En la tierra arrasada de la pantalla abierta, donde el 80 por ciento de los programas no superan los seis puntos de rating, el reality se despidió con un promedio de más de 20 puntos, convertido en el ciclo más visto de los últimos nueve años; ¿una golondrina no hace verano? los programadores de la TV esperan aprender de las lecciones de la creación de John de Mol
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“¡Acá está la verdad, país!”, gritó Santiago del Moro segundos antes de anunciar que Marcos Ginocchio se convertiría en el ganador de Gran Hermano 2023 con el 70,83% de los votos. En ese momento, pasada la medianoche, la pantalla de Telefe marcaba 28 puntos de rating habiendo llegado previamente a una marca máxima de 30,9. Números de otras épocas que calentaron el gélido panorama de la TV abierta, en la que el 80% de los programas mide por debajo de los seis puntos de rating.
Cuando John de Mol empezó a pensar en 1997 lo que sería luego Gran Hermano, nunca imaginó que el reality se adaptaría en más de 70 países e iniciaría un nuevo género: la telerrealidad. El 16 de septiembre de 1999, en Holanda, un grupo de personas anónimas empezaron a convivir en una casa bajo la atenta mirada de decenas de cámaras. Por primera vez, quienes estaban en la pantalla no eran famosos, ni cantantes, ni actores y de un día para el otro, la TV comenzó a ser dominio de los ignotos. El reality marcó un antes y un después en la manera de consumir TV.
Gran Hermano llegó a la Argentina en 2001, de la mano de Telefe, con la conducción de Soledad Silveyra y 36,1 puntos de rating para el episodio final, que consagró a Marcelo Corazza. La elección de Silveyra no fue casual. Un año antes, la cadena española Telecinco había estrenado con gran suceso su propia versión y también había elegido un “sapo de otro pozo” para llevar adelante las galas: Mercedes Milá, de gran reputación periodística, fue quien -polémica mediante- dio el puntapié inicial a lo que se convertiría en un éxito que lleva décadas en la pantalla española.
Al comienzo todo era una gran incógnita: la idea de encerrar a catorce personas en una casa para ser grabadas durante las 24 horas dio para todo tipo de debates. De hecho, el estreno del reality, el 10 de marzo de 2001, no fue lo más visto en su franja horaria. El debut de la gala de presentación de “los valientes” -como los llamaba Solita- promedió apenas 14,8 puntos y perdió por una décima con Sábado Bus, el muy popular ciclo de eltrece conducido por Nicolás Repetto. Pero, a medida que se fueron desarrollando las galas, las polémicas y los conflictos, Gran Hermano pasó a estar en boca de todos y se convirtió en tema nacional. En ese momento, el secreto del éxito tenía tres partes: el aislamiento absoluto, que la casa no tuviera un lugar que no fuera grabado, y la eliminación en manos del público con el voto telefónico. Aquel año, el encendido total de los cinco canales fue de 33,2 puntos: el reality cosechó un promedio total de 22,8 puntos.
En nuestro país, GH siempre tuvo resultados muy dispares en materia de rating. Las primeras tres ediciones que condujo Solita midieron entre 29 y 36 puntos, en línea con el encendido promedio de la TV abierta de hace dos décadas. Luego, en 2007, Telefe subió la apuesta y contrató a Jorge Rial para la vuelta de “los hermanitos” a la TV. La elección del segundo conductor tampoco fue casual: la idea del canal era probar con una edición de famosos y la relación del periodista con ellos se planteaba como la ideal. Pero, como había dudas de si el formato VIP funcionaría, decidieron recalentar la pantalla con una edición previa de ignotos que terminó siendo la más exitosa en la historia del ciclo.
“Por fin estoy en el corazón del monstruo, ahora vamos a ver cómo es de verdad”, dijo Rial al abrir ese primer programa hace dieciséis años, haciendo referencia a sus años de conceptos críticos para con el reality desde su ciclo. El debut promedió 24,9 puntos, dos puntos por encima de la edición original. Pero, a lo largo de los 119 días de encierro, siguió subiendo, consiguiendo números históricos de audiencia que explotaron en una final -que consagró ganadora a Marianela Mirra- que detonó todas las mediciones de ese año con un promedio de 39,1 puntos e increíbles picos de 50,3 puntos (la marca histórica de Grande Pa, décadas antes) luego de una jugada histórica de Mirra, que dejó a Diego Leonardi fuera de juego. Ese año el encendido total de los cinco canales de aire fue de 35,2 puntos. Gran Hermano comenzaba a probar que había un público que solo prendía la TV para seguir sus peripecias y lo apagaba al término del programa.
Jorge Rial estuvo al frente de tres ediciones en un mismo año, 2007, incluyendo la de famosos, que tuvo un éxito relativo. Luego, en la temporada 2010/11 volvió al aire con el triunfo de Cristian U y, abandonó la etapa 2011/2012, la de peor audiencia, con promedio de apenas 11,3 puntos, aduciendo problemas personales. Mariano Peluffo, uno de los grandes comunicadores que tuvo el ciclo, se hizo cargo de la conducción hasta el final de esa edición. En 2015 y 2016, el reality pasó a la pantalla de América con Rial nuevamente al frente del ciclo.
