La pandemia del COVID-19 impone una pregunta urgente a los trabajadores y empresarios de la industria editorial: ¿cómo sobrevivir en medio del aislamiento social preventivo? Si bien no sólo librerías debieron cerrar hasta nuevo aviso, industrias culturales como la audiovisual están en una transición, larga y complicada, hacia lo digital. La industria editorial, en cambio, no tiene nada semejante a una plataforma de streaming. El negocio sigue dependiendo de ese dispositivo antiquísimo hasta ahora insuperable: el libro. Entonces, ¿qué hacer?
Las editoriales multinacionales, las que más espalda tienen para sostener su estructura, vienen de un par de años muy complicados en los que los precios se dispararon y las ventas flaquearon. Por ahora, optaron por estrategias acotadas online: presentaciones de libros ya publicados vía newsletters y vivos de Instagram con autores de sus catálogos. Según Gastón Etchegaray, presidente del Grupo Planeta para el Cono Sur, la idea es "no perder el contacto con nuestros clientes y lectores que nos vienen acompañando desde hace muchísimo tiempo". Y respecto a los títulos que tenían preparados para salir al mercado, agrega: "Estamos evaluando las novedades a medida que se abran o no algunas excepciones de la cuarentena".
Para los sellos independientes es todavía más difícil: Julieta Mortati, fundadora de Tenemos las Máquinas y Metrópolis, decidió replegarse y adelantar trabajo para cuando pase el aislamiento: "Estamos avanzando en la edición y corrección de textos hasta que podamos entrar en imprenta y haciendo estrategias de difusión. En Metrópolis hicimos un Live sobre el proceso de publicar libros, nos fue muy bien". Para Marina Yuszczuk, editora de Rosa Iceberg, la situación es incierta: "La particularidad de una editorial muy pequeña como la nuestra donde las editoras no percibimos ingresos por nuestro trabajo, es que la editorial es inseparable de nuestra situación personal, tanto financieramente como en cualquier otro aspecto".
La expansión del ebook pareciera la salida más a mano, sin embargo ambas editoras, que ofrecen todo su catálogo en formato digital, coinciden en lo mismo: no logran venderlos. "No me corresponde evaluar por qué, pero está a la vista que en Argentina no seduce el ebook", dice Yuszczuk. Víctor Malumián, de Ediciones Godot, lo ve de otra manera. De hecho, el sello que dirige fue de los pocos que publicó novedades en abril, exclusivamente en ebook. "No creemos que el libro digital canibalice ventas del libro analógico, por así decirlo. Nunca se sabe cuándo y cómo un libro puede ser la puerta de entrada a descubrir una autora o autor", asegura.
La cuarentena es especialmente dura con las librerías, aunque el 13 de abril tuvieron un alivio: un nuevo DNU los habilitó a hacer ventas puerta a puerta. Cecilia Fanti, escritora y dueña de Céspedes Libros señala que es el propio oficio el que deberá transformarse: "Es complejo para una librería, local por definición en el que la gente pasa una cantidad de tiempo considerable, cambiar esa lógica, volverte un almacén de despacho". Para paliar la situación, comercios como Céspedes optaron por la modalidad de Lectura Futura, en la que un lector hace un pago hoy y recibe a cambio el compromiso de obtener el producto y un plus en el momento en que la librería vuelva a abrir sus puertas.
Es difícil saber cuáles de todas estas estrategias perdurarán en el tiempo y cuántas pasarán al olvido cuando todo esto termine. "La parte positiva de este parate —dice Fanti— es que finalmente logró que librerxs nos pongamos a dialogar y a buscar puntos en común, de diálogo y de acuerdo; que los editores también hicieran lo propio y empezar a pensar en conjunto estrategias para salir adelante y encontrarle la vuelta a la industria".
Las crisis no son oportunidad, son eventos de los que salimos con heridas simbólicas y reales. Esta no será la excepción. Pero así y todo, la industria editorial tiene un desafío enorme por delante. Sea lo que sea que nos depare el futuro, también vamos a necesitar libros para superarlo.
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