El Full Monty: por qué descubrir a "los Beatles de la comedia"
Ilustres desconocidos aquí, la legendaria troupe británica revolucionó la TV de su país gracias a su humor anárquico y surrealista, intelectual y pavote, lenguaje innovador que luego llevaron al cine y los convirtió en estrellas
"Entre los cinco tenemos 357 años", dice el Monty Python Eric Idle en el documental And Now For Something Rather Similar, preparado por la BBC para publicitar el regreso del legendario grupo de comedia. "Como los shows nos demandan un gran desgaste físico, los promotores requirieron un seguro de vida carísimo. Para bajar los costos, les propuse que nos cubran sólo a partir del segundo muerto: si apenas uno de nosotros muere en el escenario, la aseguradora no tiene que pagar y el show continúa como un tributo al fallecido."
La edad es un chiste recurrente en este reencuentro llamado Monty Python Live (Mostly). Hacía 34 años que Idle, John Cleese, Michael Palin, Terry Jones y Terry Gilliam (el sexto Python, Graham Chapman, murió de cáncer en 1989) no actuaban juntos sobre un escenario. Para el público británico, la serie de shows que comenzó el 1° de este mes en el O2 Arena de Londres (y concluirá mañana, con la despedida oficial del grupo, que será transmitida en vivo para todo el mundo) tuvo un impacto similar al que hubiera tenido una reunión de los Beatles. Aunque se trata sólo de un "grandes éxitos", sin material nuevo, las 15 mil entradas para la primera presentación se agotaron en 44 segundos, de modo que se agregaron otros diez shows, que también se vendieron por completo.
En la Argentina, en cambio, Monty Python es un nombre desconocido para el gran público. La razón principal es que su mítico programa de televisión, Monty Python's Flying Circus, emitido originalmente en el Reino Unido entre 1969 y 1974, jamás llegó al aire local. Y la razón de esto último es que no habría encontrado espectadores. Nuestro humor proviene de la tradición del vodevil, en la que se formaron cómicos que dejaron su marca como Fidel Pintos, Pepe Iglesias o Pepe Biondi. El vodevil pone su énfasis en el humor físico y subido de tono, en los personajes grotescos, en las imitaciones y en la figura carismática de un capocómico, rasgos que son evidentes en nuestros programas humorísticos más exitosos, aún la televisión actual. El humor de Monty Python, si bien no excluye totalmente esos recursos, surge de una escuela más reciente, en muchos aspectos radicalmente opuesta y que no tiene tradición en nuestro país.
Los dadaístas natos
En la posguerra británica, la radio fue el principal entretenimiento masivo. En 1951, la BBC puso en el aire un programa llamado The Goon Show, con Spike Milligan, Peter Sellers y Harry Secombe, que terminaría influyendo a toda una generación. Milligan, la principal fuerza creativa del programa, era un dadaísta natural: poseía la libertad asociativa de un chico para hilvanar un humor anárquico que mostraba igual desdén por la razón que por la autoridad. "Cuando era adolescente escuchaba la emisión durante el día y, por la noche, escuchaba la repetición en la cama con la radio en una oreja y una almohada en la otra para asegurarme de que no me perdía nada", recuerda John Cleese en el documental Monty Python: Almost the Truth (que podrá verse mañana). Los otros Python expresan la misma devoción: "Era un show que rompía todas las reglas, es más: estaba en la BBC y se burlaba de la BBC", dice Terry Jones.
Durante los años 50, el tradicional respeto de la ciudadanía británica por las instituciones comenzó a resquebrajarse. The Goon Show y el grupo de jóvenes escritores amalgamados bajo el rótulo "angry young men" fueron claras floraciones de este nuevo inconformismo. En pocos años, apoyado en ellos, surgió un boom satírico concentrado en ridiculizar a las figuras de autoridad del que emergió una de las fuerzas más brillantes del humor británico: Peter Cook. Éste se convirtió en el abanderado del sentimiento antiestablishment, sobre todo en el ambiente del teatro universitario.
En ese momento, cinco de los Python eran estudiantes de las centenarias Oxford y Cambridge, aunque estaban más interesados en la actuación que en sus respectivas carreras. Cambridge alberga al Footlights Theatre, el teatro universitario en el que se había formado Peter Cook y donde se conoció la rama británica de Monty Python (Gilliam era un estudiante norteamericano que también se sentía más atraído por el humorismo, en especial el del historietista Harvey Kurtzman, que por la academia).
Estas fueron las coordenadas en las que se gestó la comedia de Monty Python: la irreverencia ante la autoridad expresada por Peter Cook, el tono satírico y a la vez intelectual del teatro universitario y, sobre todo -y éste es su aspecto más refractario- el surrealismo espontáneo de Spike Milligan. En la TV argentina, el absurdo y el nonsense recién hicieron su entrada en los años 90, cuando las figuras del under porteño empezaron a llegar a los medios masivos y construyeron un público que hubiera podido aceptar el humor del Flying Circus, pero para ese momento hacía 20 años que no estaba en el aire.
