El Jet Set, Vilas y la farándula local
Del único momento histórico en que el espectáculo argentino perteneció al jet set mundial queda un solo documento, disponible en la web: el poemario Cosecha de cuatro del tenista Guillermo Vilas. El libro, editado en la Argentina por el sello Galerna en 1981, tiene un prólogo firmado por Luis Alberto Spinetta y el deportista lo escribió a sus 29 años, en París. Pocos meses después, en abril de 1982 y durante su triunfo en el torneo más famoso de la Costa Azul, “el autor” conquistaba a la princesa Carolina de Mónaco en el night-club Jimmy Z de Montecarlo, con la Guerra de Malvinas de fondo: “Este es un momento de unión de los argentinos y nosotros, más que ninguno ante el mundo, debíamos dar esa imagen” dijo él.
Si bien Cosecha de cuatro no preanuncia esos 5 meses de noviazgo facilitados por la “Reina de la noche” meditarránea, la cantante, empresaria y relacionista pública Regine, hoy puede verse como souvenir de un itinerario de vida verdaderamente internacionalista, objeto gráfico de los antojos creativos y las aventuras públicas de un figurón. Nada semejante volvió a pasarle a las vidrieras argentinas.
El jet set -término atribuido al periodista del New York Journal-American Igor Cassini- reemplazó al anterior “café society” y hasta los años 50 designó al conjunto de privilegiados que accedían a viajar en avión. De allí que tomarse un vuelo de prepo -como en aquel entonces hizo más de una vez Pata Villanueva para concretar sus encuentros furtivos con el ex marido de Carolina, el empresario Philippe Junot- sea sinónimo de pertenencia.
En las últimas décadas, el afán por rozarse con la “crème” mundial es justificable para los nombres propios locales sí y sólo sí pueden aparecer después en las revistas argentinas o los ciclos de espectáculo de producción nacional. La farándula criolla, aún cuando accede a situaciones dignas de un cosmopolitismo irrebatible, es en extremo municipal, fan de la tirada local.
Hace días, Wanda Nara presentó “su” libro en Milán - Campeones en el campo y en la vida- rodeada de cámaras y mimada por marcas como Gucci, Fendi y Louis Vuitton. A las pocas horas, estaba en zona norte dispuesta a grabar un bolo para “Golpe al corazón”, la telenovela que emite Telefé, protagonizada por Sebastián Estevanez.
¿Son estos giros, impensados para el clan real de los Raniero, resultado de una versatilidad que cree, la acerca a las multitudes o simplemente “no los piensa” y se maneja por instinto? ¿Trabaja para mantener la imagen de su marido, el futbolista Mauro Icardi, en el exterior o sólo sueña con que Susana Giménez registre para la tv su vida en Italia? ¿A qué círculos comerciales remite su estética, a la de la efervescencia del diseño joven del norte italiano o a la vetustez de las grandes firmas?
Aún a caballo de numerosos cambios sociohistóricos, la fama tiene reglas y una de ellas es basal: aura. Ese aura que Vicky Xipolitakis intenta sumar toda vez que carga bolsas -arrugadas y ya usadas, como constató una cuenta de Twitter- a la salida de algún local de ropa de la Quinta Avenida, en Nueva York.
Antes, con sumo disimulo. Hoy, consumo sin disimulo.
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