El juicio a la manada, en una pieza teatral
"El día 6 de julio llegamos a Pamplona con un amigo. Estuvimos buscando un lugar para estacionar el auto sin parquímetro. Una vez que estacionamos, subimos al Casco Viejo y estuvimos buscando un bar para tomar unas sangrías. Compramos las sangrías y después nos fuimos a la Plaza del Castillo, porque había música, y nos quedamos ahí. Y después, a eso de las nueve y media, más o menos, volvimos al auto a cenar y a tomar un poco de alcohol que habíamos traído, y después volvimos a subir a la Plaza del Castillo", cuenta Vanesa González en la piel de Ella. Sentada de cara al público, recrea en Jauría, la obra de Jordi Casanovas, los hechos ocurridos en las fiestas de San Fermín, en 2016. Cinco hombres, "la manada", violan en grupo a una joven de 18 años. La pieza, que en Argentina es dirigida por Nelson Valente, está construida íntegramente a partir de fragmentos de las declaraciones que tanto denunciante como acusados realizaron ante los magistrados, jueces, abogados y fiscalía, entre el 13 y el 27 de noviembre de 2017. Un montaje, sin texto ficcionado, que fundamenta su dramaturgia alrededor del hecho real y que se enmarca en el llamado teatro documental.
Los cinco hombres, conocidos como la manada (nombre que se dieron ellos mismos en su grupo de WhatsApp) fueron sentenciados entonces a 9 años de prisión por abuso sexual. Pero en junio de 2018, quedaron en libertad provisional bajo fianza. Esas sentencias judiciales generaron una oleada de protestas y movilizaciones en España, al grito de "no es abuso, es violación" y "yo sí te creo". La presión social fue de tal magnitud que el caso llegó al Tribunal Supremo de España, que condenó a cada uno de los integrantes de la manada a 15 años de prisión por violar en grupo a la joven y así transformó la forma de concebir y juzgar los crímenes sexuales en ese país.
Lo ocurrido aquella noche de sanfermines desnudó la naturaleza del abuso grupal, removió el concepto de masculinidad y expuso un sistema que cuestiona y desprotege a las víctimas. "No me imaginaba que iba a pasar algo así. No sé qué pensé, pero no pensé que iba a pasar lo que pasó (…). No me daba la cabeza como para pensar: ‘¿Cómo puedo salir de acá?’. No sabía cómo reaccionar. Y no reaccioné (…) Estaba totalmente en shock, no sabía qué hacer, solo quería que pasara y cerré los ojos".
Vanesa González (33) baja del escenario tras el ensayo y se permite reflexionar acerca del texto que comparte junto con Martín Slipak, Gustavo Pardi, Gastón Cocchiarale, Lucas Crespi y Fran Ruiz Barlett. "Resulta más que interesante poder escuchar los testimonios, el paralelismo entre ellos, y descubrir que son hijos naturales del patriarcado –dice la actriz–. También somos testigos de algo que para mí es muy valioso de reflejar y que, entre nosotros, tuvo un gran impacto en el caso de Fernando (Báez, el joven asesinado en Villa Gessell): lo que pasa con la psiquis de estas personas que creen que ciertas decisiones quedan en el ámbito de lo privado, en el grupo. No hay una bajada de línea moral, no está mal. De hecho, ellos sienten que se invadió su privacidad: ‘yo esto lo hago con mis amigos’. Por eso lo graban, no está mal, no hay abuso, no hay violencia, es algo que hacen grupo, para ellos es algo íntimo".
La manada filmó el ataque esa noche en las fiestas de San Fermín; en total, hicieron siete videos. Uno de ellos posteó mensajes en WhatsApp celebrando lo que habían hecho y prometiendo compartir las imágenes.
–"El celular lo saca Antonio y comienza a grabar", dice José Ángel Prenda, uno de los acusados. Declaración que se repite en escena.
–"Este momento hay que inmortalizarlo. Y fue cuando saqué el celular y empecé a grabar, asegura Antonio Manuel Guerrero, otro de los imputados.
–"Para verlo entre nosotros o para tenerlo en el celular", se escuda Jesús Escudero, también integrante del grupo.
–"Tienen el comportamiento tan naturalizado que hasta el mismo momento en el que los detienen, dicen tener pruebas de que ellos no hicieron nada", arremete González. Su personaje es el único que no tiene nombre.
–"Le dije que tenía que ser un error –recuerda Guerrero–. Él me dijo: te acusan de una agresión sexual. Yo me sorprendí y le dije que era imposible. ‘Ella los denuncia a todos’, me dijo el policía. ‘Mire agente, si quiere le puedo demostrar que no, porque lo grabé con el teléfono’.
Vanesa subraya el paralelismo en el comportamiento de este grupo con el que mató a Fernando Báez. "Anulan al ser humano que está ahí, no lo ven, lo anulan totalmente. En este caso, lo erótico pasa más entre ellos que por el objeto sexual –considera–. En ningún momento se dieron cuenta de que hay un otro, y eso queda en claro en las respuestas que dan durante todo el juicio".