Cómo seducir a quienes no encienden el televisor
Cuando a mediados de 2022 se conoció la noticia de la vuelta de Gran Hermano a la pantalla de Telefe, todo era una gran incógnita. La TV era una pálida imagen de sí misma: con el encendido en baja, año a año, la pregunta ya no era si iba a poder superar el rating de sus predecesoras sino si alguien se enteraría que estaba en una pantalla reemplazada largamente en el interés de los jóvenes por el celular y los vivos de Instagram, Twitter y TikTok. Los números demostraron que sí: a lo largo de estos 161 días de convivencia, en sus 114 emisiones al aire, el reality conducido por Santiago del Moro alcanzó un promedio de 20,2 puntos de rating y 67,57% de share (el porcentaje de los televisores encendidos que sintonizan determinado ciclo en una franja horaria). A la marca de su debut, el 18 de octubre de 2022, con 21,5 puntos, GH siguió sumando décimas y eliminando candidatos que no afectaron su atractivo hasta tocar su punto más alto en la final del lunes, con 28,5 puntos. Su medición más baja fue de 15.7 puntos, el 8 de diciembre, promediando la competencia.
Esta edición del reality no solo superó en dos puntos el encendido total de los ahora siete canales de aire en 2022, que apenas llegó a los 19,5 puntos: Gran Hermano fue el programa con más rating de la TV de los últimos nueve años. Además, el reality copó otras plataformas, el último programa fue tendencia en redes sociales y la transmisión en YouTube y Twitch alcanzó a más de 372.000 usuarios en simultáneo (lo que podría calcularse como una audiencia equivalente a casi cuatro puntos de rating adicionales fuera de la TV). Pluto TV, el servicio gratuito de streaming de Paramount, fue la app más buscada del país, con siete millones de descargas durante el período de emisión del programa gracias al atractivo de seguir a los participantes on demand.
La clave del éxito, sin dudas, estuvo en el casting de los ahora 20 participantes y en la manera en qué eligieron mostrar los conflictos en la casa. Telefe decidió romper con el aislamiento desde los primeros días, a diferencia de todas las ediciones anteriores, en las que el reality se afirmaba en la incomunicación absoluta con el afuera, y la repercusiones de lo que pasaba adentro en el público. En un tiempo en donde todo el mundo busca ser famoso, aunque sea por un rato, con un video que se hace viral, un posteo ingenioso o un vivo sin censura, la producción de Gran Hermano sabía que para atraer al público debía contar una realidad aumentada.
Telefe asumió que en tiempos de proliferación de confesiones en primera persona en redes, el formato del reality más famoso del mundo, tal y como lo conocimos, había terminado su vida útil. Entendiendo esta realidad, el programa propuso todo tipo de incentivos desde el afuera para que la casa tuviera “vida”. Entraron familiares a convivir, reingresaron participantes con diferentes motivos, recibieron videos con datos y hasta gritos del exterior que modificaron más de una vez el clima que vivían los jugadores, por no mencionar a los dos cachorritos que terminaron adoptados por participantes. La edición no fue un tema menor: cada clip que se presentaba en las galas contaba una historia bien diseñada para generar polémica.
Ficción no ficcionada
El atractivo que generó esta “ficción no ficcionada” provocó que todas las generaciones se pusieran frente a la pantalla a ver a gente —aparentemente “como uno”— intentar resolver todo tipo de conflictos resultantes de la convivencia prolongada. Así fue que los televidentes quisieron ser parte de una sociedad más cercana a los valores de Marcos Ginocchio, ganador del programa; debatieron cuanto de Alfa hay en cada uno de los integrantes del público. El participante más longevo de la casa y su intolerancia para con todo lo que no fuera parecido a él fue, a su modo, una educación para la audiencia.
GH decidió mostrar algunas cosas y omitir otras. Construyó héroes y villanos, amores y odios, dentro de una casa que, muchos dicen, es el vivo reflejo de la sociedad y el tiempo en que vivimos. Poco se supo de las conversaciones sobre política, de la pareja de Nachiago (conformado por los participantes Nacho y Thiago), que las redes vivaban desde los primeros días. Tampoco hubo rastro alguno del álter ego femenino de Agustín, “Priscila”, ni de tantos detalles que el público encontró y subió a redes desde Pluto TV, conformando un sinnúmero de relatos alternativos al de la pantalla.
Y así fue como se debatió en pantalla sobre gordodio, feminismo, crianza, vínculos, orientación sexual e identidad de género, la paridad entre hombres y mujeres, la diferencia entre acoso y abuso y hasta cómo educar correctamente a una mascota. Todos temas de interés para el público que no tienen espacio habitual en la TV, concentrada en cruces de impacto entre figuras como recurso para resucitar el rating, que día a día -por fuera de Gran Hermano- parece mermar inexorablemente.
El gran valor de “la casa más famosa del país” es haber traído a la pantalla a una generación, de entre 11 y 17 años, que no miraba señales abiertas y lo único que consumía era contenido de redes o YouTube. Como consecuencia de esto, alcanzó el primer puesto dentro de las tendencias de búsqueda de Google Argentina, en la categoría series, películas y programas de TV. Es el público que puede garantizar la supervivencia del medio.
Los 28,5 puntos de rating que obtuvo la final convierten a Gran Hermano en el programa más visto de 2023 (ya lo había sido de 2022), al menos hasta el momento. Ni siquiera el escándalo que envuelve a Marcelo Corazza, ganador de la primera edición, luego de ser detenido en una causa en la que se lo acusa de integrar una red de corrupción de menores logró opacar la despedida. Los días dirán si el reality es la golondrina que no hace verano en la pantalla (todo pareciera indicar esto), o si los programadores encontrarán contenidos para que las nuevas generaciones y quienes dejaron de ver TV vuelvan a confiar en la pantalla chica.
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