Los futuros Python pasaron del teatro universitario a la BBC. Allí, tras un par de años de escribir y actuar para diferentes programas satíricos, decidieron que había llegado el momento de tener su propio show. Monty Python's Flying Circus fue el nombre elegido porque les remitía al espectáculo de un imaginario promotor inescrupuloso, pero sobre todo porque era un octosílabo que sonaba bien.
Antes de que pudieran grabar el primer show, su héroe de la adolescencia desembarcó en la TV para romper el molde otra vez. En marzo de 1969, Spike Milligan puso en el aire Q5, un ciclo que parecía responder más al fluir de la conciencia joyceana que a la estructura convencional de un programa de sketches. Aunque el ciclo fue recibido con desconcierto, los MP lo estudiaron atentamente y tomaron varias de sus premisas (la inclaudicable ausencia de remates, la exposición de las convenciones televisivas, el non sequitur como estructura). Este antecedente de ningún modo opaca el talento de los MP, aunque sí puede poner en duda su originalidad: es mucho más fácil entender de dónde viene el Flying Circus si se ven los episodios de Q5 (hay dos en YouTube). La más evidente diferencia entre ambos está en el aporte de Terry Gilliam que, por medio de sus caricaturas hilvana la continuidad del programa con una lógica onírica y visualmente deslumbrante.
A 45 años de su estreno, muchos de los sketches clásicos de Monty Python perdieron su poder subversivo. Aquello que no envejeció es la calidad de las interpretaciones y la precisión de la escritura. Como discípulos del humor radial del Goon Show, los Python ejercen, ante todo, una extraordinaria destreza verbal. Es cierto que algunos de sus sketches más populares son puro slapstick, como el de los "Pasos estúpidos" (en el que Cleese saca partido de su 1,95 metros de estatura para usar sus piernas telescópicas de modos cada vez más ridículos) o el "Imbécil de clase alta del año" (en el que aristócratas retardados corren una carrera de obstáculos), pero los mejores suelen ser diálogos puntillosamente escritos que parten de un intercambio trivial que de a poco se adentra en un laberinto imposible.
El lenguaje mismo se vuelve el tema de estos sketches. Tal es el caso del "Hombre que sólo habla con anagramas", del "Hombre que contradice a la gente" o de la "Clínica de discusión" (en la que Palin paga para mantener una discusión y jamás logra pasar de discutir qué es una discusión).
Estos diálogos empantanados que conducen casi a la desintegración de la función comunicativa del lenguaje recuerdan las contemporáneas "comedias de amenaza" de Harold Pinter como El montaplatos, en las que los gánsteres protagonistas suelen quedar atrapados en argumentaciones circulares que también llevan a cuestionar la eficacia del lenguaje y el sentido. Si no hay sentido, el mundo es absurdo: algo que los Monty Python saben y celebran desde el primer sketch.
A pesar de que su comedia está cargada de referencias cultas, jamás es pretenciosa ya que no hace falta reconocer la cita para reírse del chiste. En el partido de "Grecia contra Alemania", disputado sólo por filósofos de ambos países, el humor está en el contraste entre esos hombres que caminan con cara pensativa por el campo de juego y el perfecto ventriloquismo de Palin de un relato futbolístico. Las referencias culturales no son una manera de "elevar" el humor sino todo lo contrario: mientras más intelectual es el contexto, más resalta y más graciosa es la tontería que está en el centro.
Cuando el show de TV se discontinuó por la partida de Cleese (quien se cansó de tener que escribir con el "alcohólico de 24 quilates" Graham Chapman), los Python pasaron al cine con la misma premisa: contrastar temas de gran solemnidad (la leyenda artúrica, la vida de Jesús) con una insondable e irreverente estupidez.
Su film postrero, El sentido de la vida (1983) fue la última manifestación del grupo hasta este concierto de despedida, que constituye un adecuado broche a su legado, considerado por todos extraordinario salvo por los propios Monty Python.
"Tratamos de hacer algo tan impredecible que no tuviera forma y nadie pudiera encasillarlo de ningún modo", declaró Terry Jones, y agregó: "El hecho de que ahora «pythonesco» sea una palabra incluida en el Diccionario Oxford demuestra hasta qué punto hemos fallado".
Platea en primera fila
La última presentación del espectáculo Monty Python Live (Mostly): One Down, Five To Go se transmitirá mañana en vivo por Sundance Channel, desde las 15.30. Previamente, a las 13.30, se volverá a emitir Almost The Truth, la versión condensada (la original tiene seis horas de duración) del documental de la BBC que narra la historia del grupo hasta el momento por medio de los testimonios -sinceros, cálidos, enfurecidos, vitriólicos- de sus integrantes vivos.
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