El festival de Cannes mantiene su buen nivel
Ayer se vieron los nuevos trabajos del francés Bruno Dumont y del mítico director italiano Marco Bellocchio
CANNES.- El director francés Bruno Dumont con Ma Loute, presentada en Competencia Oficial, y el maestro italiano Marco Bellocchio con Fai bei sogni, exhibida en la apertura de la sección paralela Quincena de Realizadores, mantuvieron el buen nivel que está regalando en las primeras jornadas la 69» edición del Festival de Cannes.
Ma Loute es una tragicomedia negrísima y de estructura coral ambientada en un pueblo costero del norte de Francia en 1910. Aunque algo menos divertida que su genial miniserie P'tit Quinquin, la nueva película del director de Fuera de Satán y Camille Claudel 1915 está llena de ideas y de búsquedas estéticas y narrativas que la convierten en un trabajo en varios pasajes fascinante.
El realizador de Entre la fe y la pasión trabajó tanto con intérpretes consagrados (Juliette Binoche, Fabrice Luchini y Valeria Bruni-Tedeschi) como con no actores de rostros exóticos para una película barroca y absurda que aborda las diferencias de clases (por un lado está una disfuncional familia burguesa y por el otro una violenta que se gana la vida recogiendo mejillones) y trata temas extremos como el canibalismo, el incesto y una larga lista de excesos y perversiones. Además, en el lugar aparecen dos detectives que remiten al Gordo y el Flaco, que investigan una serie de desapariciones.
Con un tono alejado por completo del naturalismo (los actores se mueven de manera grotesca y gritan con un exagerado acento propio de la época y de la zona de Lille), Dumont apuesta por un delirio que no se detiene jamás, a tal punto que los personajes terminan literalmente volando.
Al igual que Rester vertical, de Alain Guiraudie, presentada 24 horas antes, Ma Loute demuestra que este año el director artístico Thierry Frémaux apostó por el riesgo incluso en la selección francesa. Si bien Dumont -quien en agosto comenzará a rodar Jeanette, un musical sobre la figura de la heroína Juana de Arco, y además ya prepara la segunda temporada de P'tit Quinquin- no es nuevo en Cannes (ganó la Cámara de Oro con su ópera prima La vida de Jesús y luego fue premiado también por La humanidad y Flandres), su regreso a la competencia oficial después de varios años resultó otro hallazgo del equipo de selección.
Quien no entró este año en la Competencia Oficial, pero sí resultó seleccionado para inaugurar la Quincena de Realizadores, fue el mítico director italiano Marco Bellocchio. Tras la magistral Sangue del mio sangue -presentada en el último Festival de Venecia y vista en el reciente Bafici- Fai bei sogni resulta una película algo menor dentro de su brillante filmografía (aunque un film "algo menor" de Bellocchio sigue siendo cine mayúsculo).
Basada en la exitosa novela autobiográfica del reconocido periodista Massimo Gramellini, la película narra la historia de un niño de 9 años muy apegado a su madre, quien, de repente, muere con sólo 38 años en la ciudad de Torino de 1969. El relato va y viene en el tiempo describiendo los traumas que el chico, luego adolescente y finalmente adulto (interpretado por Valerio Mastandrea), sufre no sólo por esa pérdida sino por la poca claridad de los hechos y por la incapacidad de su padre para criarlo. Ya siendo un cuarentón -y luego de ser corresponsal de guerra en Sarajevo y convertirse en una pluma muy admirada- logra reconstruir el pasado para curar las heridas e iniciar una relación afectiva con una médica argentina (Bérénice Bejo, nacida en nuestro país y hoy una auténtica estrella en Europa).
La película tiene algunas escenas bastante torpes y subrayadas (algo infrecuente en Bellocchio), pero luego se va complejizando para transformarse, en definitiva, en una melancólica e inteligente reflexión sobre la soledad de la niñez, el dolor, la culpa y todos aquellos conflictos no resueltos que dejan llagas que impiden madurar y realizarse. El director de I pugni in tasca, El diablo en el cuerpo, La hora de religión y Vincere estuvo presente con su equipo en la función de apertura y recibió una ovación de varios minutos. Merecida por los valores del film y, sobre todo, por la inmensa jerarquía de toda su obra.
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