El hombre del vestido claro
La popularidad en tiempos de los próceres
En 1816, durante su primer y único embarazo, Manuela Gómez de Calzadilla esperaba ansiosa que naciera una hija. Pero llegó Santiago María Antonio José. A Manuela no le pareció un obstáculo y así lo recordó el hijo en sus memorias anecdóticas, Las beldades de mi tiempo : "Yo no tuve hermanos, y la autora de mis días, que en sus maternales sentimientos no se conformaba con no haber tenido una hija, viendo la inocencia de mis juegos y de mis procederes solía vestirme de mujer".
Cuando tenía 13 años, Santiago andaba radiante por la vida con vestido de encaje: "Aún me acuerdo como si fuera ahora del contento con que salía a la calle vivía en México, entre Perú y Chacabuco a lucir un vestido claro y un sombrero blanco de paja de Italia, adornado con una pluma colorada que, decían, me sentaba muy bien".
Su padre, que también se llamaba Santiago Calzadilla, participó en todos los acontecimientos políticos desde 1810. Su madre pertenecía al círculo aristocrático de Buenos Aires. Era amiga de Mariquita Sánchez de Thompson y una de las principales animadoras de las reuniones sociales. Llegaría a presidir durante dos temporadas la Sociedad de Beneficencia, el cargo más importante al que aspirara una mujer de su época.
En el relato sobre su infancia, Calzadilla contó que le enseñaron a leer en la escuela de mujeres "que frecuenté hasta grandazo como era". Llegó el tiempo en que debía aprender a coser y bordar. La madre lo envió a la escuela de las hermanas Ituño y luego pasó a la casa de la señora Dámasa Cabezón. Calzadilla llevaba los libros y el bastidor, necesario para sus clases de bordado. Jugaba con sus compañeras y tenía una envidiable colección de muñecas. Pero un día descubrió que no era niña. En Las beldades de mi tiempo describió ese momento crucial y revelador con apenas tres palabras: "Hasta que, ¡desperté!"
El protagonista no ha divulgado el nombre que tuvo en aquellos primeros años. Es obvio que no lo llamaban Santiago. Tal vez le hacían usar su segundo nombre, María. O los apodos que se estilaban para las Marías en aquel tiempo: Marica o Mariquita.
Su maestra, la señora Cabezón, descubrió que Calzadilla no era lo que se suponía. Llamó a Manuela Gómez para pedirle explicaciones. La madre alegó que su hijo tenía gustos inocentes y propensión a las actividades femeninas. Las excusas no fueron suficientes y a Santiago lo expulsaron de la escuela de niñas. Teniendo en cuenta que Dámasa Cabezón abrió su colegio en 1832, se deduce que, cuando lo echaron, Santiago ya había cumplido los 15 años.
El hombre abandonó de inmediato sus costumbres femeninas. Siguió la carrera militar alcanzó el grado de teniente coronel en 1886, cuando tenía 69 años y se casó con Elvira Lavalleja, la hija del general uruguayo que había comandado la expedición de los 33 Orientales. Era el invitado necesario en las tertulias, el galante de los piropos más ocurrentes, el más entretenido y mundano. Lo que no abandonó fue la coquetería: cuando ya era abuelo se quitaba años para aparentar ser más joven.
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