos del género: Philip Marlowe.
Con ese film, Mitchum se asomó al mundo sombrío y amargo de la novela negra, basado en el predominio del miedo y en la fuerza de las pasiones de una sociedad al borde del caos y la inseguridad.
En "Traidora y mortal", el film de Jaques Toruneur que se estrenó en 1948, Mitchum encarnó a un detective privado enredado en asuntos sucios contra un mafioso. Esta película, que protagonizó junto a Jane Greer, es una de las cimas del cine negro de todos los tiempos.
Historias del lejano oeste
Como una buena estrella de Hollywood, Mitchum no podía estar ausente en las historias del lejano oeste. A veces como bandido, a veces como sheriff o en una dupla memorable con John Wayne, el prolífico actor también se ganó un espacio en el cielo de los vaqueros.
Entre las películas más memorables de este género se encuentra "El dorado", dirigida por Howard Hawks, con la que cerró sucélebre trilogía integrada por "Río Rojo" y "Río Bravo".
También participó en "El póquer de la muerte", en 1969, que dirigió Henry Hathaway, donde Mitchum compartió cartel con Dean Martin.
Apto para todo
Fue en 1943 cuando Mitchum, aburrido de su trabajo en la compañía de aviación "Lockheed" decidió volcarse a la actuación. Gracias a su hermana Julia, una actriz muy poco conocida, se puso en contacto con la compañia Theatre Guild de Long Beach y logró abrirse paso en los estudios de los Angeles.
No le fue nada mal. En el mismo año en que filmó "Hoppy serves a Writ", su primera película, Mitchum participó de otros 17 filmes: hizo de villano, de aviador y hasta en un musical de vaqueros.
Y aunque siempre fueron papeles secundarios, el actor logró finalmente firmar un contrato con la Metro Goldwyn Mayer (MGM).
El reconocimiento llegaría más tarde. Y si bien uno de sus primeros éxitos fue "30 segundos sobre Tokio", la popularidad no le llegó hasta la "Historia del soldado Joe", única película por la que consiguió una candidatura al Oscar.
En 1948 fue arrestado por posesión de marihuana, y su carrera en Hollywood parecía llegar a su fín. Pero poco después de cumplir su condena volvió a Hollywood para filmar "El valle de ternura", basada en un relato de John Steinbeck Su carrera incluyó títulos como "Río sin retorno", "El día más largo del mundo", "La batalla de Midway", "La cólera de Dios", "Detective privado", "Cara de ángel", "La noche del cazador", "Cualquier día en cualquier esquina", "La hija de Ryan" y "La ira divina", entre otros grandes títulos.
Aunque tiene más de cien títulos en el cine, en el último tiempo Mitchum centró sus trabajos en el campo televisivo: en 1983, hizo una serie televisiva junto a Doris Day titulada "Nostalgia", y en 1985 trabajó junto a Ali MacGraw en "Vientos de guerra", donde interpretaba a un militar veterano de guerra.
De todas maneras, el actor volvió al cine antes de morir. Sus últimos trabajos cinematográficos fueron "Dead man", dirigida por Jim Jarmush, y "The sunset boys".
En todos los géneros, en cine y en televisión, su personal estilo interpretativo fue durante mucho tiempo erroneamente tachado de inexpresivo. Pero su rostro impenetrable, dejó traslucir cierta tristeza que dio a sus personajes una vaga aureola trágica, lo que lo confirmó como una de las personalidades más atrayentes e interesantes del cine norteamericano.
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