La frase que decía el dramaturgo estadounidense Arthur Miller que "el teatro es el único arte donde la Humanidad se enfrenta a sí misma" toma fuerza para González, en Jauría. "Los actores somos los elementos de la historia. No tenemos nada en el escenario, contamos la historia como si ni siquiera estuviésemos haciendo personajes, resulta intenso y muy interesante. Para mí, el trabajo de los actores es el de ser comunicadores, más allá de que sean casos reales o no –piensa–. Y con Jauría, que tiene un mensaje social, que cuenta un caso verídico, siento que el hecho artístico tiene una función muy clara. No hay una bajada de línea ni desde el texto ni desde la dirección y, por ende, no la hay desde la actuación. Todo está documentado, no es una realidad ficcionada, porque si fuera así habría una decisión, una mirada de cómo mostrás esa violación, cómo la cazan, cómo se mueven".
El autor de Jauría destacó que la obra pone un espejo frente a todos para reflexionar, incluso a los hombres progresistas y feministas y a muchas mujeres al considerar que el machismo está en nuestro ADN, lo que nos lleva a justificar ciertos comportamientos, a minimizarlos y por sobre todo nos lleva a juzgar a la víctima. ¿Creés que es así?
Estudié la letra con mi vieja, me costó aprenderla, no solo por la cantidad de texto, sino porque son relatos paralelos, con diferentes puntos de vista, no tenés una respuesta lógica de tu compañero, una acción que te sirva de ayuda memoria. Es un texto que tenés que respetar, no da lugar a la improvisación. Y en ese aprender, repasar, mi mamá me hacía preguntas, se hacía preguntas a ella misma. ¿Por qué no dijo nada? ¿Por qué no reaccionó? Preguntas que se siguen haciendo, porque siempre estamos juzgando la reacción del otro. Cuánta intolerancia. Hay una necesidad de juzgar al otro, qué dijo, cómo se movió, cómo se vistió, todos decimos lo que pudo hacer y no hizo. No hay que dar muchas vueltas. En esto no hay debate. Por otro lado, siento que hay un cambio muy fuerte en la calle, lo veo con mis amigos, con mi familia. Se generó un cambio. También es cierto que hay mucha susceptibilidad y es lógico que así sea, va a llevar un tiempo hasta que el cambio se nos haga carne. Todavía tenemos que hablar de igualdad; no es una cuestión de poder, sino de igualdad.
Te mostrás activa con diversas causas, pero no formás parte del colectivo Actrices Argentinas.
Apoyo y acompaño, pero sería hipócrita de mi parte decir que trabajo codo a codo con ellas porque no es así. Sí, milito. Me considero una militante de la vida, porque la militancia tiene que ver con eso, con la empatía, con lo que sucede a tu alrededor. Me siento más contenida haciéndolo con mis amigas, siempre lo sentí así y lo manejo de esa manera. Me preocupa lo que pasa, la cantidad de femicidios, todos los días son asesinadas mujeres y pareciera que con más violencia. ¿Cuál es el límite? No entiendo el accionar, cómo se comunican estos hechos, siento que hay cierto regocijo al hablar de esto y no hay una prevención real. ¿Qué hacemos? ¿Priorizamos el morbo o buscamos de una vez por todas que paren de matar más mujeres?
En el último año, la actriz interpretó a la madre de Carlos Tévez en Apache, la serie de Netflix; estrenó en cines Los últimos románticos, al lado de Juan Minujin, y en teatro Las de Barranco, dirigida por su querida Helena Tritek. "Estoy muy contenta con la elección de los trabajos que estoy haciendo, me hacen mucho más feliz. Elijo, cuando puedo, trabajos que me gratifiquen en el espíritu y eso lo aprendí equivocándome. Aprendí que no jodo a nadie haciendo lo que deseo".
¿Encontraste en la autogestión esa "gratificación espiritual"?
Compré los derechos de una obra con la que vamos a viajar y que también vamos a hacer en Buenos Aires. Tenía ganas de gestar algo que sea mío y poder decidir yo sobre mi modo de trabajo. Me encanta el teatro, yo lo llamo la cueva, me fascina también escribir. Siempre lo hice, pero ahora me animé a mostrar. Tomé algunas clases de escrituras con Martín Flores Cárdenas, un director extraordinario al que quiero mucho y que por cuestiones de tiempo tuve que dejar. Tengo algunas cosas empezadas, en las que ni siquiera me imagino actuando, pero sí a otros actores. Me entusiasma esta parte creativa del teatro.
En paralelo con Jauría, Vanesa se embarcará en el rodaje de Historias invisibles, que como bien describe el director y guionista Guillermo Navarro desde la página oficial, "cuenta la historia de una sociedad indiferente que acepta y facilita el submundo de la prostitución y la trata de personas". "Vamos a filmar en Mendoza con Eleonora Wexler, Gerardo Romano y Antonella Ferrari –anticipa González, entusiasmada–. Encarno a una mujer que está tomada por la trata en Santiago del Estero. Trabaja en un puticlub, sabe que no puede irse porque tiene una hija a la que pueden matar por venganza en ese mundo siniestro. Es un personaje muy interesante. Para más adelante, tal vez se dé un proyecto en el Cervantes. Pero, ahora solo pienso en Jauría, en lo que puede generar, en el debate, en las preguntas que nos hagamos nosotros mismos".
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